Aprenda a disfrutar de no hacer nada
Los
perfiles más proclives a ser 'workaholic' son hombres y mujeres entre
30 y 50 años. Suelen ser personas ambiciosas y competitivas
Hay personas que sienten
devoción por su trabajo, unos porque es su auténtica vocación, otros por
realizar una tarea que les apasiona, los hay que están muy implicados
con el proyecto de su organización o se mueven como pez en el agua
integrados en su equipo. Todos ellos pueden trabajar muchas horas y
cansarse como el que más, pero el resultado de su esfuerzo es la satisfacción personal y profesional.
Este bienestar lo desplazan a otras áreas, tienen vida familiar, hacen
deporte o quedan con los amigos sin que su mente viva encadenada a las
preocupaciones del trabajo. Al otro lado, está la pasión obsesiva, denominada workaholism (adicción al trabajo) por el psicólogo Wayne Oates, que en 1971 la describió en su libro Confesiones de un Workaholic. El adicto trabaja muchas horas -más de 55 a la semana-, no puede parar y, si lo hace, se siente culpable. Atrapado en las listas de tareas -«lo que tengo que hacer»-, puede disfrutar de su trabajo brevemente antes de volver al agobio de los cometidos pendientes. No es adicto porque trabaja mucho, sino porque le domina el exceso de driven, el impulso a trabajar, que no permite que su ocupadísima mente haga una pausa y descanse.
Más horas no significan mayor rendimiento, el laboro-adicto puede dar problemas: vive a lo suyo, estresado e irritable por lo que tiene conflictos con los compañeros y su ansiedad no le deja ver el bosque de las soluciones. A David le despidieron de su trabajo como profesor. Su perfeccionismo excesivo hacía que los programas docentes se complicaran mucho. «Me encanta mi trabajo, es mi vida», decía. La palabra vacaciones era como hablar del infierno para él: «¿Qué hago con todo ese tiempo libre?», gritaba. Tuvo que aprender a parar su mente, tener espacios propios, hacer yoga y desarrollar la empatía hacia su agotada pareja.
Causas del 'workaholic'
Todos los estudios apuntan que para ser un alcohólico laboral hay que tener un componente de personalidad dependiente, en este caso a la realización de la tarea, como fuente de autoestima. Por otra parte, el enganchado al trabajo posee un tipo de perfeccionismo disfuncional por el que se pregunta a cada paso si lo estará haciendo bien, lo que acrecienta su inseguridad de fondo. Puede tener rasgos obsesivo-compulsivos, rumia las preocupaciones, se agota y vuelve a trabajar para calmarse: es su bucle neurótico. Suele ser ambicioso y competitivo, pero alberga expectativas elevadas difíciles de alcanzar. Sufre de exceso de responsabilidad por lo que le cuesta delegar y ostenta un rasgo masoquista: asume la sobrecarga de trabajo con resignación y con poca responsabilidad hacia su salud.En general, hay dos perfiles de workaholic: los que están muy solicitados por su eficacia y comprometidos con su carrera, donde el componente narcisista es mayor; y los que temen enfrentarse cada día a su trabajo, agobiados por las tareas y por sus dudas para realizarlas. Este conflicto les dificulta para alcanzar sus logros y, en el caso de adicción grave, les lleva a fracasar una y otra vez. Todos narran que, en su infancia y juventud, la única forma de obtener alabanza de sus padres era demostrar esfuerzo y sacrificio, pero reprimían sus propios sueños. Otra semilla se encuentra en las escuelas muy exigentes, que priman el éxito incluso a costa de las propias personas.
En general, la adicción funciona como esas trampas de pesca para atrapar pulpos y calamares, que una vez dentro ya no pueden salir de ellas. En la primera fase, hay una puerta muy grande donde domina el sentimiento de capacidad y valía, los jefes no necesitan imponerse porque los empleados se quedan voluntariamente. En la segunda fase, el espacio se estrecha y quedan atrapados en sus listas de tareas. Se dan cuenta de que tienen que frenar; sino su salud mental se resentirá, pero el cerebro se obsesiona con la tarea pendiente y se dejan de lado amigos y familiares: «¡Me gusta el trabajo!, les dicen. La nicotina y el café pueden volverse sus fieles compañeros.
En la tercera fase, ya hay síntomas físicos: úlcera estomacal, presión arterial alta y cardiovasculares (se calcula que el 25% de los enfermos coronarios entre 40 y 60 años son workaholics). El sedentarismo y la mala postura producen lesiones cervicales y dolores de espalda. En Reino Unido existe el síndrome del sábado, la misteriosa pauta que enferma a los trabajadores sólo en su tiempo libre. Ahora, es difícil salir de la trampa solo.
¿Es adicto al trabajo?
Además de los síntomas ya descritos, la adicción conlleva otros sufrimientos:Síntomas emocionales. El trabajo produce ansiedad y agobio por estar siempre preocupado por lo que falta por terminar. Cuando sale puede tener la sensación de vacío sin nada que hacer. Tiene mal humor y accesos de irritabilidad cuando no puede trabajar, como un alcohólico en plena crisis de abstinencia. Su autoestima se apoya exclusivamente en su actividad laboral, por eso no puede bajar la guardia y la relajación es imposible. Un síntoma muy significativo es la anhedonia, es decir, la incapacidad de disfrutar de las cosas buenas de la vida. Ana, tiene 30 años y es de la generación millenial, según un estudio Project Time Off, publicado en Harvard Business Review, las personas de su edad son los «mártires del trabajo», al moverse en un contexto laboral precario, sienten agobio, culpa y temor a ser reemplazados, por lo que es fácil que caigan en las conductas de adicción. Está aprendiendo a no ser autoexigente y relajarse cuando está con los demás.
Síntomas relacionales. La familia y los amigos se resienten de esa dedicación exclusiva al trabajo, no sólo por el poco tiempo que les dedica el workaholic, sino porque él piensa que le roban tiempo ¡con todo lo que tiene que hacer! Se vuelven egoístas y se relacionan sólo con las personas que le pueden aportar algo para su trabajo y reaccionan con irritabilidad y enfado antes cosas nimias. En consulta, son las parejas o hijos (o los empleados si los tiene) los que vienen pidiendo ayuda agotados por la tensa relación con el adicto con un ¡arréglelo, por favor! en la mirada. José vino a terapia de pareja con su mujer. Trabajaba de sol a sol y al llegar a casa después de cenar volvía a conectarse con su oficina on line. Los fines de semana se sumergía en un letargo emocional donde sólo le apetecía estar en casa. Tuvo que conectar con su malestar personal, acotar los horarios de trabajo e instalar el parón tecnológico radical en casa.
Psicosoluciones
Los perfiles más proclives a ser workaholic son hombres y mujeres de entre 30 y 50 años. Algunas profesiones son más vulnerables: los artistas por el estrés de la creatividad, los ejecutivos que no delegan, los políticos que buscan poder por la implicación, las profesiones de ayuda a los demás, las de riesgo como los servicios de seguridad, los periodistas por el estrés de la crónica diaria y las amas de casa por el aburrimiento y la soledad. Algunas propuestas para mejorar su calidad de vida son:A nivel individual. Parar los pensamientos en torno al trabajo con instrucciones positivas como «mañana será otro día» o «me ocuparé de los problemas del trabajo sólo en el horario de trabajo».
- La técnica de las actividades placenteras obligatorias: para aprender a distraerse haga una lista de 20 actividades gratificantes y realice «obligatoriamente» dos al día.
- Utilizar el saboreo: coma despacio sintiendo el sabor, escuche música apreciando los tonos o mire un cuadro observando los colores, si su mente se va, vuelva al saboreo.
- Desconexión tecnológica: sólo use la tecnología en horarios de trabajo, no duerma con el móvil cerca y no se lleve el ordenador de vacaciones.
- Buscar nuevas aficiones: anímese a hacer una nueva actividad que no conozca; el golf o el ajedrez le están esperando.
- Practique técnicas de relajación como yoga, respiración o meditación todos los días. Empiece en vacaciones y nunca más lo deje.
Para la familia. No improvisar. Lleve un listado de actividades y de planes bien definidos estas vacaciones.
- Establecer normas para el uso de la tecnología, horarios de descanso y de ocio.
- Ayúdele a distraerse. Si habla del trabajo, dígale con afecto que el horario laboral ya se acabó. Hay que reconocer que los adictos, si se sienten valorados, aceptan mejor las nuevas propuestas.
- Tómese tiempo para sí mismo. A veces convivir con la adicción puede mermar la salud, dedíquese tiempo para cargar sus pilas.
El trabajo es una fuente de gratificación que aporta compensación económica, favorece el reconocimiento social y la autovaloración. Pero se nos puede ir de las manos. Si éste es su caso, le sugiero una lectura y una receta. La primera es el libro Workaholics, haga que la pereza trabaje para usted, que escribió Wayne Oates hace 40 años, su medicina sigue siendo útil hoy. La receta es el dolce far niente, que no es un postre, sino una forma de entender la vida a la italiana: si quiere poder trabajar y desarrollar su creatividad mañana, disfrute lo dulce de no hacer nada hoy.
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