Por centrarnos en los problemas,
conflictos y contradicciones del gobierno se pierde de vista un aspecto
muy grave del mismo: el debilitamiento de una serie de reformas,
limitadas pero importantes, que buscaban enfrentar problemas e
insuficiencias del modelo de desarrollo adoptado en los noventa. Esta
situación no puede atribuirse a la debilidad del gobierno o a la
crispación que vive con el fujimorismo; la explicación pasa
principalmente por la voluntad expresa de desmantelar dichas reformas o
un claro desinterés en las mismas.Los esfuerzos de
diversificación productiva e innovación, la reforma educativa, la
necesidad de fortalecer y reforzar técnicamente los programas sociales,
la reforma universitaria, o incluso políticas de profesionalización
burocrática que tenían continuidad por tres gobiernos, se están
degradando o simplemente desapareciendo. Como saben bien quienes han
pasado por el Estado, para matar una reforma basta con nombrar a su
cargo a personas que no creen en ellas o a incompetentes. En sus manos
las reformas pierden visibilidad, presupuestos, poco a poco desaparecen
del debate público y se apagan.No es que sorprenda.
El grupo que ganó la elección representa a un sector que no cree en esas
reformas, muy atado al mantra noventero de que el crecimiento y las
inversiones producirían una serie de cambios positivos a nivel
institucional. O a confiar en los privados como solución a los problemas
públicos.Así, se nombró a personas que no creían en
las misiones de sus ministerios. La salida de Jaime Saavedra y luego
Mairlú Martens fueron bajándole el tono a la reforma educativa. Juan
Carlos Cortés ha renunciado a SERVIR por el indulto a Fujimori, pero
seguro pesó también en su decisión el segundo plano al que ha pasado la
reforma del servicio civil. La apuesta fue claramente por el destrabe y
la desregulación, el resto fue secundario.Pero las
reformas no solo están huérfanas de gobierno. Tampoco tienen en la
oposición defensores. El fujimorismo no ha mostrado mayor interés en una
agenda reformista; por el contrario, su obsesión con el gobierno
anterior lo han sumado a la demolición. No se observa tampoco a los
otros grupos en el Congreso o a candidatos presidenciales comprándose el
pleito. Así, las reformas terminan defendidas por ex ministros y
burócratas de segundo nivel.Por supuesto, ya ni
soñemos con reformas que nunca se iniciaron. Las corruptelas con
privados que mostraron una serie de escándalos desde los noventa
demandaban cambios considerables en materia de regulación. Si se creía
en las tecnocracias como mecanismos de fortalecimiento estatal, se hacía
necesario institucionalizarlas y burocratizarlas, limitando mecanismos
de puerta giratoria. Las trampas para beneficiar privados y la debilidad
burocrática evidenciadas en el SIS hacían necesarias medidas de cirugía
mayor. Nada de eso se ha hecho ni se hará. No es prioridad, sea por
ideología o cercanía al sector privado.Muchas de
estas reformas buscan enfrentar los problemas de veinte años de
estancamiento institucional, de debilidad estatal en diversos frentes y
las claras limitaciones de políticas privatizadoras como respuesta a
problemas públicos. Reformas que son solo cuestionadas en el curioso
mundo de una derecha peruana atrapada en los noventa, personajes que se
la pasan anunciando el riesgo de una pendiente resbaladiza que nos puede
hacer caer al aprocalipsis ochentero o a la Caracas contemporánea.El
mundo felizmente es bastante más complejo. Incluye a quienes puedan
encontrar virtudes al modelo y a la vez criticarlo con evidencia. Países
vecinos o cercanos con mejor regulación, sistemas universitarios
públicos de mayor calidad, burocracias más competentes, más inversión en
innovación. Ninguna opción es milagrosa y la prudencia es necesaria,
pero esas experiencias nos sirven para romper inercias y explorar
posibilidades.Sin políticos que promuevan y
defiendan estas reformas en el gobierno o en la oposición, parece que el
futuro será de más debilidad y retroceso. Suena a burla, entonces, que
el indulto a Fujimori sea defendido por la premier Aráoz por la
necesidad de avanzar reformas. ¿Cuáles reformas?
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