Nuestro cuerpo no puede crecer más rápido porque el cerebro en desarrollo capta toda la energía del organismo
JOSÉ RAMÓN LADRA
Los humanos somos los mamíferos que más tardamos en alcanzar nuestro desarrollo corporal y madurativo. A los cuatro años somos aún pequeñas criaturas indefensas a diferencia de otras especies, incluso aquellas que están más próximas a nosotros. ¿Por qué necesitamos una infancia tan prolongada? La respuesta, buscada desde hace años por antropólogos, se ofrece ahora en la revista científica «Proceedings».
Un meticuloso estudio con escáneres cerebrales muestra cómo el metabolismo humano se ralentiza para concentrar toda su energía en alimentar al cerebro durante su desarrollo. Esto explicaría por qué los humanos crecen a un ritmo más propio de un reptil que de un mamífero durante su infancia.
El doble de glucosa
A los cinco años de edad, el cerebro de un niño absorbe el doble de glucosa (la gasolina del cerebro) que un adulto, según ha podido comprobar este trabajo. Para medir la energía utilizada, los investigadores utilizaron sofisticadas pruebas de imagen: PET (tomografía por emisión de positrones) y resonancia magnética. De esta manera midieron la absorción de glucosa y el volumen del cerebro a diferentes edades. Así pudieron determinar si en las etapas en las que el cerebro engulle más glucosa es también cuando el crecimiento del resto del cuerpo es más lento y se reduce la actividad física.
El resultado mostró que entre los cuatro y los cinco años de edad es cuando la voracidad del cerebro está en su apogeo y el desarrollo corporal disminuye al mínimo. En esta etapa del crecimiento infantil, el cerebro quema el 66 por ciento de la energía que utiliza todo el organismo en reposo. El cerebro humano necesita entonces más glucosa que el de otros primates.
Más sinapsis
Este estudio pulveriza otra hipótesis, la que decía que el cerebro de los recién nacidos necesitaba más recursos. Se creía que era entonces cuando tenía un tamaño mayor respecto al cuerpo.
«Nuestros hallazgos sugieren que nuestro cuerpo no puede permitirse el lujo de crecer más rápido durante los primeros años porque se requiere una enorme cantidad de recursos», señala Christopher Kuzawa, primer autor del estudio y profesor de Antropología de la Universidad de Northwestern.
Entre los cuatro y los cinco años es cuando se producen más sinapsis, las conexiones en el cerebro. «También es cuando aprendemos muchas de las cosas que necesitamos saber para ser humanos», apunta Kuzawa.
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