SALUD DE CALIDAD PARA TODOS Y CON TODOS
La construcción de un proceso sanitario en el Perú,con equidad y calidad ,desde y con la comunidad.
Compartiré con ustedes reflexiones,información y todo lo que tenga que ver con la salud y el desarrollo.
Cuando al neurocientífico Doug Fields le robaron en una calle de Barcelona, España, en presencia de su hija de 17 años, se sorprendió a sí mismo con su reacción.
El científico explotó y actuó prácticamente sin pensarlo, atacando al ladrón de forma automática.
Una reacción que, según el mismo Fields, no responde a un sentido de inmoralidad o a un defecto mental, sino a un proceso neurológico evolutivo.
En su nuevo libro Why We Snap ("Por qué perdemos los estribos"), Fields responde a la pregunta de qué hizo que actuara de ese modo y explora las razones que nos hacen perder el control.
"Quería entender, desde la perspectiva neurocientífica, qué sucede dentro de nuestro cerebro", le contó Fields a la BBC.
Actuación inconsciente
El especialista, que dirige la Sección de Desarrollo del Sistema Nervioso y Plasticidad del Instituto Nacional de Salud en Maryland, EE.UU., asegura que, cuando la persona pierde los papeles, "no se produce un pensamiento consciente".
"Pensé en ello. Nunca habría entrado a pelear con el ladrón, no es lo más adecuado", explica Fields.
Fields cuenta que, cuando se produjo el robo, estaba de camino a una conferencia y notó algo en su bolsillo.
Quería entender, desde la perspectiva neurocientífica, qué sucede dentro de nuestro cerebro
Doug Fields
"Entonces me percaté de que me faltaba la cartera. Me di la vuelta, agarré al ladrón y lo arrojé al suelo", relata.
Según Fields, en ese momento no pensaba en nada en concreto y se dio cuenta de que "cuando explotamos, perdemos los estribos y llevamos a cabo una acción agresiva –ya sea física o verbalmente– no es algo deliberado ni se produce de forma consciente".
"No lo pensamos", asegura.
Pero, ¿cómo sucede esto? ¿Y qué es lo que desencadena esta acción en el cerebro?
Programados para la violencia
"Todos nosotros estamos programados para la violencia y tenemos la capacidad de ser violentos", afirma Fields.
Y esta capacidad, asegura, "se encuentra en una parte inconsciente del cerebro".
El neurocientífico dice que "necesitamos la violencia como especie, para protegernos a nosotros mismos y a nuestros descendientes".
"Está ubicada en una parte del inconsciente del cerebro, que también controla otros impulsos, como el comportamiento sexual, el hambre y la sed".
Se trata del hipotálamo, que fabrica la respuestas emocionales del subconsciente.
"Si estimulas las neuronas en esa parte del cerebro en un animal, lanzará un ataque agresivo y matará a otro animal", explica Fields.
"Nosotros tenemos el mismo circuito neuronal. La pregunta es: ¿qué es lo que activa ese circuito en la parte de ataque del cerebro?", agrega.
Según Fields, algunas investigaciones recientes sugieren que hay "desencadenantes muy específicos, con circuitos separados en nuestro cerebro".
Sensor de amenazas
Sin embargo, aunque en términos evolutivos estos mecanismos cerebrales probablemente les resultaran muy útiles a nuestros antepasados, tal vez no lo sean tanto a día de hoy, pues la sociedad ha evolucionado en muchos aspectos.
Seguramente, lo más sensato en el caso de Fields habría sido que dejara escapar al ladrón, evitando ponerse en peligro.
Fields, no obstante, asegura que "tenemos ese circuito porque lo necesitamos"y que se trata de "una forma del cerebro de detectar amenazas, que funciona increíblemente bien en un 99% de las veces".
"Este circuito evolucionó y tenemos el mismo cerebro que teníamos hace 100 años, pero vivimos en un ambiente muy diferente; cosas como manejar un auto es algo completamente ajeno a estos circuitos cerebrales", explicó.
Diferencias entre hombres y mujeres
Este circuito cerebral está presente tanto en hombres como en mujeres, pero hay ciertas diferencias fundamentales en la detección de amenazas.
"No tiene sentido para una mujer (en términos evolutivos) entrar a la pelea con un hombre que pesa muchos kilos más que ella".
Por eso, agrega el científico, "en situaciones de estrés, las mujeres utilizan el hemisferio izquierdo del cerebro y analizan todos los detalles".
Fields dice que vio esta reacción en su hija, quien descubrió a los ladrones que les atacaron en Barcelona mucho antes que él.
"El cerebro masculino se dirige hacia el hemisferio derecho y observa la situación de forma global, por eso las mujeres son mucho mejores a la hora de detectar intenciones a partir de expresiones faciales", dice el neurocientífico.
"Como hombre, no me preocupo de pequeños detalles cuando camino por la calle, pero no hay mujer que no lo haga, aunque sea de forma inconsciente", agrega Fields.
"Esto tiene importantes consecuencias en cuanto a cómo hombres y mujeres detectamos amenazas y en cómo perdemos los estribos", concluye el experto.
jueves, febrero 18, 2016
La desigualdad social, el mosquito que inocula enfermedades crónicas
Corregir las condiciones sociales es decisivo para prevenir males como el cáncer, diabetes o infartos
Una
epidemia nos ha doblegado y no hay mosquito al que culpar. Las
enfermedades crónicas son ya un problema insostenible en países como
España, donde absorbe el 80% del gasto sanitario y provoca más del 90%
de las muertes. Expertos de todo el mundo demandan centrar la atención
en estas enfermedades, que sin ser contagiosas son ya la pandemia del
siglo XXI. La diabetes, la obesidad, las dolencias cardiovasculares y
pulmonares, el cáncer y los trastornos mentales, entre otras, ya afectan
a 4 de cada 10 europeos. La buena noticia es al mismo tiempo la mala:
de los millones de personas que matan cada año, la Organización Mundial
de la Salud (OMS) calcula que el 42% eran muertes "prematuras y
evitables".
"Numerosos estudios científicos muestran que las desigualdades en
salud son enormes, y responsables de un exceso de mortalidad y de
morbilidad superior a la mayoría de factores de riesgo de enfermar
conocidos
La prevención es la clave, pero no parece tomarse muy en serio cuando
apenas el 3% del gasto en salud de la UE se dedica a ese apartado,
frente al 80% en tratamientos (700.000 millones). Sobre todo porque hay
cuatro factores de riesgo identificados que pueden tumbar la epidemia y
prevenir millones de muertes: tabaco, dieta, ejercicio físico y alcohol.
Pero hay un factor que los atraviesa a todos, una cuestión que debería
estar en la misma raíz de la prevención: la desigualdad social.
"Si pudiéramos encontrar la manera de eliminar las desigualdades
evitables en enfermedades crónicas según la clase social o la educación,
la reducción de los niveles de enfermedades crónicas sería mayor que
mediante la aplicación de medicinas preventivas", asegura el Foro de
Política Sanitaria de la UE. El riesgo de morir por enfermedades
crónicas en los grupos socioeconómicos bajos es notablemente mayor:
entre un 25% y 50%, y hasta un 150% dependiendo de la circunstancia.
"Numerosos estudios científicos muestran que las desigualdades en
salud son enormes, y responsables de un exceso de mortalidad y de
morbilidad superior a la mayoría de factores de riesgo de enfermar
conocidos", concluye un informe estratégico del Ministerio de Sanidad.
En sus páginas se señala que en España la posición socioeconómica, el
género, el territorio, y más recientemente la inmigración, son ejes de
desigualdad con enorme impacto en la salud de la población. "Los
determinantes sociales actúan antes de enfermar", explica la
coordinadora de aquel informe, Carme Borrell, una de las mayores
expertas en este campo.
Por ejemplo, en España el 55% de las mujeres con ocupaciones no
cualificadas declaran un buen estado de salud frente al 85% de los
hombres de clase social alta. Dependiendo del barrio en el que se viva,
hay una diferencia de casi ocho años en la esperanza de vida en Sevilla y
de siete años en Madrid. Estar en paro multiplica las posibilidades de
sufrir trastornos mentales, también entre quienes tienen dificultades
para pagar la hipoteca. En la ciudad de Barcelona, se registra un 15%
más de muertes asociadas al tabaquismo entre la población con menor
nivel educativo. Se sabe que el consumo de alcohol influye
sustancialmente en la mortalidad por cáncer derivada de las
desigualdades socioeconómicas entre los españoles. En las mujeres, la
probabilidad de padecer problemas crónicos de salud aumenta un 80% entre
aquellas situadas en la clase social más desaventajada.
Los ejemplos son innumerables, explica la investigadora de la Agència
de Salut Pública de Barcelona, pero destaca uno reciente, realizado con
ayuda de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y Càritas
Diocesana: "Nueve de cada diez personas con problemas con la hipoteca
sufren problemas de salud mental frente al 12% del resto de la
población". Es uno de los muchos estudios que han surgido de la
plataforma SOPHIE,
un proyecto de investigación dirigido por Borrell y financiado por la
Comisión Europea precisamente para saber más sobre cómo se relacionan
las condiciones sociales y el estado de salud, y que esta semana
presentó sus conclusiones. Se trata de un campo científico que está
permitiendo señalar al riesgo social como el mosquito que transmite la epidemia de las enfermedades crónicas.
En las mujeres, la probabilidad de padecer
problemas crónicos de salud aumenta un 80% entre aquellas situadas en la
clase social más desaventajada
Las condiciones sociales son un aspecto fundamental en la prevención
de las enfermedades futuras y en el caso de los niños es un asunto
crucial. "La intervención temprana es clave: a los cuatro años puede ser
demasiado tarde", asegura Beatriz González, presidenta de la Sociedad.
Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). González
explica que todas las evidencias muestran que la exposición durante la
infancia a situaciones de privación y de desigualdades sociales se
asocia con el desarrollo de problemas de salud a corto, medio y largo
plazo. Por ejemplo, hay más obesidad infantil en familias con rentas bajas,
con lo que eso puede significar para el desarrollo de otras
enfermedades crónicas en el futuro. "Cuanto más precoz es la exposición,
más irreversibles y definitivos son los efectos negativos", asegura.
Nacer y crecer en entornos de privación llega a deteriorar el desarrollo del cerebro de los más pequeños, con todo lo que eso implica para su salud más adelante.
"La injusticia social está matando a gran escala", puso negro sobre
blanco la OMS al abordar este grave problema. No se trata de pobres
frente a ricos, sino de lo que los investigadores llaman gradiente de
desigualdad: a medida que descendemos por la escalera social, la salud
empeora porque las personas están más expuestas a los riesgos asociados a
estas enfermedades crónicas. Los hombres que viven en las áreas
socioeconómicamente más deprimidas de Glasgow tienen una esperanza de
vida menor que la media de la India (donde son más pobres), al igual que
ocurre con los hombres de esas áreas de EE UU, con una esperanza de
vida por debajo de la media de Pakistán.
Los niños comen peor porque los alimentos más accesibles y baratos
son peores y sus padres tienen peor formación e información, por
ejemplo, para enseñarles a comer de todo. En las familias con paro o
inestabilidad laboral se fuma más, se bebe peor y se hace menos
ejercicio, mientras que los más deportistas son aquellos con estudios universitarios. Hasta el autoempleo aumenta la mortalidad, como mostró un estudio realizado entre trabajadores suecos.
Con respecto al tabaquismo, casi la mitad de los europeos que tienen
problemas para pagar sus facturas fuma, el doble que los europeos que
nunca tienen dificultades para pagarlas. Pero como advierte la OMS, la
responsabilidad individual solo puede ejercerse plenamente cuando los
individuos gozan de acceso equitativo a una vida sana y disponen de
apoyo para tomar decisiones saludables.
"Tenemos que abordar las causas de las causas", reclama Marmot, "las
condiciones sociales que actúan a lo largo de la vida y que afectan a
las vulnerabilidades y al comportamiento de las personas
"En pocas palabras, la injusticia social es incapacitante. Priva a
las personas del control sobre sus propias vidas", expresaba
recientemente en la revista médica The Lancet el investigador Michael Marmot,
que ha realizado algunos de los más importantes trabajos de este campo.
"La derecha política dice que es resultado de una mala labor por parte
de los padres; la izquierda, que es la pobreza y la desventaja social.
Los dos tienen razón: la habilidad de los padres para hacer lo que
necesitan los hijos está limitada por la pobreza y la desigualdad",
asegura Marmot. O como lo expresa Borrell: "Cuando tienes problemas
económicos, no eres dueño de tu situación ni tus prioridades son las
mismas". Por eso, para la prevención es esencial que las elecciones más
saludables sean las más fáciles de tomar, las más accesibles para todos,
al margen de su clase y condición.
Prevenir las enfermedades crónicas requiere por tanto políticas que
van mucho más allá de campañas de información. Exige actuar desde todos
los ámbitos: como dice Margaret Chan, directora general de la OMS,
"todos los ministros son ministros de salud". Desde aprovechar los
comedores escolares hasta las guarderías universales y gratuitas.
González lamenta que el "fervor por los tratamientos farmacológicos"
haga que olvidemos que hay actuaciones que salvan vidas al margen de la
investigación biomédica. Precisamente, su equipo está ultimando un
estudio en el que se observa cómo le afecta la introducción del copago a
los pacientes que han sufrido un infarto y deben medicarse para evitar
otro posterior: los más pobres abandonan mucho más el tratamiento,
multiplicando el riesgo de que la enfermedad crónica, en este caso
cardiaca, se convierta en mortal. "Cualquier decisión política afecta a
la salud", sentencia Borrell.
Esta investigadora señala que hay muchos ejemplos de cómo
intervenciones políticas que no entran en el presupuesto de Salud ayudan
a prevenir enfermedades crónicas y la mortalidad asociada. Por ejemplo,
el plan de la Ley de Barrios de Cataluña
(que CiU eliminó al llegar al poder) realizó intervenciones en
vecindarios con deficiencias, mejorando equipamientos y espacios
públicos, lo que supuso una mejora notable de la salud de sus
habitantes, frente a los vecinos de otros barrios similares. Borrell
destaca otro estudio que analizó el efecto de una campaña de
revestimiento de fachadas y azoteas en edificios mal acondicionados en
barrios populares de Barcelona. En los días de más frío, en los que la mortalidad se multiplica,
se redujeron sustancialmente las muertes de ancianas gracias a esas
obras que ayudaban a conservar el calor en el edificio y en los hogares.
"Tenemos que abordar las causas de las causas", reclama Marmot, "las
condiciones sociales que actúan a lo largo de la vida y que afectan a
las vulnerabilidades y al comportamiento de las personas".
El ADN analizado sugiere relaciones sexuales durante decenas de miles de años
Hay un detalle pornográfico de la
prehistoria que destroza el relato de la Creación divina elaborado por
cualquiera de las religiones: el sexo con neandertales. Nuestra especie
no solo fornicó repetidamente con aquella otra extinguida hace 40.000
años, sino que ambas tuvieron numerosos hijos fértiles, dejando un
rastro de ADN neandertal que pervive hoy en nuestras células. Y no fue
un calentón de un día. Un nuevo estudio revela que hace 100.000 años los
neandertales y los humanos modernos ya tenían hijos en común, unos 45.000 años antes
que los primeros encuentros documentados hasta ahora. No hubo un Dios
que creara una especie humana. Si acaso, creó varias diferentes y
copulaban entre ellas.
Los autores del trabajo, encabezados por el biólogo español Sergi Castellano, dibujan un pasado enrevesado. Los humanos modernos, los Homo sapiens,
surgieron en África hace unos 200.000 años y algunos de ellos salieron
del continente hace unos 65.000 años, cruzándose por el camino con los
neandertales europeos y dando lugar a miles de millones de personas que
hoy habitan el planeta fuera de África. Esto es lo que ya se sabía. El
nuevo estudio sugiere que hace más de 100.000 años otra población de Homo sapiens
salió de África y mantuvo relaciones sexuales, posiblemente en Oriente
Próximo o en el sur de Arabia, con grupos de neandertales que estaban
desplazándose hacia Asia. Aquellos humanos modernos pioneros se
extinguieron, pero su huella aparece ahora en el ADN extraído de los
restos de una mujer neandertal hallados en una cueva de Siberia, en la
frontera entre Rusia y Mongolia.
“La mezcla con los neandertales ocurrió mucho antes de lo que
creíamos”, señala Castellano, investigador del Instituto Max Planck de
Antropología Evolutiva, en Leipzig (Alemania). “Homo sapiens
abandonó el hogar paterno antes de lo que pensábamos. Y, a la luz de la
introgresión [el movimiento de genes de una especie a otra], vemos que
tuvo una adolescencia bastante animada”, bromea a su vez María Martinón-Torres, paleoantropóloga del University College de Londres y ajena al nuevo trabajo.
"Tenemos una visión extremadamente simplista de
la evolución humana. Hay que imaginársela como un chorro de
interconexiones entre especies, no como una línea con ramificaciones",
opina el investigador Carles Lalueza-Fox
El equipo de la investigadora anunció el año pasado el hallazgo de restos de 47 humanos modernos en la cueva de Fuyan, en el sur de China, datados en más de 80.000 años. El descubrimiento mostraba que los Homo sapiens
colonizaron Asia antes de lo pensado. “El ADN ratifica nuestro
descubrimiento, pues habla de un cruce entre sapiens y neandertales hace
100.000 años, por lo que Homo sapiens ya tenía que estar fuera
de África antes de los 50.000 años defendidos por las teorías clásicas.
Estamos asistiendo a un cambio de paradigma. Asia deja de desempeñar un papel secundario
y cobra un protagonismo revelador en etapas claves de la evolución”,
reflexiona Martinón-Torres, del equipo de investigación de los
yacimientos de Atapuerca, en Burgos.
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El nuevo estudio, que se publica hoy en la revista Nature,
analiza también los genomas de dos neandertales europeos, hallados en
la cueva de Vindija (Croacia) y en el yacimiento asturiano de El Sidrón.
Los científicos también han husmeado en el genoma de otro individuo
encontrado en la misma cueva siberiana que la mujer neandertal: un
miembro de la especie de los denisovanos, desconocida hasta 2010 y
separada del linaje de los neandertales hace más de 400.000 años.
Ninguno de los tres, ni los neandertales europeos ni el denisovano,
presentan ADN de humanos modernos en su genoma, lo que no significa que
sus especies jamás se cruzaran, según subrayan los autores.
Otro análisis genético realizado en 2013
mostró ADN denisovano en humanos modernos de Asia y Oceanía, e incluso
un 0,2% de genes denisovanos en nativos americanos. El mismo estudio,
elaborado por científicos de la Universidad de California en Berkeley
(EE UU), sugería cruces entre denisovanos y Homo erectus, otra
especie de homínido que tradicionalmente ha servido para etiquetar a
restos fósiles dispares hallados en Asia y datados entre hace 70.000 y
1,9 millones de años. “Somos una mezcla de retales de todos nuestros
antepasados”, declaró en una reciente entrevista Svante Pääbo, director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y coautor del nuevo estudio.
“Estos hallazgos confirman un cambio de modelo de la evolución
humana. Vemos un montón de flechas de hibridaciones [mezclas entre
especies] en un momento y en otro, en un sentido y en otro. Habrá
ocurrido centenares de veces. Tenemos una visión extremadamente
simplista de la evolución humana. Hay que imaginársela como un chorro de
interconexiones entre especies, no como una línea con ramificaciones”,
sentencia otro de los coautores del trabajo, Carles Lalueza-Fox, investigador del CSIC en el Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona.
San Valentín está bien marcado en el calendario de algunos, sobre todo en el de los comercios de varios países del mundo.
El 14 de febrero es el día para celebrar el amor, incluso la amistad.
¿Pero quién fue el santo Valentín?
Y sobre todo, ¿por qué lo asociamos al romance?
Raíces precristianas
En base a varias leyendas, los expertos creen que el actual Día de San Valentín tiene su origen en una festividad de tres días de la Antigua Roma.
Desde que las instalara Evandro, el rey de los arcadios según la mitología, esos días se celebraban las Fiestas Lupercales.
Éstas hacían honor a Lupercus, el protector de los pastores y sus rebaños.
Y también a la loba que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo, quienes según otra leyenda fueron los fundadores de Roma.
La fiesta marcaba el inicio de la primavera y celebraba la fertilidad.
Era, pues, una fiesta pagana.
En el año 494 después de Cristo el papa Gelasio I decidió reconvertirla en una festividad católica, como ya ocurrió con otras celebraciones no religiosas a partir del siglo V d.C.
Para ello, sin embargo, necesitaba un santo al que asociar la conmemoración. Y escogió a Valentín.
Así, el 14 de febrero del año 494 fue el primer día de San Valentín.
Pero hoy no está claro quién fue aquél mártir.
Tres Valentines
Según la Enciclopedia Católica, el santo cuya festividad cayó en la fecha conocida hoy como día de San Valentín fue posiblemente uno de los tres mártires ejecutados en tiempos del Imperio Romano:
Un médico romano que se hizo sacerdote y al que el emperador Claudio "El Gótico" ordenó decapitar en el año 270.
Un obispo de la ciudad de Interamna, hoy Terni, Italia. Los restos de su cuerpo se conservan en la basílica de la ciudad, cuya fiesta patronal se celebra el 14 de febrero.
Un obispo también llamado Valentín de Recia que vivio en el siglo V y fue enterrado en Mais, cerca de Merano, en el Tirol italiano.
Pero la historia más conocida es la del primero, la del médico romano que abrazó la fé cristiana y se ordenó sacerdote.
En aquel tiempo, en el año 270 antes de Cristo, el emperador Claudio II prohibió casarse a los jóvenes, porque a su juicio los solteros sin hijos eran mejores soldados.
Según cuenta la leyenda, el sacerdote Valentín consideró injusto el decreto y desafió al emperador.
Lo hizo casando en secreto a parejas jóvenes.
De acuerdo al relato, las acciones del sacerdotes llegaron a los oídos del emperador y lo llamó a palacio.
La leyenda también cuenta que Valentín, un converso al cristianismo, aprovechó para hablar al emperador de su fé.
Y aunque parece que en un principio al emperador le interesó lo que escuchó, fue disuadido por el gobernador de Roma y finalmente mandó decapitarlo.
Es por eso que se considera a San Valentín el patrón de los enamorados.
Con santo, sin celebración
Después de que el papa Gelasio I designara el 14 de febrero de 494 el primer día oficial de San Valentín, la festividad fue incluida en el calendario litúrgico tradicional y fue celebrada por la Iglesia católica en los siguientes 15 siglos.
Pero en 1969, bajo el pontificado de Pablo IV y despues del Concilio Vaticano II, fue eliminado del calendario.
Así pasó a ser una fecha con santo pero sin celebración.
Aunque ya era tarde. El festejo había echado raíces en varias sociedades.
En el siglo XX se convirtió en un gran negocio, cuando la revolución industrial permitio la producción en cadena de tarjetas de felicitación, uno de los regalos más frecuentes del día de San Valentin.
Los estadounidenses, por ejemplo, se gastan en tarjetas y otros detalles para ese día más de US$18.900 millones, según la Federación Nacional de Comercio de EE.UU.
Así, la festividad de la fertilidad de la Antigua Roma que se convirtió después en el día para conmemorar a un mártir acabó transformándose en un gran negocio global.