Prozac, el antidepresivo que pasó de la farmacia a la cultura
Tara McKelvey
BBC
Domingo, 21 de abril de 2013
Han pasado 25 años desde que la fluoxetina recibió la aprobación final para su distribución. Prozac, su primer nombre comercial, no sólo ha ayudado a definir lo que la gente piensa acerca de las enfermedades mentales, sino que además forma parte del léxico y la cultura de todos los días.
En la década de los 90, Prozac consiguió lo que pocos medicamentos con receta logran: estar de moda.
La droga encontró la fama entre la gente, gracias -en parte- al libro de Elizabeth Wurtzel, "Nación Prozac", que resultó ser un éxito en ventas.
El medicamento fue introducido en Estados Unidos en 1988. Desde entonces, se ha convertido en un asunto clave en los debates donde se discute si las enfermedades mentales deben tratarse con drogas o con la terapia y la ayuda de un profesional.
Fue como salvar a la gente del suicidio, dice la novelista Sarah Dunant, coeditora de una antología de ensayos titulada "La era de la ansiedad".
Dunant tiene experiencia personal con antidepresivos y asegura que le ayudaron a superar un momento difícil hace años.
Qué hacen las "pastillas felices"
- Muchos antidepresivos pueden causar que la gente se sienta mal al principio. Las náuseas son comunes.
- Pueden reducir el apetito sexual.
- Después de tres meses de antidepresivos, al menos la mitad de la gente con "depresión moderada severa" se sienten mejor.
- Quienes se sometan a terapia durante un año se sienten mejor que aquellos que toman antidepresivos durante el mismo período.
Ella cree que el Prozac ha tenido consecuencias de largo alcance. "Las cosas no son lo mismo ahora que como eran antes", dice.
Culto
Pero no todo el mundo está contento con eso. "Lo que hizo que el Prozac fuese popular no fue su potencia -que en realidad no era tanta- sino su buena comercialización", explicó David Healy, profesor de la Universidad de Cardiff y el autor de Pharmageddon.
"Nos hizo superar la cautela natural que la mayoría de nosotros sentimos con las píldoras y nos convenció de que teníamos que tener acceso a estas cosas", dice Healy.
El plan de mercadeo era sutil. El fabricante Eli Lilly elegió un nombre creado por la empresa Interbrand, que buscaba distanciar la droga "de todo lo típicamente asociado a los antidepresivos, los productos químicos fuertes y sus efectos secundarios".
Prozac, como medicamento y concepto, se puso de moda. El libro "Nación Prozac" tenía su culto. Fue reeditado en 2002, estuvo vinculado a una película protagonizada por Christina Ricci y vendió más de 120.000 copias ese año, de acuerdo al sitio web Publishers Weekly.
A través de libros y películas, Prozac le otorgó un brillo casi chic a la enfermedad mental, a juicio de algunas personas. Después de que "Nación Prozac" fue publicado, Wurtzel "se fue a casa con un hombre distinto cada noche y consumió heroína todos los días", según escribió recientemente en la revista New York Magazine.
Prozac, que ahora se usa casi como una abreviación para todos los antidepresivos, figura en el Diccionario Oxford en inglés. La gente puede tener un "momento Prozac", que significa felicidad fugaz o de falta de memoria. También pueden tomar un trago llamado Prozac (que se prepara con sambuca y aguardiente).
No es sorpresa que el Prozac se haya convertido en una fuente de material para los directores de cine. En el thriller psicológico "Efectos secundarios" de Steven Soderbergh, un neoyorquino toma pastillas para la depresión y la palabra Prozac es mencionada inevitablemente.
La droga se ha filtrado en la cultura pop y también en las vidas de la gente común. Hoy en día, los europeos y los estadounidenses toman antidepresivos más o menos al mismo ritmo.
En 2010, una de cada 10 personas en Europa había tomado antidepresivos, según el Instituto para el Estudio del Trabajo en Bonn. Mientras que en EE.UU., 11% de las personas mayores de 12 años toman antidepresivos, de acuerdo con los Centros para el Control de Enfermedades.
Acto de fe
Es fácil llegar a la conclusión de que la imagen pública del Prozac ha ayudado a la aceptación social del consumo de antidepresivos.
Pero muchos de los que han prescrito el medicamento critican la forma en que se ha utilizado. "Había una idea de que el Prozac te volvía mejor. Bueno, yo no estaba segura", dice Joanna Moncrieff, quien ahora es profesora de neurociencia en la Escuela Universitaria de Londres y autora de un libro que saldrá próximamente, llamado "Las píldoras más amargas".
Moncrieff lleva años trabajando con pacientes en una sala de 22 camas ubicada en el Hospital Mental de Brentwood. "Pasé mucho tiempo reduciendo la medicación", dice.
No todo el mundo debería estar tomando medicación, dice. "Hace 100 años, si no te sentías bien, no había nada que hacer".
Sin embargo, ella sabe que la gente va a seguir tomando antidepresivos. Al igual que el Viagra ha cambiado muchas vidas, el Prozac ha alterado el discurso sobre la enfermedad mental.
"Al final, se trata de seguir con la vida. He visto a bastante gente luchar contra la depresión. Eso no me parece justo."
Ian Anderson, profesor de psiquiatría de la Universidad de Manchester
Muchos expertos creen que los antidepresivos son útiles. Ian Anderson de la Universidad de Manchester, profesor de psiquiatría, dice que la gente no debería entender las drogas de una forma tan dogmática.
"Al final, se trata de seguir con la vida", dice. "He visto a bastante gente luchar contra la depresión. Eso no me parece justo".
Dunant asegura que los antidepresivos una vez la ayudaron a superar una mala ruptura. Ella dice que le hubiese gustado que los medicamentos hubiesen estado al alcance cuando su padre, un gerente de la industria aérea, sufrió un colapso en la década los 70. Entonces, tuvo que someterse a terapia de electroshock.
"Eso le habría ayudado a superar el trance", afirma.
Muchas personas se sienten mejor cuando están tomando medicamentos. Todavía no se sabe del todo cómo funcionan. Los antidepresivos tienen un efecto sobre los niveles de serotonina en el cerebro, que parecen estar relacionados con el bienestar emocional, pero la relación entre la serotonina y la felicidad aún no está clara.
"Seguimos estando un poco a ciegas", dice Stafford Lightman, de la Universidad de Bristol. Los investigadores no tienen un modelo animal para estudiar los efectos de los fármacos. "No hay tal cosa como ratones o conejillos de indias deprimidos".
"En cierta forma, tomar estos medicamentos sigue siendo un acto de fe".
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