domingo, octubre 09, 2011

El catarro: una vieja y húmeda batalla

Jon Kelly
Señora acatarrada
Al terminar el verano en el hemisferio Norte, comienzan los malestares propios del cambio de estación.
Cuando empieza a refrescar, las farmacias se preparan para el inicio de la temporada de los "remedios invernales". ¿Pero por qué la gente sigue buscando una cura para el catarro?
¿Lo puedes sentir ya: el dolor de garganta, la fiebre, la nariz mojada, el dolor de cabeza? Si es así, que te mejores. Pero pronto estarás en buena compañía.
Octubre es el principio de la temporada alta para el mercado de los "remedios invernales" en el Reino Unido: los productos farmacéuticos sin receta médica que se usan para tratar el catarro.
Pero si los descongestionantes, unas bebidas dulces y calientes con sabor a limón para la tos, son los métodos modernos con los que enfrentamos los síntomas familiares, la humanidad cuenta con una larga tradición de búsqueda de maneras de aliviar esta condición tan común.
Una enfermedad antigua como la humanidad
Desde la antigua Grecia hasta la Europa medieval, la sangría, las sanguijuelas y tratamientos más efectivos como la sopa de pollo han sido usados para suavizar la recuperación.
Y aunque nuestro entendimiento de los virus que causan el catarro ha mejorado con el tiempo -y con eso nuestros remedios- una cura permanente sigue siendo tan escurridiza como siempre.
Teniendo en cuenta que el adulto promedio en el Reino Unido sufre catarro de dos a cinco veces al año, según el Centro para el Catarro de la Universidad de Cardiff, no llama la atención que buscar un alivio sea tan buen negocio.
La compañía de investigación de mercado Mintel dice que en el 2010, las ventas de remedios invernales alcanzaron los 532 millones de libras esterlinas, un incremento del 10% en cinco años. En los Estados Unidos, se ha sugerido que el costo del catarro a la economía podría llegar a los 26 mil millones de dólares.

¿Por qué es improbable una cura para el catarro?

  • El catarro no es una sola enfermedad, sino que la causan hasta 200 virus diferentes
  • Para cuando los síntomas -causados por la reacción del sistema inmunológico del cuerpo a estos virus- se presentan, ya es demasiado tarde para un antivirus
  • Cualquier nuevo medicamento tendría que ser extremadamente seguro porque sería muy popular
  • No valdría la pena tomarlo, a menos que no hubiera efectos secundarios o fueran extremadamente suaves
  • Si el uso de la medicina fuese generalizado, los virus del catarro desarrollarían rápidamente resistencia del mismo modo que las bacterias superan a los antibióticos
Puede que el consejo de los médicos a los pacientes que sufren de catarro sea sencillo: descansar, beber mucho líquido, tomar dosis moderadas de analgésicos y descongestionantes para aliviar los síntomas. Pero los tratamientos han variado tremendamente con el paso de los años.
Según el profesor Ronald Eccles, del Centro para el Catarro de Cardiff, el catarro nos ha acompañado desde que los seres humanos se congregaron en comunidades, por lo menos desde la Edad de Hierro.
Durante al menos tres mil años, los chinos han tratado la nariz tupida con ma huang, una planta generalmente preparada como té. Contiene pseudoefedrina, empleada usualmente como descongestionante en remedios sin receta médica para el catarro.
Los primeros pensadores creían que los síntomas del catarro eran causados por la penetración de las temperaturas bajas en el cuerpo, por lo que se trataban con líquidos calientes, dice el profesor Eccles.
El médico griego Hipócrates, pionero de la práctica de la observación clínica, creía que el catarro era causado por una acumulación de desperdicios en el cerebro.
La sopa de pollo fue aclamada como tratamiento nada menos que en el año 60 DC, por Pedacius Dioscorides, un cirujano romano bajo el emperador Nerón. En el siglo XII, el físico Moses Maimónides la describió como "un alimento y una medicina excelente". De hecho, no estaba lejos de la verdad: estudios modernos han demostrado que el pollo contiene el aminoácido cisteína, con propiedades descongestionantes.
Sin embargo, no todos los antiguos tratamientos para el catarro tenían una pizca de ciencia. "Las viejas ideas europeas se relacionaban con la acumulación de líquido en el cuerpo que se expele por la nariz; de ahí que el sangramiento y las medicinas que hacen vomitar a los pacientes eran populares para deshacerse del exceso de líquido", agrega el profesor Eccles.
A pesar de esto, algunos tratamientos medievales fueron valiosos sin querer. En la Edad Media, algunos cristianos creían que el alma podía dejar al cuerpo durante el estornudo, así que a quienes sufrían de catarro se les exhortaba a cubrirse la boca, una costumbre que habría prevenido la diseminación de los virus.
Al empezar el período de la modernidad, el foco pasó de la precipitación interna a la externa, según la doctora Carole Reeves, del Centro para la Historia de la Medicina de la Universidad de Londres.
"La idea era que uno se resfriaba si se mojarba, se exponía a la lluvia, a un ventarrón o al frío", dice. "No existía la idea de que se contagiaba de otras personas, como ahora".
Por esta razón, afirma que se recomendaba a los enfermos no bañarse. "Se creía que suavizaría la piel y debilitaría el cuerpo", agrega la doctora Reeves.

El remedio para el catarro de la señora Beeton

Del Libro de Administración del Hogar de la Señora Beeton, publicado en 1861

"PARA CURAR UN CATARRO. Ponga una cucharada grande de linaza [semillas, no aceite], con 1/4 de libra de pasas y 2 onzas de glycyrrhiza glabra, en 2 cuartos de agua suave, y déjelo hervir a fuego lento hasta que se reduzca a un cuarto; agregue 1/4 de libra de azúcar, una cucharada de ron añejo y una cucharada del mejor vinagre de vino blanco o jugo de limón.
"El ron y el vinagre deben agregarse con el cocimiento, ya que si se ponen antes, pierde eficacia.
"La dosis es media pinta, caliente, antes de acostarse; se puede tomar un poco cuando la tos cause molestia.
"El peor catarro generalmente se cura con este remedio en dos o tres días; si se toma a tiempo es considerado infalible.
"CATARRO EN EL PECHO. Una toallita remojada en agua hirviendo y rociada con aguarrás, frotada en el pecho lo más rápido posible, aliviará el catarro o la ronquera más severa".
Eventualmente, estas nociones fueron descartadas por Benjamin Franklin, el connotado erudito, científico y fundador de los Estados Unidos, que condujo estudios sobre el catarro y llegó a la conclusión de que se transmitía entre individuos por el aire.
El inicio de la Era Victoriana no significó el abandono de la búsqueda de una cura. En el libro de la señora Beeton sobre Administración del Hogar, un éxito editorial durante décadas tras su publicación en 1861, hay un capítulo dedicado a primeros auxilios y remedios caseros, incluído un tratamiento para el catarro a base de savia.
Sobre este remedio que contenía linaza, pasas, regaliz y ron, la señora Beeton escribió que "el peor catarro generalmente se cura en dos o tres días". Agregó que la mezcla, "si se toma a tiempo, es considerada infalible".
Puede que su argumento de que la mezcla podía curar el catarro haya sido una exageración. Pero según el profesor Eccles, debe haber actuado como calmante. "Cualquier remedio caliente, dulce, sabroso, aliviará los síntomas del catarro, especialmente la tos y el dolor de garganta", dice.
Vacaciones útiles para el catarro
Muchos de los tratamientos que vemos en los estantes de las farmacias de hoy en día fueron desarrollados a raíz de estudios llevados a cabo por la Unidad del Catarro, un instituto de investigación cerca de Salisbury, en Inglaterra, que funcionó entre 1946 y 1989.
Puede que nunca haya logrado su principal propósito: encontrar una cura. Pero la unidad profundizó el entendimiento científico de la condición, aislando coronavirus y rhinovirus, dos de las causas más frecuentes del catarro.
Su investigación fue conducida por estudiantes voluntarios pagados que se quedaban por períodos de diez días cada vez. Según la profesora Tilli Tansey, una historiadora médica en la Universidad Queen Mary de Londres que ha estudiado la unidad, se convirtió en una popular forma de paquete vacacional durante los años de posguerra.
"Era un poco como Butlins (el campamento vacacional)", señala. "Había gente que lo veía como unas vacaciones; era una época de austeridad. Te ibas un par de semanas, quedándote en un chalet donde te alimentaban".
Tal era la base de nuestros modernos "remedios invernales". En el Siglo XXI, sin embargo, pocos tratarían un catarro como un período de ocio".

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