Las sociedades más evolucionadas se tejen a golpe de... fidelidad. Al menos, en el universo animal. Científicos de la Universidad de Oxford (Reino Unido) aportan un nuevo estudio para demostrar que los comportamientos de las hembras han tenido un papel clave en la transición a sociedades más complejas. Su investigación se centra en el comportamiento sexual de la aves, aunque sus resultados podrían trasladarse «a los mamíferos e incluso a los primates», advierte Asleigh Griffin, del Departamento de Zoología de la Universidad de Oxford. Su conclusión es clara: «En términos de evolución, el sexo es una fuerza antisocial».
Los investigadores estudiaron 267 tipos de pájaros. Desde las especies más promiscuas, como el papamoscas bermellón a los monógamos abejarucos. Observaron que cuanto más promiscua era la hembra de una especie, más posibilidades había de que la prole se dispersara y menos posibilidades de que la «madre» recibiera ayuda de sus parejas. Ni para la formación del nido, ni la crianza o la defensa. Con la descendencia el comportamiento era similar: «Cuantas más parejas tenía la hembra, más probabilidades había de que no se quedaran en el nido para ayudar a mamá», ilustra la doctora Griffin.
Por el contrario, las parejas más fieles y estables, con independencia de su especie, mostraban un entramado casi familiar, en el que los mayores ayudan a los más jóvenes. Esta forma de relación también favorece modelos de reproducción más eficientes para transmitir los genes a la siguiente generación. Los zoólogos ponen como ejemplo a los papamoscas bermellones, una de las especies más promiscuas. Cuando hacen su nido no cuentan con ninguna ayuda, es un trabajo en solitario. Sin embargo, los abejarucos trabajan para la comunidad. Ayudan en la crianza de otros polluelos, aunque no sean su propia prole.
Extensible a los mamíferos
El efecto de la evolución y el comportamiento sexual también se observó al estudiar el árbol evolutivo de las 267 especies. Encontraron que los comportamientos de ayuda y colaboración en la cría evolucionaron de ancestros que no lo hacían.
La conexión entre la fidelidad y la evolución del comportamiento social ya se había demostrado en hormigas, abejas, avispas y termitas. Y ahora, con esta investigación, se suman los primeros vertebrados. «No hay ninguna razón por la que las tasas de promiscuidad no puedan explicar la distribución de los sistemas sociales en los mamíferos».
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