Los beneficios de invertir en la primera infancia
Publicado el 23 de julio, 2014 | 0 comentarios | Archivado en : desarrollo humano, IDH2014, Informe sobre desarrollo humano, Primera infancia, Vulnerabilidad
Los niños y las niñas que nacen pobres, viven en condiciones insalubres, reciben poca estimulación mental o protección, y tienen una mala nutrición en sus primeros años de vida son mucho más propensos a presentar retrasos en el crecimiento que los niños más ricos. Estos niños tienden a tener mal rendimiento, repiten cursos y presentan altas tasas de abandono escolar. En el trabajo solo son capaces de realizar trabajos de baja cualificación y ganan los salarios más bajos. Cuando tienen hijos, comienza el ciclo de pobreza heredada –y se repite de generación en generación.
Los primeros años de vida los niños son especialmente importantes. La evidencia de esta importancia continúa apareciendo poco a poco con avances teóricos apoyados por datos empíricos de muchas disciplinas (por ejemplo, neurociencia, ciencias sociales y de comportamiento, economía). El premio Nobel Jim Heckman presenta evidencias convincentes acerca de la importancia de los primeros años de los niños y las niñas como críticos para la formación de las habilidades y capacidades; siendo determinantes de los resultados del ciclo de vida, argumenta que la acumulación de capital humano es un proceso dinámico de ciclo de vida y que esa habilidad genera habilidades. Sin embargo, las actuales políticas de educación y de capacitación para el trabajo están mal concebidas, tienden a centrarse en las habilidades cognitivas, medidas por los logros en las pruebas de inteligencia, y descuidan la importancia clave que tienen las habilidades sociales, la autodisciplina, la motivación y otras “habilidades blandas” que son determinantes para el éxito en la vida.
Tres ideas, quizás, son claves para entender el desarrollo de la primera infancia.
- El papel poderoso de la vida en familia y los primeros años del niño o niña en la formación de las capacidades para su vida como adultos. Los factores familiares en los primeros años cumplen un papel clave en crear diferencias en las habilidades cognitivas y no cognitivas. Heckman concluye que las capacidades no están determinadas al nacer o genéticamente, sino que son afectadas causalmente por la inversión de los padres en sus hijos y que una “medida apropiada de la desventaja es la calidad de crianza, el apego, la coherencia y la supervisión, no el ingreso en sí mismo”.
- Las capacidades múltiples dan forma a la habilidad de los individuos de funcionar en sociedad. Tener un conjunto básico de capacidades (cognitivas y no cognitivas) promueve el éxito en muchos aspectos de la vida. Las intervenciones en la primera infancia tienen el mayor de los impactos en la promoción de habilidades esenciales, no cognitivas.
- La formación de capacidades es sinérgica, una capacidad mejora la otra (las capacidades crean capacidades). Las habilidades cognitivas y no cognitivas interactúan dinámicamente para moldear la evolución de las capacidades siguientes. El desarrollo de las habilidades los niños y niñas (meticulosidad, auto-control, motivación, cooperación, persistencia, visión de futuro) refleja las inversiones en capital humano realizadas por los padres e hijos.
Los estudios sobre la formación de habilidades muestran que los retornos a la inversión en la educación son mayores en las personas con mayores habilidades cuando esas habilidades son formadas más temprano en el ciclo de vida. La siguiente figura ilustra esta sinergia de competencias, que también incluye a la salud.
El desarrollo humano temprano es, entonces, un igualador poderoso, ya que las inversiones en la primera infancia producen beneficios significativos a largo plazo que reducen la brecha entre las familias de alto y bajo ingreso. Invertir en los niños desfavorecidos más pequeños “promueve la equidad y la justicia social y al mismo tiempo promueve la productividad en la economía y en la sociedad en general”.
Y sin embargo, las políticas sociales son frecuentemente correctivas y fragmentadas, centrándose en solo un problema a la vez. Heckman señala “con mucha frecuencia, los funcionarios públicos diseñan programas para niños y niñas como si vivieran su vida en compartimentos, como si cada etapa de la vida del niño o niña fuera independiente de la otra, sin relación con lo que pasó antes o lo que está por venir. Es tiempo de que los formuladores de políticas miren más allá de los compartimentos, para comenzar reconociendo que la inversión consistente y rentable en los niños, niñas y jóvenes puede pagarse por sí misma”. Claramente, es más equitativo y rentable invertir en programas de desarrollo temprano de los niños y las niñas (ECD por sus siglas en inglés), que puedan aumentar el potencial de los niños y las niñas, en vez de pagar mucho más tarde para tratar de remediar lo que podría haberse evitado. Entonces debemos empezar con un enfoque más amplio en los primeros años de la vida, es decir, “equidad desde el inicio”.
Los esfuerzos en el desarrollo de los niños pequeños debe converger en cuatro tareas de la agenda en desarrollo: reorientación de las políticas sociales hacia los niños pequeños, incorporación de ECD en los modelos de salud pública, medición de resultados y vinculación de ellos en programas y políticas, y comunicación de la importancia del desarrollo saludable del cerebro entre los 0 y 6 años.
Los niños y las niñas no pueden aplazar su crecimiento hasta que existan instituciones fuertes y las políticas adecuadas. Les debemos a ellos, y a nosotros mismos, mucho más que eso.
Este artículo ha sido originalmente publicado en la sección HDialogue de la web de la Oficina del Informe de Desarrollo Humano del PNUD. Para reacciones y comentarios por favor diríjanse a esa web.
Traducción a cargo de la Revista Humanum.
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