martes, febrero 27, 2018

La envidia y el síndrome de Solomon

La envidia y el síndrome de Solomon

Formamos parte de una sociedad que tiende a condenar el talento y el éxito ajenos

La envidia paraliza el progreso por el miedo que genera no encajar con la opinión de la mayoría

Uno de los mayores temores del ser humano es diferenciarse del resto y no ser aceptado

En 1951, el reconocido psicólogo estadounidense Solomon Aschfue a un instituto para realizar una prueba de visión. Al menos eso es lo que les dijo a los 123 jóvenes voluntarios que participaron –sin saberlo– en un experimento sobre la conducta humana en un entorno social. El experimento era muy simple. En una clase de un colegio se juntó a un grupo de siete alumnos, los cuales estaban compinchados con Asch. Mientras, un octavo estudiante entraba en la sala creyendo que el resto de chavales participaban en la misma prueba de visión que él.
Haciéndose pasar por oculista, Asch les mostraba tres líneas verticales de diferentes longitudes, dibujadas junto a una cuarta línea. De izquierda a derecha, la primera y la cuarta medían exactamente lo mismo. Entonces Asch les pedía que dijesen en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era igual a la otra dibujada justo al lado. Y lo organizaba de tal manera que el alumno que hacía de cobaya del experimento siempre respondiera en último lugar, habiendo escuchado la opinión del resto de compañeros.
La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría”
(Solomon Asch)
La respuesta era tan obvia y sencilla que apenas había lugar para el error. Sin embargo, los siete estudiantes compinchados con Asch respondían uno a uno la misma respuesta incorrecta. Para disimular un poco, se ponían de acuerdo para que uno o dos dieran otra contestación, también errónea. Este ejercicio se repitió 18 veces por cada uno de los 123 voluntarios que participaron en el experimento. A todos ellos se les hizo comparar las mismas cuatro líneas verticales, puestas en distinto orden.
Cabe señalar que solo un 25% de los participantes mantuvo su criterio todas las veces que les pre­­guntaron; el resto se dejó influir y arrastrar al menos en una ocasión por la visión de los demás. Tanto es así, que los alumnos cobayas respondieron incorrectamente más de un tercio de las veces para no ir en contra de la mayoría. Una vez finalizado el experimento, los 123 alumnos voluntarios reconocieron que “distinguían perfectamente qué línea era la correcta, pero que no lo habían dicho en voz alta por miedo a equivocarse, al ridículo o a ser el elemento discordante del grupo”.
A día de hoy, este estudio sigue fascinando a las nuevas generaciones de investigadores de la conducta humana. La conclusión es unánime: estamos mucho más condicionados de lo que creemos. Para muchos, la presión de la sociedad sigue siendo un obstáculo insalvable. El propio Aschse sorprendió al ver lo mucho que se equivocaba al afirmar que los seres humanos somos libres para decidir nuestro propio camino en la vida.

La luz de Nelson Mandela

La envidia y el síndrome de Solomon
Después de 27 años en la cárcel y ser elegido en 1994 presidente electo de Sudáfrica, Nelson Mandela compartió con el mundo entero uno de sus poemas favoritos, escrito por Marianne Williamson: “Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de ti. Esta grandeza de espíritu no se encuentra solo en algunos de nosotros; está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros”.
Más allá de este famoso experimento, en la jerga del desarrollo personal se dice que padecemos el síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado. Y también cuando nos boicoteamos para no salir del camino trillado por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás. Esta es la razón por la que en general sentimos un pánico atroz a hablar en público. No en vano, por unos instantes nos convertimos en el centro de atención. Y al exponernos abiertamente, quedamos a merced de lo que la gente pueda pensar de nosotros, dejándonos en una posición de vulnerabilidad.
El síndrome de Solomon pone de manifiesto el lado oscuro de nuestra condición humana. Por una parte, revela nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore. Y por otra, constata una verdad incómoda: que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos. Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas. Y más ahora, en plena crisis económica, con la precaria situación que padecen millones de ciudadanos.
Detrás de este tipo de conductas se esconde un virus tan escurridizo como letal, que no solo nos enferma, sino que paraliza el progreso de la sociedad: la envidia. La Real Academia Española define esta emoción como “deseo de algo que no se posee”, lo que provoca “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”. La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad; de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más.
“Ladran, luego cabalgamos”
(dicho popular)
Bajo el embrujo de la envidia somos incapaces de alegrarnos de las alegrías ajenas. De forma casi inevitable, estas actúan como un espejo donde solemos ver reflejadas nuestras propias frustraciones. Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos para criticar a alguien.
El primer paso para superar el complejo de Solomon consiste en comprender la futilidad de perturbarnos por lo que opine la gente de nosotros. Si lo pensamos detenidamente, tememos destacar por miedo a lo que ciertas personas –movidas por la desazón que les genera su complejo de inferioridad– puedan decir de nosotros para compensar sus carencias y sentirse mejor consigo mismas.
¿Y qué hay de la envidia? ¿Cómo se trasciende? Muy simple: dejando de demonizar el éxito ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Si bien lo que codiciamos nos destruye, lo que admiramos nos construye. Esencialmente porque aquello que admiramos en los demás empezamos a cultivarlo en nuestro interior. Por ello, la envidia es un maestro que nos revela los dones y talentos innatos que todavía tenemos por desarrollar. En vez de luchar contra lo externo, utilicémosla para construirnos por dentro. Y en el momento en que superemos colectivamente el complejo de Solomon, posibilitaremos que cada uno aporte –de forma individual– lo mejor de sí mismo a la sociedad.

lunes, febrero 26, 2018

¿El ejercicio de una vez por semana hace daño?

¿El ejercicio de una vez por semana hace daño? Esto dice la ciencia

Contrariamente a lo que se piensa, la intensa actividad física solo los sábados o domingos tiene efectos positivos en la salud

Enfermedades del corazón
No es cierto que los que hacen ejercicios solo durante los fines de semana ponen en peligro su vida. En YouTube, la palabra 'infarto' está relacionada a más de 650.000 resultados. (Foto referencial: Rolly Reyna / El Comercio)
La sensible pérdida del joven periodista deportivo Daniel Peredo, quien al presentar síntomas durante su partido de fulbito semanal fue trasladado a una clínica local –donde falleció aparentemente de un infarto cardíaco–, ha puesto en el tapete el peligro de hacer ejercicios solo durante el fin de semana.
Muchos hombres y mujeres, por razones de tiempo, son relativamente sedentarios durante la semana, pero hacen ‘jogging’ o juegan fulbito los sábados y domingos. ¿Se han preguntado si esa práctica los pone en riesgo de sufrir también un infarto cardíaco? Hoy veremos qué dice
la ciencia al respecto.
Intuitivamente, pareciera que el hacer ejercicio intenso solo durante los fines de semana no es lo mejor para la salud, que lo sensato –y saludable– es que este sea la culminación de un programa diario o interdiario de actividad física. Pero lo cierto es que –a pesar de que mucha gente solo hace ejercicios los fines de semana– en la vida real no hay estadísticas que demuestren que cada fin de semana decenas o centenares de personas mueran haciendo ejercicios.
--- Creencia errónea ---

La única manera de saber si esta costumbre es peligrosa sería hacer un estudio que compare esa práctica con otros tipos de actividad física. Al respecto, la investigación más completa sobre ese tema fue publicada por especialistas del Centro Nacional para el Deporte y la Medicina del Ejercicio de Inglaterra en la revista de la Asociación Médica de Norteamérica el 9 de enero del 2017. En esta, se demuestra que la práctica del deporte intenso del fin de semana es beneficiosa para la salud.
Los autores analizaron los datos de 63.591 hombres y mujeres que fueron estudiados entre 1994 y el 2012. El 44% de los voluntarios fueron mujeres y 46% varones. Ambos tenían una edad promedio de 58 años.

Los participantes respondieron un cuestionario en el que detallaron la frecuencia de actividad física que practicaban, lo que permitió clasificarlos en cuatro grupos. El primero, de los sedentarios, constituyó el 63% de toda la muestra. El segundo, de los insuficientemente activos (menos de 150 minutos a la semana de ejercicio moderado o menos de 75 minutos a la semana de ejercicio intenso) fue el 22%. El tercero, de los ‘guerreros’ de fin de semana (más de 150 minutos de ejercicio moderado o más de 75 minutos de ejercicio intenso en una o dos sesiones de fin de semana), fue el 4% de la muestra. Finalmente, el cuarto grupo, de los regularmente activos (más de 150 minutos a la semana de ejercicio moderado o más de 75 minutos a la semana de ejercicio intenso por lo menos durante tres días a la semana), formaba el 11%.

Durante todo el tiempo de observación, se produjeron 8.802 muertes, de las cuales 2.780 se debieron a enfermedades del corazón y 2.526 por cáncer.

Los resultados demostraron que –en comparación con los participantes sedentarios– aquellos que hicieron cualquier tipo de ejercicio (insuficientemente activos, ‘guerreros’ de fin de semana
o regularmente activos) tuvieron menor posibilidad de morir, ya sea de enfermedad cardíaca o de cáncer.

Para ser más específicos –y resaltar a los ‘guerreros’ de fin de semana–, este grupo tuvo 30% menor posibilidad de morir por cualquier causa, 40% menor posibilidad de morir por enfermedades del corazón y 18% menor posibilidad de morir de cáncer que una persona sedentaria.

En otras palabras, este estudio demuestra que no es cierto que los que hacen ejercicios solo durante los fines de semana ponen en peligro su
vida. Al revés, la evidencia demuestra que eso es beneficioso para su salud. Ya un estudio previo –de la Universidad de Harvard y publicado en el 2004– había demostrado que había 41% menor mortalidad de los ‘guerreros’ de fin de semana, comparados con los sedentarios. ¿Cuál es el problema entonces?
--- Riesgos propios ---

El problema –y un hecho que puede explicar algunas muertes de ‘guerreros’ de fin de semana– es que mucha gente no tiene la buena costumbre de contar con un médico de cabecera, por lo que no tiene ni idea de cuál es su estado de salud. En otras palabras, muchas personas padecen de presión alta, arritmias cardíacas, malformaciones cardíacas congénitas, diabetes sin control, trastornos
glandulares u otras enfermedades que las vuelven susceptibles a presentar problemas durante el ejercicio intenso, sea este diario o de
fin de semana.

Si toda persona tuviera consultas preventivas anuales, en las que se identifiquen sus factores de riesgo –o características personales que
la predisponen a sufrir una enfermedad–, sería más fácil dosificar la intensidad del ejercicio que se debe practicar y prevenir la mayoría –no todos– de casos de muerte durante la actividad física.

Al respecto, la recomendación de que cada persona que desee hacer ejercicio deba hacerse un electrocardiograma, un ecocardiograma o una radiografía de pulmones es impráctica e innecesaria. Los exámenes auxiliares que necesita una persona deberán ser  individualizados por el médico en la visita anual.
--- Corolario ---

No es raro que la ciencia demuestre que una situación que a simple vista parezca lógica y predecible sea errónea. Solo un estudio científico bien diseñado, adecuadamente conducido y con datos bien analizados, puede dar luz sobre un tema controversial. En el caso de los ejercicios de fin de semana, no es cierta entonces la creencia de que el que los hace está poniendo su vida en peligro; al revés, la evidencia demuestra que esta costumbre es beneficiosa. Lo malo es no saber cuál es el estado previo de nuestra salud y lanzarnos a la piscina sin saber si esta tiene agua.

Defensa de la masturbación femenina

Defensa de la masturbación femenina / Sexo con Esther

Si alguien piensa que esta columna es una apología a la paja femenina, pues está en lo cierto.
Sexualidad femenina
Hay que derrumbar pudores y eliminar miedos con respecto al cuerpo.
Foto: 
123RF
 
24 de febrero 2018 , 11:45 p.m.
La masturbación es una práctica placentera, pero con muy mala publicidad. Tanto, que es vergonzante en extremo. Sobre todo en las mujeres, que difícilmente reconocen que echan mano de ella para darse gusto.

Lo cierto es que la autosatisfacción es el primer brote que aparece en el desarrollo sexual en todo el mundo, porque es la base del autoconocimiento, la activación de las fantasías y el mejor entrenamiento para el orgasmo. Y no sobra decir que, si bien suele ser una tarea en solitario, también se puede hacer en pareja.
El placer que deja una buena manipulación personal no es ni mejor ni peor: es un goce diferente y más que remplazar algo, es la vía más expedita para una conexión más íntima con nosotras mismas. Y sus ventajas son múltiples. Para comenzar, baja la incómoda ansiedad que produce la necesidad de estar sincronizadas con la contraparte en todas las fases del aquello.

Además, a partir de las fantasías, se puede cambiar el escenario, las condiciones y hasta los personajes que nos estimulan.

Por si fuera poco, en tiempos en que campea la anorgasmia, los socorridos toques permiten descartar problemas orgánicos o mentales que puedan causar esta apatía y abrir una puerta plena al goce con más seguridad.

Derrumbar pudores y eliminar miedos con respecto al cuerpo, además de aliviar algunos dolores que rondan en la planta baja, también son efectos de la generosa masturbación. Y a lo anterior se le agrega la facilidad y la inmediatez con las que se pueden poner manos a la obra en estos nobles objetivos. 

Todo lo anterior, sin contar las maravillosas sensaciones de placidez y bienestar que aparecen después de que se reciben atenciones propias, en razón a que es la forma más divertida de liberar en el cerebro las hormonas amigables e infalibles a la hora de pasarla bueno, como son la dopamina y la oxitocina. Y como es natural, eso, de paso, nos mejora el sueño, a la par que ayuda a relajar el útero y otros músculos aledaños, con lo que salen en estampida los odiosos cólicos. 

¿Les parece poco? Pues dicen los que saben que cuanto más frecuentes sean los orgasmos autónomos que se desprenden de esta práctica, más se elevan las defensasy ayudan a poner a raya, principalmente, las infecciones leves del sector pélvico.

Y déjenme decirles, sin vergüenza, que lo que más me gusta de autoquererme es que es una rica variante cuando los señores no están a la altura de las ganas y las expectativas con las que llegamos a la cama.

Y para terminar, si alguien piensa que esta columna es una apología a la paja femenina, pues tengo que decirle que está en lo cierto.

Los ‘millennials’, una generación que ya tiene sus propios males

Los ‘millennials’, una generación que ya tiene sus propios males

Por sus características, los adultos jóvenes de hoy padecen enfermedades con rasgos específicos.
Enfermedades de los 'millennials'
En un entorno de sociabilidad extrema y competitividad creciente, también son presa de enfermedades y alteraciones que parecen ser diseñadas para ellos.
Foto: 
123RF
 
25 de febrero 2018 , 07:21 p.m.
Los ‘millennials’, nacidos entre 1980 y el 2000, también llamados generación Y o Peter Pan, han sido centro de estudios de corte antropológico que los categorizan, sin generalizar, dentro de unas características específicas que los diferencia de sus antecesores (generación ‘baby boomers’), criados en medio de conflictos bélicos e inestabilidad económica.
 
A decir de los expertos, los ‘millennials’ son nativos digitales que dominan la tecnología como una prolongación de su cuerpo, aptos en el uso de dispositivos y en ese comportamiento ‘multitasking’ que los transforma en nomófobos; además de adictos a las aplicaciones, en un entorno de sociabilidad extrema y competitividad creciente, al parecer, también son presa de enfermedades y alteraciones en la salud que parecen ser diseñadas para ellos.

En otras palabras, esta generación que demanda personalización y nuevos valores se convierte en elemento interesante desde el plano epidemiológico, al tenor de algunos estudios que evidencian que hay males propios que, a la par de una hipersensibilidad hacia el mundo, los afectan de manera silenciosa. Y en ese contexto, vale la pena mirar algunos de ellos.
Ansiedad
Si bien esta preocupación excesiva y persistente nos afecta a todos, según un estudio de la BDA Morneau Shepell, estos jóvenes son proclives a desarrollar ansiedad un 30 por ciento más que la generación anterior. De acuerdo con el psiquiatra Rodrigo Córdoba, esta conducta empieza a hacerse notoria. Mientras la ansiedad puede manejarse en otros de forma sencilla, en algunos de estos jóvenes se convierte en barrera para la vida cotidiana y profesional. De ahí que el especialista recomiende estar pendiente de rasgos como irritabilidad, preocupación excesiva e insomnio, que al volverse permanentes, exigen intervención específica.
Estrés
Encuestas realizadas por la Asociación Americana de Psicología (APA) han demostrado que los ‘millennials’ son una generación más comprometida con este padecimiento, a tal punto que alteraciones en la presión arterial, algunas enfermedades gástricas y la baja tolerancia a la frustración –crecientes en este grupo– se han identificado como consecuencia directa del estrés. Según la APA, desde el 2007 las preocupaciones más relevantes en estas edades están relacionadas con el dinero.
Distimia
Es un trastorno caracterizado por ser una forma leve pero crónica de la depresión prolongada. Según un análisis de la Asociación Psiquiátrica de América Latina (Apal), la distimia cada vez es más frecuente en menores de 30 años. “Es una condición relacionada con la alta exigencia, la necesidad imperiosa de aceptación grupal y una frustración permanente por las metas no cumplidas”, dice la Apal. Estos adultos jóvenes, en razón a este trastorno, presentan fatiga, disminución en la autoestima, malos hábitos alimentarios y frecuentes manifestaciones de desesperanza. Son elementos que, de prolongarse –dice la psicóloga Sandra Herrera–, ameritan manejo desde el plano terapéutico.
 
Fatiga visual
Es claro que el contacto permanente con pantallas y dispositivos, sostenido casi desde la niñez, ha hecho que en esta población el síndrome de fatiga visual sea constante. Según un estudio de Vision Council of America, asociación de la industria óptica de Estados Unidos, el 73 por ciento de los ‘millennials’ presenta esta alteración, consistente en molestias oculares, como cansancio, sequedad, visión borrosa, lagrimeo, además de dolores en la espalda, la cabeza y el cuello, que tienden a volverse crónicos y es claro que se producen tras dos horas o más de utilizar dispositivos electrónicos de pantalla.

De acuerdo con el oftalmólogo Orlando Ustariz, estas alteraciones exigen intervención y pautas para tratar de atenuar los efectos de las pantallas sobre los ojos, que comienzan con pausas específicas y, en casos extremos, restricciones.
Cáncer de colon y recto
Llama la atención que un estudio realizado por el Instituto Nacional de Cáncer de EE. UU. demostró que los tumores malignos en colon y recto se han incrementado significativamente en población joven. Según el análisis, esta situación estaría ligada a los cambios en los estilos de vida en los que el elevado consumo de carnes rojas y de alcohol son determinantes, además del bajo consumo de fibra, el sedentarismo, la obesidad y el tabaquismo. El estudio evidenció que los nacidos después de 1989 duplican el riesgo de padecer cáncer de colon y cuatro veces más de sufrir cáncer rectal, al compararse con los nacidos en años anteriores, específicamente con la incidencia de estos males en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta.

También demostró que la incidencia de cáncer de colon ha aumentado cada año casi el 2 por ciento en adultos de 20 y 39 años, desde 1980 para acá. Con el agravante de que el incremento anual de los tumores de recto fue del 3 por ciento en adultos menores de 30 años desde 1974. Curiosamente, estos males disminuyeron en mayores de 55 años. Con estos datos, el gastroenterólogo Ángel Alberto Castro destaca que en jóvenes que presenten cambios en hábitos intestinales, diarreas o estreñimiento, sangrados rectales o dolor, se hace necesaria una valoración y, en casos específicos, un complemento con examen endoscópico.

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