Las multinacionales afinan sus estrategias contra la malnutrición en México
Coca Cola, Pepsi o Nestlé se involucran con el Gobierno contra el hambre y la obesidad
La decisión del Gobierno de Enrique Peña Nieto de sumar a la lucha contra el hambre a algunas de las mayores compañías de alimentos procesados y refrescos, considerados por muchos como corresponsables de otros problemas alimentarios, ha levantado ampollas en México.
La Cruzada Nacional contra el Hambre, una campaña promovida a comienzos de año por el presidente y destinada a atender en primer orden a los 7,4 millones de mexicanos que padecen la doble condición de pobreza extrema y carencia alimentaria severa, ha firmado en la última semana sendos convenios con PepsiCo y Nestlé. La inclusión de estas dos compañías en el programa gubernamental permitirá a las multinacionales “llevar sus productos a las comunidades más pobres del país a través de la red de abasto Diconsa, que cuenta con más de 25.000 tiendas en todo el territorio nacional”, ha informado la Secretaría de Desarrollo Social. Aunque EL PAÍS trató de ponerse en contacto con el organismo para abordar este punto, la Secretaría no devolvió la llamada. Su titular, Rosario Robles, sí defendió ante algunos medios la inclusión de estas empresas en la Cruzada: “Valoro todas las opiniones, nosotros estamos haciendo nuestro trabajo de incorporar a todos los que quieran participar en esta iniciativa, lo mismo están universidades y organizaciones de la sociedad civil”.
El primero en criticar el acuerdo fue Patti Rundall, líder de la Coalición Internacional contra el Conflicto de Interés, al considerar durante una conferencia un “error grave” integrar a las transnacionales en la campaña y recordando que en Gran Bretaña desde los años setenta existe un boicot contra Nestlé por el daño que sus productos causan a la salud de la infancia.
El director de la asociación civil El Poder del Consumidor, Alejandro Calvillo, asegura que en vez de una Cruzada contra el Hambre, “el Gobierno debería haber promovido una cruzada contra la malnutrición que incluyera la desnutrición y la obesidad”. El responsable de la organización señala que cada vez es más fácil encontrar familias donde los hijos sufren desnutrición y los padres son obesos. “Se trata de una población que vive en lugares con recursos alimentarios que están subvalorados y se sustituyen por otros de consumo industrial. Zonas donde los malos hábitos nutricionales han sido generados por estas empresas que ahora se suman a la campaña gubernamental”. Calvillo se aferra también al caso de Nestlé: “Somos el país con menor porcentaje de lactancia materna. En seis años entre la población rural cayó del 38 al 19% debido a la introducción de los productos con leche de fórmula, que además, en muchas ocasiones, se preparan con agua en malas condiciones”.
En este sentido el poeta y ensayista mexicano, Gabriel Zaid, recordaba en un artículo publicado hace dos semanas que la población indígena y rural más afectada por la desnutrición vive en comunidades pequeñas, de difícil acceso. “Sería ridículo hacerles llegar leche en polvo, que ni siquiera pueden digerir. Hay que enviarles semillas y otros medios para enriquecer su agricultura de subsistencia con hortalizas y gallineros”.
En su publicación Zaid reconoce que es bueno que la pobreza esté en la agenda presidencial pero subraya las carencias del programa: “Es necesario suprimir el requisito que impide a estas comunidades recibir la ayuda monetaria del programa Oportunidades: el absurdo de exigir que los niños vayan a la escuela donde no hay escuelas y se vacunen donde no hay vacunas”.
Una visión similar aporta la académica de la Facultad de Medicina de la UNAM Carmen Iñárritu, quien cree que buena parte de los esfuerzos en políticas alimentarias se concentran en las escuelas de las grandes ciudades y no en estas zonas rurales del sureste de la República.
El mal de la desnutrición infantil en México contrasta con el otro gran problema de salud, el sobrepeso y la obesidad -4,1 millones de niños padecen uno u otro-, con una prevalencia del 30% en adolescentes y del 70% en adultos. Un estudio de la Universidad de Harvard publicado en marzo concluía que las enfermedades relacionadas con el consumo de refrescos causan más muerte en México que en ninguna otra parte del mundo. En los últimos seis años, la diabetes mató en el país a medio millón de personas. “La falta de acceso al agua potable también explica el exagerado consumo de refrescos en México”, señala Iñárritu. El país ocupa el tercer puesto por detrás de Argentina y Chile en el ranking mundial -19.000 millones de litros, según el INEGI- y es el primer consumidor de Coca Cola del planeta.
En toda esta batalla contra la mala nutrición, la compañía de refrescos tampoco se ha quedado atrás y desde el mes de marzo trata de desmarcarse de todos los datos negativos asociados al consumo de bebidas azucaradas con la campaña Una Coca-Cola = 149 calorías para usar en actividades felices. Hace tan solo unos días, la empresa publicó en los periódicos un comercial a toda página felicitando al Gobierno de Peña Nieto por la política emprendida en materia de Salud. Una estrategia, iniciada al final del sexenio Calderón, que entre otras acciones, sacó los refrescos de los centros escolares para reducir la ingesta de azúcar en menores.
Laura Tamayo, portavoz de Coca Cola en el país, defiende otro argumento. “Un estudio realizado en población mexicana y publicado enThe Journal of Nutrition en el que colaboran investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública, señala que el aporte calórico de todas las bebidas, incluyendo las alcohólicas, representa un 22% del total del consumo diario y, de este porcentaje, los refrescos suponen sólo un 6.6% de la ingesta calórica total proveniente de bebidas”. La responsable de la compañía añade: “La gente consume una gran variedad de alimentos y bebidas, de modo que ninguno de ellos en particular se puede considerar como responsable del sobrepeso u obesidad”. Para el director de El Poder del Consumidor, Alejandro Calvillo, estas acciones son “marketing de maquillaje, la máxima expresión de cómo la mentira reina el mundo”.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 muestra que la desnutrición aguda en niños menores bajó del 6.2% en 1988 al 1.6% el año pasado. Para Gabriel Zaid “suponiendo que haya en México diez millones de niños, el 1.6% es un desastre inaceptable: 160.000 niños con desnutrición aguda”. Esta cifra y la de 8.000 muertos por desnutrición “son las que realmente importan”, señala. “Hablar de millones de pobres, de reorientar la economía y de movilizar a la sociedad en la Cruzada Nacional Contra el Hambre es construir desde ahora justificaciones para que los responsables se laven las manos cuando la Cruzada termine en buenas intenciones”.
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