Coronavirus: de dónde viene la antigua tradición de la "cuarentena" que seguimos adoptando ante males sin remedio
Haciendo eco a prácticas antiguas, ante el nuevo y aún poco conocido coronavirus, China adoptó medidas clásicas, aunque a una escala nunca antes vista: separar a los enfermos de los sanos, una costumbre de larga data.
La lepra es la primera enfermedad documentada para la cual se impuso la cuarentena.
Ya en el Antiguo Testamento, por ejemplo, existían ese tipo de reglas (Números, 5):
- Yavé le dijo a Moisés:
- "Manda a los hijos de Israel que echen del campamento a todos los leprosos, a los que están impuros por flujo seminal y a todos los están impuros por haber tocado algún muerto".
Debido a las llagas y las desfiguraciones que sufrían los afectados, y al hecho de que era incurable, durante siglos las civilizaciones creyeron erróneamente que la lepra se propagaba fácilmente, y permaneció incomprendida hasta 1873, cuando se descubrió la bacteria que la causaba, Mycobacterium leprae.
Pero no sólo los dioses, sino también varios colosos médicos, aconsejaron tomar medidas parecidas ante las enfermedades contagiosas.
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'Cito, Longe, Tarde'
Los griegos Hipócrates y Galeno, reconocidos por sus sabios e innovadores consejos sobre asuntos médicos, ofrecían una orientación similar, traducida en latín como 'Cito, Longe, Tarde', queriendo decir 'vete rápido, vete lejos y tarda en regresar'.
Cuando la peste negra se extendió por gran parte de Asia, Europa y partes de África a mediados de 1300, ese consejo era lo mejor que la medicina podía ofrecer.
Sin embargo, en ninguna parte de esos primeros registros de esta práctica aparece el término "cuarentena".
¿Cómo, entonces, el término se convirtió en parte del léxico moderno?
La respuesta se puede encontrar precisamente en la historia de esa epidemia, también conocida como peste bubónica o muerte negra, que asoló a Europa.
Trentinos
Desde de mediados del siglo XIV, repetidas oleadas de peste se extendieron por toda Europa.
Después de llegar al sur de Europa en 1347, avanzó rápidamente a Inglaterra, Alemania y Rusia en 1350.
Durante este tiempo, se estima que un tercio de la población europea murió.
El profundo impacto de la epidemia llevó a la institución de medidas extremas de control de infecciones. Por ejemplo, en 1374, el señor de Milán Bernabé Visconti declaró que todas las personas con peste debían ser sacadas de la ciudad a los campos, para que se recuperaran o murieran lejos.
Una estrategia similar se utilizó en el concurrido puerto mediterráneo de Ragusa (Dubrovnik moderno, en Croacia), donde el médico jefe, Jacobo de Padua, aconsejó establecer un lugar fuera de los muros de la ciudad para el tratamiento de personas enfermas y extraños que llegaran a la ciudad buscando una cura.
Desafortunadamente, estas medidas demostraron ser solo modestamente efectivas y llevaron al Gran Consejo de esa ciudad a tomar otras más radicales para prevenir la propagación de la epidemia.
En 1377, el Gran Consejo aprobó una ley que establecía un trentino, o un período de aislamiento de 30 días, para los ciudadanos o visitantes de áreas endémicas de peste antes de ser admitidos.
Durante los siguientes 80 años, se introdujeron leyes similares en Marsella, Pisa, Génova y Venecia.
Pero fue la República de Venecia la que, en 1423, dio un paso más adelante.
Un infierno en la Tierra
En los siglos XII y XIII, Venecia era un epicentro comercial con el Oriente.
A sus aguas llegaban barcos cargados de todo lo imaginable, desde el mundano trigo hasta sedas, gemas, tintes, especias y telas.
Pero todos esos buques que traían lujos exóticos del Este traían también ratas y enfermedades igualmente exóticas, como la peste bubónica.
Desde 1361 hasta 1528, en la república se registraron 22 brotes diferentes.
Las víctimas sufrirían hinchazón y sangrado dolorosos. Sus cuerpos empezaban a descomponerse incluso antes de que estuvieran muertos.
En un brote, más de la mitad de la población de la ciudad fue aniquilada.
A los venecianos se les ocurrió una solución radical: crearon el primer hospital de aislamiento en la historia, en una pequeña isla, justo al lado de Lido en el borde oriental de la laguna veneciana, que lleva el nombre de Lazzaretto Vecchio o Lazareto Viejo.
De acuerdo con Jane L. Stevens Crawshaw, en su libro "Plague Hospitals: Public Health for the City in Early Modern Venice", el término "lazareto" es una corrupción del nombre original del lugar: Santa María di Nazaret.
Sin embargo, otros relatos postulan el término como derivado de los Evangelios, ya sea de la historia en "Lucas" en la que Lázaro, un hombre pobre "lleno de llagas" muere fuera de la puerta de un hombre rico pero encuentra sus posiciones invertidas en la otra vida, o la historia en "Juan" donde Jesús regresa a la ciudad de Betania para sanar a Lázaro, un hombre que ha estado muerto cuatro días, que resucita.
El caso es que hasta hoy en día se les llama lazaretos a los establecimientos sanitarios que se usan para aislar a los infectados o sospechosos de enfermedades contagiosas.
Cualquiera que mostrara lo que se sospechara que eran síntomas de la peste bubónica era retirado inmediatamente de la ciudad y llevado a remo a la isla, que sigue siendo un lugar desolado.
Muy pocos venecianos pisan la isla... y ni siquiera se escucha el canto de los pájaros.
Lo que se ve son edificaciones que le dan la apariencia de colonia penal, con largos salones cuyas ventanas tienen barrotes.
Martino Rizzi, quien con su equipo ha estado excavando tumbas y restaurando edificios, le dijo a la BBC que muy pocas de las personas a las que enviaban a la isla lograban sobrevivir.
"No había cura para la peste bubónica...
"Cuando caminas en esta isla, créeme, caminas sobre fosas comunes".
En una ocasión, los arqueólogos encontraron más de 1.000 cajas con huesos humanos debajo de una pared derrumbada.
"Aunque no había casi medicamentos -señaló Rizzi-, en la isla los enfermos obtenían dos cosas muy importantes: primero, comida y asistencia básica y, segundo, la extremaunción (sacramento que consiste en la unción con óleo sagrado hecha por el sacerdote a los católicos que se hallan en peligro inminente de morir)".
Es imposible saber cuántas personas perecieron en Lazzaretto Vecchio: "Decenas de miles, mínimo. Esto era un infierno en la Tierra", declaró Rizzi.
Es abrumador pensar en la gran cantidad de historias trágicas que llegaron a su fin en los largos salones del hospital de la que se conoce también como la Isla de la Muerte Negra.
Sin embargo, aunque la solución fue quizás vil, al contener la peste, debió haber salvado cientos de miles de vidas.
Medio siglo después, Venecia llevó la idea del aislamiento otro paso más allá.
Otra isla
A unos 6,5 kilómetros de distancia, junto a la entrada a la laguna, hay otra isla en la que a partir de 1468 las autoridades venecianas ordenaron que todos los barcos que llegaban permanecieran durante 40 días antes de ingresar a la ciudad.
Todos los pasajeros y la tripulación debían desembarcar, y hasta los productos que transportaban eran descargados y llevados a una enorme bodega en el centro de la isla, donde eran desinfectados con vinagre, agua hirviendo y hierbas humeantes.
Las edificaciones de la que se conoce como Lazzaretto Nuovo fueron construidas y pagadas por el Estado veneciano, no sólo para evitar la muerte de los venecianos, sino la de la ciudad misma: si Venecia no podía mantener su comercio fluyendo, estaba muerta.
La República de Venecia estableció así el primer sistema institucionalizado de cuarentena del mundo.
En algún momento de esta historia, habrás notado, el período de aislamiento se extendió de 30 días a 40 días, cambiando así el nombre trentino a quarantino, un término derivado de la palabra italiana quaranta, que significa "cuarenta".
40 días y noches
Se desconoce la justificación precisa para el cambio.
Algunos autores sugieren que se modificó porque el período más corto era insuficiente para prevenir la propagación de la enfermedad.
Otros creen que el cambio estuvo relacionado con la religión, ya que en los libros sagrados judeo-cristianos las referencias al número 40 son múltiples: los años en que Moisés vivió como pastor en Madián, así como los años que vagó por el desierto con su pueblo y los días que permaneció en el Monte Sinaí antes de bajar con las tablas de los Diez Mandamientos; o los días que Jesucristo pasó de ayuno en el desierto; hasta la observancia de la Cuaresma comprende un período de 40 días de purificación espiritual.
Otra teoría es que el número de días estuvo conectado con la teoría de los números de Pitágoras, en la que el número 4 tenía un significado particular.
Quizás la imposición de 40 días de aislamiento se derivó de la antigua doctrina griega de "días críticos", que sostenía que la enfermedad contagiosa se desarrollaba durante los 40 días posteriores a la exposición.
Pero aunque posiblemente nunca sabremos cuál fue la razón de ese cambio, el concepto fundamental sobrevivió y es la base de la práctica moderna de la cuarentena, que mantiene ese nombre a pesar de que hoy en día el período de tiempo de aislamiento varía según la patología.
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