lunes, mayo 02, 2011

El orígen del beso

 
 
El beso romántico es un signo, o más bien un síntoma: Si está presente en el encuentro amoroso y no es sólo bisutería del acto sexual, la pareja mantiene una auténtica relación de amor.
Por: Aloyma Ravelo

No obstante hurgar en cibersitios y viejos libros, no pude hallar una respuesta concreta. Nadie que respondiera a ciencia cierta la pregunta de cuándo surgió el beso de amor. Quizás porque su nacimiento se pierde en la lejanía de siglos pasados. Unos autores dicen —y parece ser la versión más generalizada— que floreció esa costumbre en el mundo occidental. Las civilizaciones antiguas no lo conocían y fueron, precisamente, exploradores, viajeros y misioneros occidentales los encargados de difundirlo por todos los confines del planeta.

Claro que, hasta ahora, me he referido al beso de tipo religioso, familiar, de amistad… porque el beso de amor es cosa mucho más moderna. Se cuenta que data, como manifestación cotidiana, del siglo XVI; entonces se incorpora a la vida pública como parte del cortejo entre hombres y mujeres. Pero su expresión actual se debe al influjo de lo romántico desde el siglo XIX.

Esta información se contradice un tanto con lo que afirma Plutarco, historiador griego que vivió entre los años 50-125 d.n.e. Relata que los seres humanos comenzaron a abrazarse y a besarse debido a una ley promulgada por los romanos, mediante la que se prohibía a las damas tomar vino. Todos los días, los esposos debían verificar el aliento de sus mujeres para comprobar si había rastro que descubriese la ingestión del néctar proscrito. Pero parece que ese sistema no dio mucho resultado y, pronto, se implantó otra ley más rígida en tal sentido: se ordenó que, además de aspirar el aliento, los caballeros romanos debían rozar los labios de sus esposas y cerciorarse bien que no había en ellos vestigios de sabor a vino.

Al margen de esa historia, creíble o no, las autoridades en la materia dicen que el impulso de besar no es innato en los seres humanos; se ha desarrollado gradualmente y forma parte activa de las costumbres de muchos pueblos y nacionalidades.

Sin embargo, como expresión íntima de amor, o como simple saludo, tiene sus propias características en las diferentes regiones del mundo. Hay países que lo practican poco; otros, como por ejemplo, Cuba, muy frecuentemente. Depende, en fin de cuentas, de la idiosincrasia de cada región, y hasta algo tiene que ver con el clima, pues los esquimales disfrutan del beso de un modo muy particular: frotándose la nariz. Ese uso ha de estar relacionado con el invierno, pues sirve, sin lugar a dudas, para darle calor a esa zona de la cara que tan fría se pone cuando la temperatura es baja.

Un naturalista inglés del siglo pasado considera el beso familiar como una evolución de la lactancia materna. Comenta que de esa modalidad surgieron otros, como el de devoción, reverencia y el amistoso.

Lo cierto es que, tiempo atrás, existían diferentes tipos de besos, que ya son totalmente obsoletos:


•Beso esponsalicio: Por primera vez, los amantes tienen derecho a darse un beso en los labios, y es después de haber contraído matrimonio.
•Beso del pie: sobre todo en el Oriente, fue costumbre muy difundida, besar los pies del soberano.
•Beso profiláctico: es el recatado y breve, de boca a boca, pero a través de una gasa esterilizada, como medida preventiva para evitar el traspaso de microbios. Como se imaginarán, este tipo de beso tuvo poca vigencia y, en general, no era del agrado de las mayorías.

Una pendiente de emociones
En 1936, el norteamericano John Morris, lo describe de una manera que ha quedado para la historia: “Correrá lava por tus venas. Te quedarás sin respiración. Gemirás y te desmayarás, porque la sangre huirá de tu cabeza y correrá desbocada por todas las venas de tu cuerpo. Entonces serás incapaz de pensar o razonar”.

Según la articulista del periódico chileno “El Mercurio”, Pia Rajevic, un buen beso provoca una verdadera revolución en el cuerpo: quema entre 3 a 12 calorías; pone en movimiento nada menos que 12 músculos de los labios y otros 17 de la lengua; y hace que las pulsaciones cardíacas pasen de 70 a 140 por minuto.

Dice que, además, produce una seguidilla de procesos químicos que turban al organismo. Los biólogos explican que un beso intenso aumenta la secreción de dopamina —que aumenta la sensación de bienestar— y testosterona, la que se asocia al deseo sexual. Además, libera adrenalina y noradrenalina, acelerando la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Por último, la glándula pituitaria ubicada en la base del cerebro, segrega oxitocina, una hormona que hace sentir un especial bienestar a las personas

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