¿Quién guarda los secretos de tu cuerpo?
Jacob Ward
BBC Future
Martes, 10 de junio de 2014
Jeff comenzó a tener relaciones sexuales a las dos de la tarde. Aparentemente, duró unas horas y quemó un total de 347 calorías. Esto lo sabemos porque la información estaba disponible en internet. Lo que no sabemos es si él estaba al tanto de ello.
Jeff llevaba puesto un Fitbit, una pulsera conectada a la web que mide la intensidad de los ejercicios realizados para que sus usuarios monitoreen las calorías quemadas.
En 2011, estos datos estuvieron disponibles en un sitio que estaba disponible en los motores de búsqueda. Por lo tanto, muchos de los usuarios que etiquetaron sus actividades sexuales como ejercicio lo transmitieron a todo el mundo.
Si bien la compañía creadora de Fitbit solucionó de inmediato las fallas, el caso sirvió como un ejemplo interesante de los posibles resultados inesperados cuando conectamos la actividad física a internet.
Hoy en día, existe una amplia gama de tecnologías portátiles y dispositivos médicos que monitorean el peso, alimentación, fertilidad y que, además, brindan la posibilidad de compartir mucha de esa información en las redes sociales, con los médicos, compañías e incluso con desconocidos.
Nuestra actividad física es cada vez más virtual. Si bien hay muchos beneficios por publicar los signos vitales en la red, la pregunta es: ¿cuántos de los secretos de tu cuerpo estás dispuesto a compartir?
Steve Mann fue una de las primeras personas en conectar a internet su actividad diaria. Considerado el pionero de las computadoras portátiles, en los años 80 creó varios computadores-mochila con cámaras de video y visores de datos en un ojo, como un precursor de los Google Glass.
A mediados de los 90, Mann creó una cámara portátil inalámbrica y la usó todos los días y a toda hora. La Wearable Wireless Webcamtransmitía online todas sus actividades diarias, y las ventajas se vieron pronto cuando grabó un accidente en que el culpable se dio a la fuga y el video sirvió para incriminarlo.
La innovación de Mann consistió en la forma en que se conectaba con el mundo exterior. Pero el concepto de tecnología portátil y de registrar las actividades diarias sentó las bases para los dispositivos que monitorean las funciones corporales y luego las presentan -o exponen- a todo el mundo.
Por ejemplo, los dispositivos como Fitbit oFuelBand de Nike registran las actividades de sus usuarios y envían los datos de forma inalámbrica a un sitio web para que puedan monitorear las calorías que queman, entre otras cosas.
Algunos usuarios lo comparten en Facebook u otras redes sociales. Muchos, algunos llamados lifeloggers, encuentran esto atractivo pues dicen que mejora la salud y el estado físico.
La tecnología portátil puede brindarnos nuevas formas de ser conscientes sobre nuestro cuerpo. Los dispositivos médicos inalámbricos le simplificaron las cosas a aquellos que padecen enfermedades crónicas.
Por ejemplo, los medidores inalámbricos de niveles de glucosa y los marcapasos permiten a los doctores monitorear remotamente a sus pacientes.
También existe un dispositivo llamado Duofertility, una combinación de parche dermal y monitor inalámbrico que permite a sus fabricantes saber cuáles son los días más fértiles del ciclo femenino y avisarle a su clienta el mejor momento para concebir.
La compañía que produce Duofertility sostiene que en las pruebas que hizo, su producto obtuvo el mismo porcentaje de éxito que un ciclo de fecundación in vitro, un procedimiento mucho más costoso.
La sabiduría de las masas
Hay quienes predicen que en el futuro compartiremos muchas cosas más. Recientemente, investigadores escribieron en el Journal of Medical Internet Research que los pacientes usarán estos dispositivos para dejar abierta la información sobre sus cuerpos y los diagnósticos de colaboración pública (crowdsourcing).
Esto ya se está llevando a cabo en sitios de diagnósticos crowdsourcing como PatientsLikeMe y CrowdMed, los cuales permiten a los pacientes compartir sus misteriosos síntomas.
PatientsLikeMe ya está probando integrar los datos de dispositivos de salud implantados y portátiles. Esto nos muestra un futuro en el cual podremos usar la sabiduría de las masas para identificar nuestros misteriosos males, si compartimos la información sobre cómo funcionan nuestros cuerpos.
Sin embargo, también existen riesgos, sobre todo si la gente comparte mucho más de lo que desea.
¿Quién tendrá acceso a esa información? Las compañías aseguradoras se deleitarán cuando sus clientes comiencen a subir -intencionalmente o no- información sobre sus movimientos, su actividad sexual, sus hábitos alimenticios o su uso de drogas.
¿Saltó usted en paracaídas? ¿Cuánta carne roja consumió la semana pasada? ¿Cuántas parejas sexuales tuvo? Las aseguradoras podrían usar estos datos para cobrarle más o simplemente negarse a venderle una póliza.
De hecho, ya existe gente preocupada por el mal uso de los datos por parte de las compañías aseguradoras y esta es una de las razones por la cual la asistencia sanitaria del Reino Unido decidió posponer los planes de compartir las historias clínicas de los pacientes en una base de datos online.
Otro punto a considerar es que nadie está aislado. Con la información de cada individuo, se comparten la de los genes de los hermanos y progenitores.
Hay quienes comparten en internet sus perfiles genéticos, en sitios y foros de linaje, pero existe la posibilidad de que también estén compartiendo los datos de alguien que quiera permanecer en el anonimato.
La autora de ficción Virginia Hughes escribió: "Buscar nuestros ancestros genéticos puede ser divertido… pero esa tecnología también puede fácilmente sacar a la luz actos más privados: infidelidades, donaciones de esperma, adopciones y demás. Los secretos de familia están más vulnerables que nunca".
Publicar en internet información sobre tu cuerpo requiere inevitablemente de un delicado balance entre los riesgos y las recompensas.
Los beneficios de esta tecnología pueden ser significativos para hacernos más sanos y felices, pero deberemos aceptar que nuestros cuerpos se vuelvan más públicos que nunca.
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