martes, octubre 18, 2016

No robarás

No robarás, por Jaime Bedoya

Tras el reciente escándalo protagonizado por Carlos MorenoJaime Bedoya se pregunta por el código de honor del ladrón.

No robarás, por Jaime Bedoya
Tras el reciente escándalo protagonizado por Carlos Moreno, Jaime Bedoya se pregunta por el código de honor del ladrón. (Foto: Getty Images)
Jaime Bedoya
El médico y ex asesor presidencial Carlos Moreno, gestor del negociazo, debería sentir vergüenza de querer lucrar con los enfermos. Su grosero y flagrante proceder son una infamia para la profesión. No la médica, que nada tiene que hacer con su persona, sino la delincuencial. Robar tiene un código. Lo de Moreno es un desastre impresentable.
Como dicen los que saben de esto, los millonarios, la manera más rápida de ganar dinero es heredándolo. Existe siempre la manera tradicional, ilusa maldición bíblica que hace del sudor de la frente una panadería. Ese fallido, lento y decoroso camino de la honradez, botín que no tiene precio.
Pero hasta los honrados sueñan. Uno de esos sueños, el más idiota, es ganarse la lotería, insulina de los crédulos. Otro más arriesgado y provocador es la fantasía del robo incruento, metódicamente planificado y moralmente justificado en restarle una parte indolora a quien todo tiene sin necesariamente merecerlo. Como quitarle un anillo a la calipígica Kim Kardashian, por ejemplo. Y sin disparar una sola bala.
* * *
Una apropiación ilícita de esta naturaleza supone una minuciosa organización del talento a favor de la eficiencia antes que de la violencia. Hay una organización criminal contemporánea que está dedicada a robar joyas evitando derramar sangre desde hace por lo menos veinte años. Son los principales sospechosos del reciente hurto a la Kardashian en París. La Interpol los conoce como Los Panteras Rosas, en alusión al diamante rosado que torpemente resguarda el inspector Clouseau en las inocentes películas homónimas.
La banda está conformada por casi 300 personas divididas en grupos especializados: tecnología, manejo de autos, trabajo de campo, cajas fuertes. Provienen de Serbia y son exmilitares que participaron en la guerra de los Balcanes. Cada grupo tiene una mujer encargada de recorrer joyerías en Londres, Tokio, Dubái o París haciéndose pasar por clientas cuando en realidad están levantando mapas mentales del lugar. Cuando están de civil suelen usar polos piqué rosados como guiño felino.
A los Panteras se les atribuyen más de 341 robos por valor de 500 millones de euros. Usan disfraces, como de turistas o policías —así robaron a la Kardashian—, y fugan del lugar en moto, bicicleta o lancha, como en Saint Tropez. En Dubái robaron una joyería irrumpiendo en un centro comercial a bordo de dos Audis S8 marcha atrás, para no activar los airbags. Sus robos no tardan más de dos minutos desde que entran y salen de un lugar. Usan armas, pero hasta ahora no han matado a nadie. Hasta ahora.
Es decir, el sueño sería hacer uno o dos trabajos de esos y jubilarse. Pero claro, luego uno despierta en su pequeña realidad, prudente observante de la ley, y se contenta con la euforia domesticada de la quincena. Y que en la más aventurera de las ocasiones se excita con esa bendición pagana que supone encontrarse un billete perdido en el bolsillo de un pantalón. Es como robarse a uno mismo, pero sin víctimas.

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