lunes, mayo 29, 2017

Derecho a la salud versus derecho a la propiedad

Derecho a la salud versus derecho a la propiedad

Dr Elmer Huerta
Tan distraída ha estado la opinión pública peruana por las desgracias producidas por el niño costero que no ha prestado atención a un crucial asunto de salud pública que llegó a su clímax la semana pasada y que no solo enfrenta a la industria farmacéutica contra grupos de pacientes, sino a algunos ministerios entre si.
La Comisión de Salud del Congreso aprobó por cuatro votos a tres que por primera vez en la historia, se llevará al pleno un proyecto de ley que -en aras del interés nacional y la salud pública- reduzca el precio del atazanavir, una medicina muy útil para las personas infectadas por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), desconociendo así el derecho intelectual de patente de la compañía farmacéutica Bristol-Myers Squibb (BMS). Este procedimiento legal, llamado licencia obligatoria o compulsoria es el que explicaremos en esta columna.
Los antiretrovirales
Los médicos que peinamos canas y hemos vivido la pandemia del sida desde su inicio en el año 1981 sabemos perfectamente que el pronóstico de la infección VIH ha cambiado sustantivamente en los últimos años. Gracias a los medicamentos antiretrovirales –que impiden la replicación del VIH en las células- la infección ha pasado de ser una sentencia de muerte a una infección crónica cuyo paciente tiene prácticamente la misma expectativa de vida de una persona no infectada. Pero para que los antiretrovirales funcionen, deben tomarse todos los días pues dejar de tomarlos por unos pocos días hace que el virus se vuelva resistente y el paciente recaiga. Uno de los antiretrovirales mas útiles es el atazanavir, motivo de la disputa legal que analizamos.
La licencia obligatoria o compulsoria
La Organización Mundial del Comercio (OMC) exige a los países miembros que respete y proteja los derechos intelectuales de propiedad de patentes de las empresas comerciales, una acción vital para el desarrollo y la investigación de nuevos productos. Pero la misma OMC estableció en su reunión anual en Doha en el 2001, que en circunstancias excepcionales -y siempre en aras de la salud pública y el interés nacional- algunos países puedan invocar el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (APDIC) y desconozcan los derechos de patente y propiedad del fabricante para comprar un medicamento esencial a un precio mas barato en el mercado.
Ese mecanismo se llama licencia obligatoria y es el que por primera vez se discutirá en el pleno del Congreso peruano. Obviamente, una acción de esa naturaleza es vigorosamente rechazada por la industria farmacéutica y las organizaciones de comercio que las representan.
El caso atazanavir
La farmacéutica BMS tiene la patente del atazanavir en el Perú hasta enero del 2019, por lo que las mas de 80,000 pastillas de atazanavir que usan gratuita y mensualmente los 2,678 pacientes infectados con el VIH, deben ser obligatoriamente comprados por el Minsa a ese laboratorio. Al respecto, el 53% del presupuesto de medicamentos antiretrovirales que distribuye gratuitamente el Minsa se gastan en esa sola medicina.
El problema es el precio, pues mientras que el Perú pagaba S/ 39.24 por pastilla en el 2014, Bolivia solo pagaba S/ 1.40 por el genérico. En su afán de reducir el precio, el Minsa presentó en enero del 2015 un recurso para usar la licencia obligatoria y comprar atazanavir a un precio mas cómodo. El pedido tuvo la oposición de los ministerios de Economía, Justicia y de Comercio y Turismo.
Ante la presión, BMS redujo voluntariamente el precio de la pastilla a S/ 18.64, el cual es todavía muy alto pues le ha ocasionado al Minsa un sobrecosto de 75 millones de soles en los últimos cuatro años.
El caso colombiano
El imatinib o Glivec es un medicamento muy avanzado para ciertos tipos de cáncer y debido a que su precio era muy caro, el Minsa colombiano decidió invocar la licencia obligatoria para bajar su precio. Obviamente la farmacéutica Novartis puso el grito en el cielo, y al igual que en el Perú, la transnacional contó con el apoyo del ministerio de Comercio que se enfrentó a su propio ministerio de salud. El caso fue muy sonado y llegó hasta el congreso norteamericano, trascendiendo que si Colombia bajaba el precio del medicamento, se suspendería la ayuda para el proceso de paz que buscaba el presidente Juan Manuel Santos.
Contra todos los pronósticos, el Minsa colombiano usó la licencia obligatoria y el imatinib bajó de precio en un 44%. Como reacción, sin embargo, y bajo presión del ministerio de Comercio quien dijo que la inclusión de Colombia en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estaría en peligro, el congreso aprobó recientemente una ley que impedirá que en el futuro se invoque nuevamente la licencia obligatoria.
Corolario
Hasta el 31 de diciembre del 2016, el Minsa tenía reportados 35,379 casos de sida y 66,766 casos de infección por el VIH en el Perú. Frente a esa enorme carga económica y social, la Defensoría del Pueblo hace un excelente análisis de la situación y apoya la medida de invocar la licencia obligatoria para que el Estado peruano pueda comprar esa cara medicina en mercados que lo ofrezcan a un precio mas barato y puedan usarse los ahorros en tantas otras cosas de necesidad.
Creo que quien mejor ha plasmado esta controversia es el abogado representante de la industria, quien en una reunión de la Comisión de Salud, dijo que con este proyecto de ley “Se está tratando de confrontar el derecho a la salud con el derecho a la propiedad”.
¿Con qué lado de la confrontación se identifica usted amable lector?

miércoles, mayo 24, 2017

El muro y el flaco

El muro y el flaco

Un buen reportaje puede ser tan fascinante e instructivo sobre el mundo real como un gran cuento o una magnífica novela. Si alguien lo pone en duda, le ruego que lea la crónica de Ioan Grillo Bring On the Wall que apareció en The New York Times el pasado 7 de mayo. Cuenta la historia del Flaco, un contrabandista mexicano que, desde que estaba en el colegio, a los 15 años, se ha pasado la vida contrabandeando drogas e inmigrantes ilegales a los Estados Unidos. Aunque estuvo cinco años en la cárcel no se ha arrepentido del oficio que practica y menos ahora, cuando, dice, su ilícita profesión está más floreciente que nunca.
Cuando el Flaco empezó a traficar con marihuana, cocaína o compatriotas suyos y centroamericanos que habían cruzado el desierto de Sonora y soñaban con entrar a los Estados Unidos, el contrabando era un oficio de los llamados “coyotes”, que trabajaban por su cuenta y solían cobrar unos cincuenta centavos por inmigrante. Pero como, a medida que las autoridades norteamericanas fortificaban la frontera con rejas, muros, aduanas y policías, el precio fue subiendo –ahora cada ilegal paga un mínimo de cinco mil dólares por el cruce–, los carteles de la droga, sobre todo los de Sinaloa, Juárez, el Golfo y los Zetas, asumieron el negocio y ahora controlan, peleándose a menudo entre ellos con ferocidad, los pasos secretos a través de los tres mil kilómetros en que esa frontera se extiende, desde las orillas del Pacífico hasta el golfo de México. Al ilegal que pasa por su cuenta, prescindiendo de ellos, los carteles lo castigan, a veces con la muerte.
Las maneras de burlar la frontera son infinitas y el Flaco le ha mostrado a Ioan Grillo buenos ejemplos del ingenio y astucia de los contrabandistas: las catapultas o trampolines que sobrevuelan el muro, los escondites que se construyen en el interior de los trenes, camiones y automóviles, y los túneles, algunos de ellos con luz eléctrica y aire acondicionado para que los usuarios disfruten de una cómoda travesía. ¿Cuántos hay? Deben de ser muchísimos, pese a los 224 que la policía ha descubierto entre 1990 y 2016, pues, según el Flaco, el negocio, en lugar de decaer, prospera con el aumento de la persecución y las prohibiciones. Según sus palabras, hay tantos túneles operando que la frontera méxico-americana “parece un queso suizo”.
¿Significa esto que el famoso muro para el que el presidente Trump busca afanosamente los miles de millones de dólares que costaría no preocupa a los carteles? “Por el contrario”, afirma el Flaco, “mientras más obstáculos haya para cruzar, el negocio es más espléndido”. O sea que aquello de que “nadie sabe para quién trabaja” se cumple en este caso a cabalidad: los carteles mexicanos están encantados con los beneficios que les acarreará la obsesión antiinmigratoria del nuevo mandatario estadounidense. Y, sin duda, servirá también de gran incentivo para que la infraestructura de la ilegalidad alcance nuevas cimas de desarrollo tecnológico.
La ciudad de Nogales, donde nació el Flaco, se extiende hasta la misma frontera, de modo que muchas casas tienen pasajes subterráneos que comunican con casas del otro lado, así que el cruce y descruce es entonces veloz y facilísimo. Ioan Grillo tuvo incluso la oportunidad de ver uno de esos túneles que comenzaba en una tumba del cementerio de la ciudad. Y también le mostraron, a la altura de Arizona, cómo las anchas tuberías del desagüe que comparten ambos países fueron convertidas por la mafia, mediante audaces operaciones tecnológicas, en corredores para el transporte de drogas e inmigrantes.
El negocio es tan próspero que la mafia puede pagar mejores sueldos a choferes, aduaneros, policías, ferroviarios, empleados, que los que reciben del Estado o de las empresas particulares, y contar de este modo con un sistema de informaciones que contrarresta el de las autoridades, y con medios suficientes para defender en los tribunales y en la administración con buenos abogados a sus colaboradores. Como dice Grillo en su reportaje, resulta bastante absurdo que en esa frontera Estados Unidos esté gastando fortunas vertiginosas para impedir el tráfico ilegal de drogas cuando en muchos Estados norteamericanos se ha legalizado o se va a legalizar pronto el uso de la marihuana y de la cocaína. Y, añadiría yo, donde la demanda de inmigrantes –ilegales o no– sigue siendo muy fuerte, tanto en los campos, sobre todo en épocas de siembra y de cosecha, como en las ciudades donde prácticamente ciertos servicios manuales funcionan gracias a los inmigrantes latinoamericanos. (Aquí en Chicago no he visto un restaurante, café o bar que no esté repleto de ellos).
Grillo recuerda los miles de millones de dólares que Estados Unidos ha gastado desde que Richard Nixon declaró la “guerra a las drogas”, y cómo, a pesar de ello, el consumo de estupefacientes ha ido creciendo paulatinamente, estimulando su producción y el tráfico, y generando en torno una corrupción y una violencia indescriptibles. Basta concentrarse en países como Colombia y México para advertir que la mafia vinculada al narcotráfico ha dado origen a trastornos políticos y sociales enormes, al ascenso canceroso de la criminalidad hasta convertirse en la razón de ser de una supuesta guerra revolucionaria que, por lo menos en teoría, parece estar llegando a su fin.
Con la inmigración ilegal pasa algo parecido. Tanto en Europa como en Estados Unidos ha surgido una paranoia en torno a este tema en el que –una vez más en la historia– sociedades en crisis buscan un chivo expiatorio para los problemas sociales y económicos que padecen y, por supuesto, los inmigrantes –gentes de otro color, otra lengua, otros dioses y otras costumbres– son los elegidos, es decir, quienes vienen a arrebatar los puestos a los nacionales, a cometer desmanes, robar, violar, a traer el terrorismo y atorar los servicios de salud, de educación y de pensiones. De este modo, el racismo, que parecía desaparecido (estaba solo marginado y oculto), alcanza ahora una suerte de legitimidad incluso en los países como Suecia u Holanda, que hasta hace poco habían sido un modelo de tolerancia y coexistencia.
La verdad es que los inmigrantes aportan a los países que los hospedan mucho más que lo que reciben de ellos: todas las encuestas e investigaciones lo confirman. Y la inmensa mayoría de ellos están en contra del terrorismo, del que, por lo demás, son siempre las víctimas más numerosas. Y, finalmente, aunque sean gente humilde y desvalida, los inmigrantes no son tontos, no van a los países donde no los necesitan sino a aquellas sociedades donde, precisamente por el desarrollo y prosperidad que han alcanzado, los nativos ya no quieren practicar ciertos oficios, funciones y quehaceres imprescindibles para que una sociedad funcione y que están en marcha gracias a ellos. Las agencias internacionales y las fundaciones y centros de estudio nos lo recuerdan a cada momento: si los países más desarrollados quieren seguir teniendo sus altos niveles de vida, necesitan abrir sus fronteras a la inmigración. No de cualquier modo, por supuesto: integrándola, no marginándola en guetos que son nidos de frustración y de violencia, dándole las oportunidades que, por ejemplo, le daba Estados Unidos antes de la demagogia nacionalista y racista de Trump.
En resumidas cuentas, es muy simple: la única manera verdaderamente funcional de acabar con el problema de la inmigración ilegal y de los tráficos mafiosos es legalizando las drogas y abriendo las fronteras de par en par.

domingo, mayo 21, 2017

«Hay que invertir menos en sanidad y más en salud»


  • El facultativo, que imparte hoy una charla en el Hospital de Cabueñes, alerta del «desequilibrio entre lo que aporta la ciencia y lo que se lleva»

  • Abel Novoa.Médico y presidente de la plataforma 'NoGracias'



Abel Novoa fue director de Calidad Asistencial para el gobierno del PP en Murcia y ahora abandera la organización civil NoGracias por la transparencia, la integridad y la equidad en las políticas de salud, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica. Hoy, a las doce y media, impartirá en el Hospital de Cabueñes la charla-taller sobre '¿Qué es y para qué ser responsable? El profesionalismo como tercera lógica entre mercado y gestión'.
-Experto en Bioética, participa en la IX Jornada de Comités de Ética para la Atención Sanitaria (CÉAS). ¿Qué va a exponer?
-La responsabilidad de los sanitarios en la sostenibilidad del sistema.
-¿Cuál es?
-Es complicado porque la medicina está sobrevalorada por la sociedad. Tiene mucha fe en el avance tecnológico y los nuevos medicamentos, al igual que los políticos y los profesionales. Esto hace que no veamos de forma equilibrada que la medicina ya no nos sirve para seguir mejorando la salud. Es muy probable que la ciencia en medicina ya nos haya dado sus mejores frutos.
-¿Y a qué hay que recurrir?
-A buscar instrumentos más políticos. No más del 10% de la mejora de la salud se debe a la medicina y el 90% restante, a determinantes sociales de la salud como un trabajo en buenas condiciones, una vivienda digna sin pobreza energética, una dieta saludable... Son tan importantes como la medicina y tienen menos atención.
-¿Menos recursos?
-Precisamente. La medicina se lleva todo el presupuesto. Hay un desequilibrio entre lo que aporta, el dinero que se lleva y la valoración por parte de la sociedad. En Asturias, el 40% de la riqueza regional pública se va a sanidad, queda muy poco para mejorar la educación, las condiciones de trabajo, los problemas sociales. Hay que financiar esas áreas que han demostrado una gran capacidad para mejorar la salud, crear sociedades más justas. Así es un enorme desastre y lo que viene por delante es insostenible. La tecnología sigue desarrollándose porque continúan justificándose avances que se venden a precio de oro y pagamos.
-¿Hacia dónde vamos?
-Se calcula que en los próximos siete años harán falta 32.000 millones para cubrir el déficit sanitario.
-¿La solución?
-Cambiar el paradigma. Dejar de gastar en sanidad para invertir más en salud, que es el trabajo bien remunerado y estable, las viviendas bien acondicionadas y todo lo dicho.
-¿Habría menos enfermedades?
-Se considera que la principal causa evitable de las enfermedades crónicas son los productos comerciales y el aumento del consumo. Hay que regular el mercado para que las grandes corporaciones no nos vendan productos dañinos, es una de las grandes estrategias para la salud pública.
-Una muerte infantil por neumococo y un caso de un meningitis...
-Respecto a la meningitis, la vacuna no está probada en grandes poblaciones y hay muchas dudas de su eficacia. Es más probable que un niño muera atropellado que por meningitis, pero hay una construcción del pánico que muchos agentes se encargan de construir.
-¿Estamos sobrediagnosticados?
-Entre el 30 y el 40% de los cánceres diagnosticados no son dañinos y se tratan como mortíferos creando un daño terrible en las mujeres.

sábado, mayo 20, 2017

Las razones por las que cada vez tenemos menos sexo

Las razones por las que cada vez tenemos menos sexo

  • 15 mayo 2017
Pareja en la camaDerechos de autor de la imagenALEKSANDAR NAKIC
Image captionLos británicos con edades comprendidas entre 16 y 44 años practican sexo menos de 5 veces al mes en promedio.
En lo que a sexo se refiere, vivimos en una de las épocas más liberales de la historia de la humanidad. El acceso a nuevas tecnologías desarrolladas en los últimos 40 años, inventos como la píldora anticonceptiva o aplicaciones de citas como Grindr o Tinder, han abierto un nuevo mundo de posibilidades.
La maduración de la revolución sexual nacida en la década de 1970 flexibilizó muchas normas sociales.
En la actualidad, crece la aceptación del sexo prematrimonial, el divorcio, la homosexualidad e incluso prácticas más controvertidas, como el poliamor -tener más de una relación de manera simultánea- o el intercambio de parejas.
A pesar de todo ello, muchos investigadores sugieren que tenemos menos relaciones sexuales que hace unas décadas.
En marzo los investigadores estadounidenses Jean Twenge, Ryne Sherman y Brooke Wells publicaron un artículo en la revista académica de sexología Archives of Sexual Behavior en el que demostraban que, de media, los estadounidenses practicaban sexo nueve veces menos a principios de la década de 2010 que a finales de la de 1990.
En promedio, los estadounidenses practicaban sexo nueve veces menos a principios de la década de 2010 que a finales de la de 1990. Lo que supone un descenso de un 15% de la actividad sexual.Derechos de autor de la imagenSHOTSHOP GMBH / ALAMY STOCK PHOTO
Image captionEntre 1990 y 2010, los estadounidenses en promedio experimentaron un descenso del 15% de la actividad sexual.
Según la investigación, en un lapso de poco más de 10 años pasaron de tener un promedio de 62 relaciones sexuales por año a 53, lo que supuso un descenso del 15%.
A pesar de que este deterioro de la actividad sexual no estuvo influido por factores como el género, la raza, los niveles educacionales o la posición social, aunque las relaciones matrimoniales sí experimentaron una mayor caída a principios de la presente década.
Pero parece que el fenómeno es global.
En 2013, la Encuesta Nacional de Actitudes Sexuales y Estilos de vida (Natsal, por sus siglas en inglés) encontró que los británicos con edades comprendidas entre los 16 y los 44 años practican sexo menos de 5 veces al mes en promedio.
Este dato supuso una caída con respecto a la última encuesta, realizada en el año 2000. En ese entonces el promedio era de 6,2 veces al mes en el caso de los hombres y de 6,3 para las mujeres.
Pareja de japoneses en un banco.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn Japón, muchos veinteañeros y treintañeros consideran que las relaciones románticas son "molestas".
Otro estudio realizado en Australia en 2014 aseguró que las personas implicadas en una relación heterosexual practican sexo 1,4 veces por semana (1,8 en 2004), mientras que en Japón datos publicados recientemente revelan que el 46% de las mujeres y el 25% de los hombres con edades comprendidas entre 16 y 25 años "desprecian" el contacto sexual.
Viendo este tipo de resultados surge la siguiente pregunta: ¿qué cambió?
El porno y las redes sociales tienen la culpa
Lo más sencillo es echarle la culpa a la tecnología. Los principales acusados son la pornografía en internet y las redes sociales.
En este sentido, muchos investigadores enfocan sus estudios en el aumento de la pornografía online y en su potencial adictivo.
De hecho, hay quienes han llegado a calificar la "adicción al sexo en internet" como un desorden psiquiátrico o una enfermedad mental.
Asimismo, especialistas en sexología reconocen que muchas personas ven en el porno un reemplazo al sexo real, algo que limita el deseo sexual en las relaciones de pareja.
Twenge, Sherman y Wells encontraron una relación sólida entre la vida laboral intensa y una frecuencia sexual elevada.Derechos de autor de la imagenFRANCOIS ROUX / ALAMY STOCK PHOTO
Image captionTwenge, Sherman y Wells encontraron una relación sólida entre la vida laboral intensa y una frecuencia sexual elevada.
La pornografía, además, está acusada de proyectar una imagen irreal del sexo, lo que provoca síntomas como la "anorexia sexual" (bajo nivel de interés sexual) o la "disfunción sexual inducida", que impide mantener relaciones íntimas con normalidad.
En 2011, una encuesta realizada a 28.000 consumidores de porno en Italia reveló que muchos de ellos visitaban páginas de este tipo de forma "excesiva".
Y es que, según el investigador Carlo Foresta, el consumo diario de porno provoca que muchas personas se acostumbren a ver escenas "muy violentas" y nada habituales en las relaciones sexuales normales.
De acuerdo con esta teoría, estas imágenes "irreales" y tan habituales en el porno dificultarían que muchos hombres logren excitarse cuando mantienen sexo con sus parejas.
Hay investigadores que, incluso, establecen un vínculo entre el porno y las relaciones matrimoniales.
Hombre mirando pornografía en una tabletaDerechos de autor de la imagenTHINKSTOCK
Image captionInvestigadores señalan que la pornografía proyecta una imagen irreal del sexo
En 2014, Michael Malcolm y George Naufal llevaron a cabo un estudio en Estados Unidos en el que participaron 1.500 usuarios de internet de entre 18 y 35 años.
Los resultados, publicados en la revista académica Eastern Economic Journal, revelaron una fuerte relación entre niveles de uso de internet elevados y tasas bajas de relaciones matrimoniales.
Pero la culpa no es sólo de la pornografía. Del deterioro de nuestra vida sexual también son responsables las redes sociales.
Mientras que en el pasado muchos estudios aseguraban que tener una televisión en el dormitorio reducía de forma significativa la actividad sexual, hoy en día no faltan los investigadores que señalan que interactuar en redes sociales en la cama provoca efectos similares.

Una visión diferente

Existen, sin embargo, muchas y buenas razones para cuestionar estas dos conclusiones.
Los investigadores especializados en la influencia de la pornografía en nuestra vida sexual están divididos.
A pesar de que muchos consideran que la "adicción al sexo en internet" es culpable del descenso de la actividad, otros realzan el potencial de la pornografía como acicate de la vida sexual.
En 2015, por ejemplo, un artículo publicado en la revista Sexual Medicine sostenía que visualizar porno durante al menos 40 minutos dos veces por semana estimula la libido y el deseo sexual.
Algunos investigadores consideran que la Derechos de autor de la imagenLEON NEAL
Image captionVarios estudios afirman que aplicaciones como Grindr o Tinder aceleran la vida sexual de muchas personas.
Lo mismo ocurre en el caso de las redes sociales.
A pesar de que muchos dispositivos electrónicos son capaces de provocar distracción, su uso ha generado un aumento de las posibilidades para mantener sexo.
De hecho, varias investigaciones han revelado que aplicaciones como Grindr o Tinder aceleran la vida sexual de muchas personas, permitiéndolas tener sexo con otros individuos y con mayor regularidad.
Por tanto, si bien la tecnología tiene un impacto considerable en nuestra vida sexual, no es la única culpable de la reducción de la actividad.

Encadenados al escritorio

En el mundo occidental las jornadas de trabajo son extremadamente largas. En Estados Unidos, por ejemplo, un empleado a tiempo completo trabaja 47 horas de media a la semana.
Es lógico, por tanto, que la fatiga y el estrés provocados por la actividad laboral influyan en la caída de la actividad sexual.
Pero, una vez más, no hay que precipitarse a la hora de sacar conclusiones.
Hombre mirando computadora.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption¿La fatiga y el estrés provocados por la actividad laboral influyan en la caída de la actividad sexual? No todos están de acuerdo.
En 1998, un estudio publicado por Janet Hyde, John DeLamater y Erri Hewitt en la revista Journal of Family Psychology encontró relación entre la actividad laboral y la sexual.
Según los investigadores, la satisfacción, el deseo y la vida sexual de las amas de casa no es inferior al de las mujeres que trabajan a tiempo parcial o completo.
Es más, en contraposición al resto de sus hallazgos, Twenge, Sherman y Wells encontraron una relación sólida entre una vida laboral intensa y una frecuencia sexual elevada.
Pero esto no quiere decir que el trabajo no influya en la actividad sexual. De hecho, es más un tema de calidad que de cantidad.
Tener un mal trabajo puede ser peor para la salud mental que no tener trabajo. Algo que puede extenderse a la vida sexual.
El estrés, en particular, es cada vez más visto como un indicador de la actividad y la felicidad sexual.

El estilo de vida moderno

Hay muchas razones que justifican la influencia de la salud mental en la vida sexual.
Tener un mal trabajo puede ser peor para la salud mental que no tener trabajo.Derechos de autor de la imagenPAUL BROWN / ALAMY STOCK PHOTO
Image captionTener un mal trabajo puede ser peor para la salud mental que no tener trabajo.
Las sociedades occidentales en particular han sufrido una epidemia de enfermedades mentales en las últimas décadas, con especial influjo de las depresiones y los desórdenes de ansiedad.
La inseguridad laboral e inmobiliaria, el miedo al cambio climático y otros factores como la destrucción de los espacios comunes o el deterioro de la vida social influyen y provocan problemas relacionados con la salud mental.
La ciencia conecta esta epidemia con el creciente aumento de la inseguridad, muy presente en la naturaleza de la vida moderna.
En este sentido, la mayoría de investigadores coincide en que son los jóvenes los que más sufren la caída de la actividad sexual.
Un estudio de Jean Twenge, por ejemplo, concluye que los millennials (personas nacidas entre los años 1980 y 2000) tienen menos encuentros sexuales que los jóvenes de la Generación X (1960-1984) y los del Baby Boom (1946-1965).
ParejaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSon los jóvenes los que más sufren la caída de la actividad sexual.

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