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sábado, febrero 29, 2020
viernes, febrero 28, 2020
Qué olores están en peligro de extinción y qué hacen los que tratan de rescatarlos
Qué olores están en peligro de extinción y qué hacen los que tratan de rescatarlos
Miguel Trancozo TrevinoBBC Future
Imaginen un libro viejo, de esos de cubierta de cuero que llevan varios años dormidos en una biblioteca de madera, y desprende una nube de polvo apenas sacudimos sus páginas.
Incluso antes de abrirlo, su fragancia inconfundible invade tu nariz.
Pero este no es sólo un placer del que disfrutan quienes aman las bibliotecas y los libros. Ese aroma también tiene un valor cultural que está en riesgo de extinción.
Por cada viejo ejemplar que se destruye, tira a la basura o coloca en una habitación con temperatura controlada, se acota cada vez más la experiencia de oler unas páginas antiguas.
Es un problema que va más allá de los libros: las perfumerías, los bares, las ciudades enteras tienen como telón de fondo un repertorio de aromas que está cambiando todo el tiempo.
Para Cecilia Bembibre, una investigadora de University College London (UCL), de Londres, el aroma de los libros viejos tiene un importante valor patrimonial.
Ella está desarrollando técnicas para recuperar esencias del pasado que se han "extinguido" y preservar los olores que todavía se pueden reconocer en el presente.
Esta es una faceta de la investigación en temas de patrimonio que a menudo se pasa por alto.
"Los espacios de resguardo del patrimonio cultural, como galerías, museos, casas históricas, se centran principalmente en (el sentido de) la vista", explicó Bembibre.
"La propuesta que hacen tiende a ser visual. Con algunas excepciones, la estimulación de otros sentidos, por ejemplo mediante objetos que se pueden tocar u oler, está reservada a los niños", añadió.
Bembibre está tratando de cambiar eso y de otorgarle al sentido del olfato el lugar que se merece.
"Quiero llamar la atención sobre este tema del que se ha investigado poco, el del patrimonio olfativo de la humanidad", explicó.
Pero ¿cómo logras capturar algo tan intangible como un aroma del pasado?
El pasado en el olfato
Uno de los métodos es exponer una fibra de polímero al olor para que los compuestos químicos que lo producen puedan adherirse a ella.
Luego Bembire analiza la muestra en el laboratorio, disuelve los compuestos que se impregnaron en la fibra, separándolos e identificándolos.
La lista de compuestos químicos que se desprende del análisis funciona como una receta para crear el olor.
Otro método es separar e identificar los componentes directamente de una muestra gaseosa, lo que resulta útil en perfumes, comidas o bebidas porque permite identificar los compuestos activos que son volátiles.
Y una tercera forma es la nariz humana: pidiéndole a individuos que describan ciertos aromas, o a "narices expertas" que tienen un olfato entrenado, como es el caso de los perfumistas o diseñadores de fragancias.
"Caracterizamos el olor desde el punto de vista humano", señaló Bembibre.
"Esto es importante porque, si queremos preservarlo para el futuro, depende de muchos factores. No solo de la composición química sino también de nuestra experiencia".
Bembibre ha extraído con métodos químicos el aroma de unos guantes de cuero, de libros viejos y del moho, entre otras cosas.
Y ha reinterpretado el olor de una receta de ambientador floral de hogar utilizado en 1750 y de libros que alberga la biblioteca de la catedral de San Pablo en Londres.
Para lograrlo, ella ha tenido que recrearlos desde los compuestos químicos que existen hasta lograr el mismo aroma.
Patrimonio
En 2003, la Unesco adoptó una convención para rescatar el patrimonio cultural intangible del mundo, en el que se incluyen prácticas culturales, tradiciones orales y artes donde los olores juegan un papel fundamental.
Entonces ¿dónde están las esencias que necesitan estar rescatadas?
En prácticas culturales de siglos, como la Fiesta de los Patios, en la provincia española de Córdoba, o la procesión de Semana Santa en Popayán, Colombia.
En 2018, los conocimientos para crear y producir perfumes en la región de Grasse, en Francia, fueron incluidos en la lista de patrimonio inmaterial. Pero ningún aroma en sí forma parte de la lista.
Otros países han hecho esfuerzos en reconocer el valor de sus olores.
En 2001, el ministro de Medioambiente de Japón presentó una lista de los lugares con mejor aroma del país, que incluía sitios emblemáticos.
En 2016, el Centro de Investigación de Civilizaciones de Anatolia de la Universidad de Koç, en Estambul, albergó la exposición "Los aromas y la ciudad", que exploraba 4.000 años de civilización a través de sus aromas.
"Hay una manera de inscribir estos elementos en las listas del patrimonio mundial, con la misma lógica que hace que un lugar esté considerado patrimonio mundial administrado por la Unesco", dice Katy Lithgow, especialista independiente en conservación del patrimonio cultural y exjefa de conservación del National Trust de Reino Unido.
Derecho a conservar
Pero, así como ocurre con la perfumería en Francia, es raro que un aroma sea objeto de conservación por derecho propio.
En algunos casos, un experto en patrimonio solo se preocupa por un olor cuando es una señal de que algo se está deteriorando (como el olor a podrido en un espacio de conservación).
Pero, más allá de la negligencia generalizada y su relación con el patrimonio, hay esfuerzos individuales por preservar estas huellas olfativas cotidianas antes de que desaparezcan.
Kate McLean, la creadora de Sensory Maps (Mapas sensoriales), es una investigadora y artista que trabaja "en la intersección de los olores percibidos por los humanos, la cartografía y la comunicación de datos que son 'invisibles para los ojos'".
Su meta es crear "mapas de olores". Esta cartografía no se limita a identificar la distribución geográfica de los aromas.
También puede incluir cambios en el tiempo, comparando los olores más reconocibles en la mañana y en la tarde en una ciudad como Shangái, o concentrarse en los cambios estacionales y reflejar, por ejemplo, el verano del barrio Le Marais, en París.
Pero McLean también toma en consideración los aromas del pasado: ha creado un mapa de olores de la localidad manufacturera de Widnes, en el corazón de Reino Unido.
En el siglo XIX, Widnes era la sede de fábricas de jabones y de la industria química. Pero hoy en día esas empresas se han ido y el paisaje de aromas es muy distinto.
Por eso McLean quiso explorar la "historia de esencias" de Widnes al igual que su sistema de olores contemporáneo.
Aromas citadinos
Pero ¿por qué el aroma de una ciudad importa? ¿Qué información está grabada en el olor de una ciudad, de una calle, de un edificio?
Para Alex Rhys-Taylor, profesor de la Universidad de Goldsmiths, en Londres, el tema es mucho más profundo que preservar los aromas por su novedad.
"Diría, a través de mi investigación, que puedes aprender mucho sobre la economía de una ciudad, mucho sobre su cultura, a través del sentido del olfato", explicó.
Tomemos por ejemplo Londres. Respirar profundo en el centro de la capital británica puede traer un aliento de un restaurante indio, de la cerveza de un pub o del humo negro del tubo de escape de un carro.
"Los olores y sabores en Londres te dan una fuerte sensación de lugar, una percepción de localidad, y parte de eso es que las urbes contemporáneas revelan las rutas particulares de la migración", dijo Rhys-Taylor.
"Podríamos decir que generalmente revela que tiene raíces en todo el mundo y eso tiene que ver con la historia colonial de la ciudad", añadió
Pero esos particulares olores, omnipresentes para los que viven en la ciudad, no existirán siempre.
"Lo que vemos cada vez más es la llegada de un paisaje aromático o de sabor internacional", explicó el experto.
Y agregó: "Es casi lo mismo en todas las ciudades del mundo ahora: el olor a cerdo asado y el café tostado es cada vez mayor, (así como el de) los bares. Existe una constelación global de aromas y sabores asociado a una clase transnacional, a gente que se mueve de ciudad en ciudad".
Esta evolución de aromas es lo que motiva el trabajo de Cecilia Bembibre.
Las ciudades pierden sus olores característicos, por eso el desarrollo de nuevos olores es crucial para su preservación.
Recreación
En el laboratorio, Bembibreprobó dos maneras de recrear el aroma de una vieja biblioteca.
Una fue recreando las moléculas halladas en ese ambiente.
La otra fue una interpretación intuitiva hecha por la perfumista Sarah McCartney.
Les dieron ambas muestras a un grupo de personas, para que diera su veredicto.
"La verdad es que los resultados me sorprendieron, fue casi un empate, pero por poco, fueron más los que optaron por el olor interpretado que el extraído", señala.
Lo que Bembibre dedujo de eso fue que podría no ser necesario imitarlo a nivel químico para recrear el aroma de una biblioteca antigua.
"A veces, la reproducción hecha por un artista puede evocar una experiencia igual de poderosa".
Si bien puede tomar algún tiempo crear un archivo de olores, Rhys-Tylor sugiere que el proceso debe tener en cuenta las diversas clases sociales y evitar preservar solo los aromas de los espacios privilegiados.
"Como al crear cualquier otro tipo de archivo, hay que preguntarse qué es lo que se está seleccionando", dice.
"Me preocuparía si solo estuviéramos curando o recolectando los aromas de un sector social específico".
Rhys-Tylor describe el olor de un pub "lleno de humo y hombres y cerveza derramada en el piso y desinfectante saliendo de los inodoros", como un ejemplo.
"Esa es una colección muy importante en términos de la historia social de la ciudad", anotó al hablar de un aroma característico de Londres.
"Ese tipo de espacios y atmósferas son quizás más importantes para la ciudad que los salones de té o las tiendas de perfumes", concluí.
Estas preguntas, la elección de qué olores representan realmente un lugar o cultura, y cuáles son auténticos, continuarán dando forma al archivo con el que Bembibre sueña.
Hasta entonces, planea continuar su búsqueda de los olores culturalmente importantes que todavía existen en la actualidad y reviviendo los que se han perdido.
jueves, febrero 27, 2020
Por qué comer poco alarga la vida
Por qué comer poco alarga la vida
Una investigación aporta la descripción más detallada de los beneficios de la restricción calórica para frenar el envejecimiento
Desde hace décadas, los científicos conocen el secreto para hacer que casi cualquier animal viva mucho más de lo normal. Pueden hacer que un ratón duplique sus años de vida y que un macaco viva tres más de lo normal. El equivalente en personas sería vivir nueve años más y, además, con mucho menos riesgo de sufrir enfermedades asociadas al envejecimiento: cáncer, alzhéimer, diabetes. El problema es que el precio a pagar puede ser demasiado alto para muchos: comer menos, en concreto quitarse en torno a un 30% de las calorías diarias.
Este jueves se publica el estudio más detallado que se ha realizado nunca para aclarar qué le sucede a un cuerpo cuando se somete a esta restricción calórica. Sus resultados apuntan muchas claves de qué genes y moléculas son culpables del envejecimiento y trazan nuevas vías para conseguir posibles fármacos que consigan algo a priori imposible: parar el tiempo, detener el envejecimiento.
“Este estudio muestra que el envejecimiento es un proceso reversible”, explica el investigador Juan Carlos Izpisúa (Hellín, 1960), uno de los autores principales del trabajo. “Hemos mostrado que determinados cambios metabólicos que llevan a una aceleración del envejecimiento se pueden reprogramar de una manera relativamente sencilla, reduciendo nuestra ingesta calórica, con la finalidad no ya de extender nuestras vidas, sino, mucho más importante, de que nuestra vejez sea más saludable”, resalta este farmacólogo y biólogo molecular que trabaja en el Instituto Salk (EE UU).
El trabajo ofrece el atlas celular más detallado del envejecimiento en un mamífero y los efectos beneficiosos de moderar la dieta. El equipo se ha servido de la nueva tecnología de análisis genético célula a célula para analizar unas 200.000 células de nueve órganos y tejidos diferentes de ratas. En un grupo había roedores que comían lo que querían y en el otros animales que comían un 30% menos calorías.
Los investigadores usaron solo ratas adultas a las que estudiaron desde los 18 a los 27 meses de edad, lo que en humanos equivaldría a un seguimiento entre los 50 y los 70 años. Esto es importante, pues los estudios realizados en primates han mostrado que los beneficios de comer menos son solo patentes en individuos adultos, a la mitad —más o menos— de sus vidas.
Los resultados, publicados este jueves en Cell, aportan un catálogo completo de todos los cambios que suceden con la edad y la dieta tanto dentro de cada célula como en la comunicación entre estas. Los investigadores han detectado que los genes y los procesos moleculares más afectados con la edad tienen que ver con el sistema inmune —que se desregula en las ratas que comen a voluntad— la inflamación y el metabolismo. La cantidad de células inmunes en casi todos los tejidos aumentó con la edad, pero no lo hizo en las ratas con calorías reducidas, que tenían unos niveles equiparables a los de ratas jovenzuelas de cinco meses. Las ratas en restricción calórica no mostraban más de la mitad de todos los marcadores de envejecimiento identificados en sus compañeras con una dieta normal.
“La inflamación es un mecanismo esencial de defensa inmunológica que se ha desarrollado durante la evolución para aumentar la supervivencia de las especies”, explica Concepción Rodríguez, investigadora del Salk, coautora del estudio, y esposa de Izpisúa. “El problema es que durante el envejecimiento hay una desregulación muy pronunciada del sistema inmune que da lugar a un estado de inflamación sistémica crónica y a la aparición de enfermedades asociadas a la edad, como por ejemplo el alzhéimer. La posibilidad de reprogramar ese estado inflamatorio aberrante mediante la restricción calórica sin duda nos proporciona una nueva herramienta para el posible tratamiento de enfermedades asociadas al envejecimiento”, resalta la investigadora.
Las pruebas de que la restricción calórica alarga la vida de las personas son más limitados, en parte por el reto logístico y económico de seguir la vida y la dieta de cientos o miles de personas durante décadas, pero sí hay pruebas claras de que comer menos mejora marcadores de salud básicos. Ya están arrancando los primeros estudios para intentar ya no tratar una enfermedad concreta, sino atacar el envejecimiento con moléculas como la metformina, aprobada para tratar la diabetes
Muchos de los cambios observados en este estudio son epigenéticos, es decir, son como interruptores moleculares que están encima del ADN y que apagan o encienden ciertos genes. Es mucho más factible desarrollar fármacos para este tipo de marcadores, pues no es necesario modificar el genoma de las células, argumenta el equipo. Uno de los cambios moleculares que ha desvelado este estudio es la proteína Ybx1, que también está presente en humanos. Su producción estaba alterada en 23 tipos celulares diferentes y que podría ser una nueva diana para desarrollar un fármaco contra los efectos nocivos del envejecimiento
El trabajo también tiene una importante contribución de China y lo firman tres investigadores de este país que estudiaron en el Salk y ahora dirigen sus propios grupos en la Academia Nacional de Ciencias del país asiático.
“Es un estudio técnicamente impresionante, y aporta una información valiosísima”, resalta Pablo Fernández-Marcos, experto en enfermedades metabólicas asociadas al envejecimiento en el centro IMDEA-Food, de Madrid. “Un hallazgo interesante es que las células de la grasa y de la aorta son las que más cambian con el envejecimiento y se recuperan con la restricción calórica, lo que confirma la importancia que tienen estos tejidos en el envejecimiento, por encima de otros más clásicos como el cerebro o la médula ósea", explica. "Y otro más, que yo veo muy importante, es que ven beneficios más claros de la restricción en machos que en hembras, lo que apoya algunos indicios anteriores. Hay pocos estudios comparando los dos sexos, y esto es un problema serio que se está intentando reducir comparando ambos sexos, como han hecho aquí”, resalta.
La acumulación de pruebas en este campo es tal que hay científicos muy serios que admiten abiertamente practicar algún tipo de restricción calórica o ayunos intermitentes, pues también se ha demostrado que activa procesos de reciclaje celular beneficiosos, incluso en casos de personas con cáncer que reciben quimioterapia. En este sentido Izpisúa confiesa que él no es una excepción: “Intento todos los días comer un poco menos”.
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