Lima - ¿Por qué estudiantes inteligentes que logran muy altas calificaciones escolares no son luego los que tienen los mejores desempeños en la universidad y más aún en el mundo laboral y empresarial? Porque sus habilidades intelectuales no están integradas con fortalezas del carácter, como optimismo, perseverancia, inteligencia social y capacidad de recuperarse frente a los traspiés sin quedarse atados a sus fracasos. Son esos alumnos que pueden tolerar dejar de ir al cine para terminar sus trabajos, o mantenerse optimistas pese a los líos en el hogar o pedir a los profesores trabajos adicionales para recuperar sus malas notas.
Es decir, resulta más relevante que tener una alta inteligencia el ser capaz de trabajar duro, ser valiente y perseverante en la búsqueda de un objetivo. Es como el atleta que se esfuerza y entrena duramente, se foguea en competencias en las que a veces gana y otras pierde, supera sus frustraciones, sigue para adelante sin rendirse, para aproximarse al logro aspirado.
Ésa no es la experiencia que se llevan consigo gran cantidad de estudiantes inteligentes a los que "les viene fácil" el logro académico por sus ventajas intelectuales genéticas, pero que se esfuerzan poco por cultivar su excelencia. Esas personas, cuando enfrentan algo que realmente les resulta difícil, se achican, evaden y rinden, porque no están acostumbradas a experiencias duras que exijan poner en juego la fortaleza de su carácter.
Paul Tough, en "What if the Secret to Success Is Failure?" (NYT 14/9/2011), alude al tema reseñando trabajos de los sicólogos Christopher Peterson y Martin Seligman, autores del cuestionario de Fortalezas y Virtudes del Carácter (U. Oxford, 2004). Encontraron 24 fortalezas del carácter comunes a todas las culturas en todas las épocas, pero para efectos escolares las redujeron a 7 principales: pasión, valentía, autocontrol, inteligencia social, gratitud, optimismo (con proyección al futuro) y curiosidad (e interés por el mundo).
Si la escuela cultivara esas fortalezas de carácter a través de todas sus actividades y estrategias pedagógicas, estaría ayudando a los alumnos a construir los pilares que les ayuden a tener una buena vida, significativa, relevante y abierta a la felicidad.
Es decir, resulta más relevante que tener una alta inteligencia el ser capaz de trabajar duro, ser valiente y perseverante en la búsqueda de un objetivo. Es como el atleta que se esfuerza y entrena duramente, se foguea en competencias en las que a veces gana y otras pierde, supera sus frustraciones, sigue para adelante sin rendirse, para aproximarse al logro aspirado.
Ésa no es la experiencia que se llevan consigo gran cantidad de estudiantes inteligentes a los que "les viene fácil" el logro académico por sus ventajas intelectuales genéticas, pero que se esfuerzan poco por cultivar su excelencia. Esas personas, cuando enfrentan algo que realmente les resulta difícil, se achican, evaden y rinden, porque no están acostumbradas a experiencias duras que exijan poner en juego la fortaleza de su carácter.
Paul Tough, en "What if the Secret to Success Is Failure?" (NYT 14/9/2011), alude al tema reseñando trabajos de los sicólogos Christopher Peterson y Martin Seligman, autores del cuestionario de Fortalezas y Virtudes del Carácter (U. Oxford, 2004). Encontraron 24 fortalezas del carácter comunes a todas las culturas en todas las épocas, pero para efectos escolares las redujeron a 7 principales: pasión, valentía, autocontrol, inteligencia social, gratitud, optimismo (con proyección al futuro) y curiosidad (e interés por el mundo).
Si la escuela cultivara esas fortalezas de carácter a través de todas sus actividades y estrategias pedagógicas, estaría ayudando a los alumnos a construir los pilares que les ayuden a tener una buena vida, significativa, relevante y abierta a la felicidad.
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