Los pobres son brutos” y otros mitos sobre la pobreza
En una charla TED de octubre del 2013,
Paul Piff, profesor de psicología de la Universidad de California –
Irvine, comentaba los resultados de un experimento. Había reunido a más
de cien pares de personas que no se conocían en un laboratorio y les
había hecho jugar Monopolio. Lo particular del juego es que éste se
encontraba arreglado. Luego de tirar una moneda, se había determinado al
azar que uno de los dos jugadores tendría condiciones más favorables:
el doble de dinero, el doble de salario cada vez que pasase por
‘partida’ y la posibilidad de lanzar dos dados en lugar de uno. Como era
de esperarse, los jugadores con ventaja ganaron el juego. Cuando luego
se les preguntaba por qué habían vencido, los ganadores solían referirse
a habilidades personales y olvidaban mencionar las evidentes ventajas.
Esta falta de empatía quizás explique por qué, una vez más, cuando
discutía sobre pobreza con un amigo, éste me espetó con un “los pobres son pobres porque no trabajan”.
Existen diversos mitos alrededor de la pobreza, y quizás éste sea uno generalizado. Sin embargo, la persistencia de la pobreza es mucho más compleja: es una situación de la que los pobres, sobre todo aquellos que están en extrema pobreza, no pueden escapar a pesar de su esfuerzo. El término ‘trampa de pobreza’ justamente busca expresar esta condición. Si bien existen diversos aspectos que generan estas ‘trampas’, enfoquémonos, por ejemplo, en cómo enfrentan los pobres el riesgo. En primer lugar, son muy vulnerables a shocks, como enfermedades, fallecimientos y sequías. En estos casos, los hogares pobres deben encontrar la manera de resolver las consecuencias de estos eventos riesgosos. Los efectos adversos de alguno de estos eventos sobre los activos y el capital humano de estos hogares son muy fuertes y pueden incluso durar más de una generación. No obstante, los costos humanitarios inmediatos producidos por shocks nos pueden distraer de otros efectos negativos del riesgo. Así, los hogares pobres, debido a su vulnerabilidad, deben manejar el riesgo eligiendo inversiones o actividades menos riesgosas pero con menores retornos. Y acá no sólo me refiero a negocios o actividades, sino también a decisiones como el nivel educativo de los hijos.
Existen diversos mitos alrededor de la pobreza, y quizás éste sea uno generalizado. Sin embargo, la persistencia de la pobreza es mucho más compleja: es una situación de la que los pobres, sobre todo aquellos que están en extrema pobreza, no pueden escapar a pesar de su esfuerzo. El término ‘trampa de pobreza’ justamente busca expresar esta condición. Si bien existen diversos aspectos que generan estas ‘trampas’, enfoquémonos, por ejemplo, en cómo enfrentan los pobres el riesgo. En primer lugar, son muy vulnerables a shocks, como enfermedades, fallecimientos y sequías. En estos casos, los hogares pobres deben encontrar la manera de resolver las consecuencias de estos eventos riesgosos. Los efectos adversos de alguno de estos eventos sobre los activos y el capital humano de estos hogares son muy fuertes y pueden incluso durar más de una generación. No obstante, los costos humanitarios inmediatos producidos por shocks nos pueden distraer de otros efectos negativos del riesgo. Así, los hogares pobres, debido a su vulnerabilidad, deben manejar el riesgo eligiendo inversiones o actividades menos riesgosas pero con menores retornos. Y acá no sólo me refiero a negocios o actividades, sino también a decisiones como el nivel educativo de los hijos.
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Otro mito es que los pobres toman decisiones incorrectas. Al respecto, Esther Duflo, profesora de Economía del MIT, se pregunta en su libro Poor Economics por qué los habitantes pobres de Zambia, por ejemplo, no compran un producto para purificar el agua que consumen, a pesar de su bajo precio y al hecho de que reduce en 48% la diarrea infantil. Suena ilógico. En realidad los pobres se enfrentan a los mismos problemas a los que nos enfrentamos el resto: falta de información, pensamiento débil y tendencia a dejar las cosas para el futuro. La verdadera diferencia está en que nosotros podemos dar por sentado el suministro de agua potable y no necesitamos purificarla cada mañana. Y así con muchos detalles de nuestra vida cotidiana, de los que vivimos despreocupados. En cierto modo, exigimos a los pobres un autocontrol y capacidad de decisión constantes que difícilmente podríamos tener. Al menos yo, que no puedo cambiar mis hábitos alimentarios, aun cuando sé que dañan mi salud a largo plazo.
Entender la pobreza sin estos mitos de por medio nos permitirá comprender el trance en el que aún viven muchos compatriotas y sobre todo nos motivará a construir un juego de Monopolio con reglas cada vez más semejantes, en el que sea el esfuerzo lo que determine hasta dónde podemos llegar.
Otro mito es que los pobres toman decisiones incorrectas. Al respecto, Esther Duflo, profesora de Economía del MIT, se pregunta en su libro Poor Economics por qué los habitantes pobres de Zambia, por ejemplo, no compran un producto para purificar el agua que consumen, a pesar de su bajo precio y al hecho de que reduce en 48% la diarrea infantil. Suena ilógico. En realidad los pobres se enfrentan a los mismos problemas a los que nos enfrentamos el resto: falta de información, pensamiento débil y tendencia a dejar las cosas para el futuro. La verdadera diferencia está en que nosotros podemos dar por sentado el suministro de agua potable y no necesitamos purificarla cada mañana. Y así con muchos detalles de nuestra vida cotidiana, de los que vivimos despreocupados. En cierto modo, exigimos a los pobres un autocontrol y capacidad de decisión constantes que difícilmente podríamos tener. Al menos yo, que no puedo cambiar mis hábitos alimentarios, aun cuando sé que dañan mi salud a largo plazo.
Entender la pobreza sin estos mitos de por medio nos permitirá comprender el trance en el que aún viven muchos compatriotas y sobre todo nos motivará a construir un juego de Monopolio con reglas cada vez más semejantes, en el que sea el esfuerzo lo que determine hasta dónde podemos llegar.
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