La deficiente cultura sanitaria en el Perú
Elmer Huerta MD
En los últimos días, medio Perú está hablando sobre las condiciones sanitarias de los restaurantes en el país. Todo eso debido al publicitado hallazgo de una cucaracha en una pizza, un asunto que hizo que la cadena Domino’s Pizza cierre todos sus locales en el país, para reorganizarse y “limpiar” tanto su imagen como sus tiendas.
Pero pensamos que el asunto va más allá de unas cuantas cucarachas en una pizza, insectos en los helados, hojas de afeitar en el alfajor o ratas en el cine que están siendo ahora reportados de varias ciudades del país. Limitar la discusión de la situación sanitaria del país a la discusión de esas anecdóticas cucarachas en un restaurante es como limitarse a discutir las características del ojo derecho de un elefante, sin prestar atención a la enormidad del sufriente animal que estamos examinando.
El objetivo de esta columna es plantear que en amplios sectores de la población peruana, la cultura sanitaria social es casi inexistente y que eso sucede porque a través de los años, el estado no ha hecho de la salud ambiental una prioridad social elemental. Pareciera que al convivir diariamente con un medio ambiente insalubre, muchos peruanos consideramos que el enorme elefante de la insalubridad es parte de nuestra vida diaria, y que solo cuando el ojo derecho de ese elefante lagrimea, es que nos preguntamos porque está llorando el elefante.
Veamos algunos ejemplos de ese fenómeno.
Basura en las calles. Exceptuando ciertos vecindarios en Lima y ciertas capitales de departamento, los montículos de basura en las calles son un elemento infaltable en el paisaje urbano popular en el Perú. En las últimas semanas, la situación de la basura callejera en ciertos populosos distritos de Lima metropolitana fue tan grave que mereció la atención de los medios de comunicación, que desde entonces, ya se olvidaron del asunto.
Los hogares producen basura diariamente y en ausencia de un sistema organizado de recolección, transporte, manipulación, reciclado y deshecho, pocas son las opciones que tiene el ciudadano para deshacerse de ella. Y si a eso le sumamos la falta de educación sanitaria familiar y el fenómeno de acostumbramiento arriba mencionado, al mirar los enormes cerros de basura de su vecindario, el ciudadano se resigna pensando que eso es así, que nada puede hacer y que la basura en la calle es parte de su vida diaria.
Comida callejera. Existen decenas y centenares de puestos ambulatorios de comida en el Perú. Obviamente son usados por la gente de escasos recursos económicos, quienes o no se fijan o no se quieren fijar en las paupérrimas condiciones de salubridad con que se manipulan los alimentos que se llevan a la boca. Es posible también que esta gente (tanto los comensales como los que manipulan la comida), estén tan acostumbrados a la insalubridad que piensen que eso es lo normal, que no hay otra manera de hacerlo.
Contaminación del mar. Con casi nueve millones de habitantes, los desagües del 86% de los habitantes de la ciudad de Lima llegan al mar. De estas aguas servidas, sólo el 10% esta tratada, lo cual significa que el 90% de los desagües de Lima llegan a través de siete colectores directamente a las playas en que usted amable lector disfruta este verano. Agua no tratada significa que contiene todas las bacterias coliformes del intestino humano. Tan mala es la situación que el Ministerio de Salud tiene que monitorear semanalmente que playas son saludables y cuáles no lo son, considerándose que una de cada cinco playas es una insalubre sopa de bacterias.
Contaminación del Lago Titicaca. Lo mismo que en Lima, los desagües de cerca de dos millones de puneños llegan directamente al pobre Lago Titicaca, que está a punto de colapsar. Si tiene buen estómago, mire estas fotos del pobre y contaminado Lago Titicaca.
Limpieza de los mercados. Con muy pocas excepciones, en muchos mercados de abastos los alimentos están al lado de la basura. Nuevamente, los usuarios y los dueños de los puestos, han aprendido a “convivir” con esas condiciones insalubres.
Baños de restaurantes y otros lugares públicos. Este es un asunto que nos distingue en el Perú y llama la atención de los turistas. Con excepción de ciertos restaurantes y hoteles de lujo, muchos de esos establecimientos populares tienen baños que dan lástima. Si hay agua corriente, no hay jabón, si hay jabón, no hay papel y raramente están esos tres elementos juntos. Los inodoros no funcionan y no tienen papel higiénico y muchas veces el hedor es tan ofensivo, que la gente simplemente se inhibe de usarlos. Al saber esto, muchas madres de familia urgen a sus hijos a “ir al baño” antes de salir a comer a la calle porque “no vaya a ser que les dé ganas de ir al baño” y “ya saben cómo son esos baños de sucios”. Nuevamente, ya le gente se acostumbró a aceptar la realidad de que los baños son sucios y por tanto “tienen que adaptarse” a vivir con la suciedad.
Baños de las dependencias del Ministerio de Salud. Este es un asunto que debería provocar un inmediato sonrojamiento en la cara del ministro de salud e incluso del propio presidente de la republica. ¿Concibe usted amable lector que los baños de las postas médicas y hospitales del Perú sean muladares inusables por el público? Al hablar de este tema en mi programa radial, recibí hace un par de días la airada llamada de un oyente desde Arequipa, quien nos contaba que en el servicio de cardiología del hospital de su ciudad, el “baño de hombres” “daba pena” y no se podía usar. ¿Cómo puede una sociedad permitir esta situación tan lamentable?
Nuevamente, pensamos que la ausencia de cultura sanitaria esta tan arraigada en el Perú que hasta aquellos profesionales de la salud que se supone debe cuidar la salud de los peruanos, permiten que sus propias instalaciones sanitarias sean insalubres. Es posible que al igual que la pobre gente que ve con resignación las montañas de basura en las calles de sus barrios, las autoridades del ministerio de salud se hayan acostumbrado también a tener y mantener suciedad dentro de sus propias postas y hospitales. No encuentro otra explicación.
¿Qué hacer?
En resumen, este asunto de la salubridad del medio ambiente es complejo y requiere varios niveles de acción. Desde iniciativas técnicas de salud pública como la construcción de infraestructura o mejoramiento de la existente, sistemas municipales que controlen la recolección y distribución de los deshechos y construcción de sistemas de agua potable y alcantarillado entre otras.
En el Perú por ejemplo, uno de cada cinco hogares no tiene agua potable y uno de cada tres no tiene sistema de desagüe, y para terminar de complicar las cosas, el 15% de las escuelas de la zona urbana y el 55% de los de las zonas rurales no están conectadas a la red de agua potable o alcantarillado. ¡Pobres niños, como van crecer pensando que la salubridad es importante, si no la tienen ni en su casa, ni en su barrio y ni en la escuela! ¿Dónde harán sus necesidades esos niños?
Un segundo tipo de acciones están encaminadas a la sociedad con el objetivo de que adquiera los conocimientos que le permitan cambiar sus actitudes hacia la salubridad y que se dé cuenta que “convivir en condiciones insalubres” no es lo normal. Una vez cambiada esa actitud, recién el ciudadano podrá adoptar comportamientos que lo lleven a tener un hogar, un vecindario y una ciudad más saludable. Pero de que valen las campañas educativas si las condiciones de infraestructura no lo ayudan a cambiar.
Y por último, la tercera acción, y la más importante, es la política y económica, es decir que el estado invierta en la salubridad de la nación y eso se llama política de estado. En otras palabras, en el mismo renglón de prioridad que tiene el desarrollo económico o las relaciones internacionales, el desarrollo de una sociedad saludable debe ser una política de estado inalienable.
Y es aquí en donde el liderazgo del presidente de la republica es vital. Un jefe de estado debe estar atento a las condiciones sanitarias de su nación. No es un hecho menor, no es un hecho banal el permitir que su país viva en condiciones insalubres y se acostumbre a esa situación. Si un presidente tuviera como clara política de estado la salubridad de su nación, es posible que sea más fácil que su mandato permee el trabajo de sus ministros, funcionarios y alcaldes, quienes en último término son los responsables directos.
Recientemente, en su discurso por el día de la independencia, el primer ministro de la India Narendra Modi, junto a sus metas de propiciar el desarrollo tecnológico y económico de su país, dijo que quería eliminar también la defecación al aire libre de sus ciudadanos. Increíblemente, fue recién después de ese discurso, que mucha gente “se dio cuenta del problema”.
No creo que haya nada de malo con que un presidente ponga el asunto de la salubridad nacional en el discurso popular, al revés, creo que es su obligación.
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