¿Quieres dejar de gritar a tus hijos? Únete a nuestro desafío
Por: Cecilia Jan | 07 de agosto de 2013
Mi amiga Eva es una madre excelente. Entre otras cualidades, tiene una paciencia que parece infinita, que une a un gran sentido del humor a la hora de explicarle a su hijo, de casi seis años (la misma edad que mi hijo mayor) por qué no debe hacer esto, o por qué debe hacer lo otro, con el resultado de que el niño parece que razona, también con humor, y se queda con la copla. Eva también resiste con tranquilidad envidiable accidentes caseros de esos que al resto de los padres nos suelen crispar bastante, tipo bebidas derramadas, comida fuera del plato, agua salpicada por la casa; o el ritmo a veces tan cansino de los niños de esta edad, aunque creo que esto tiene más bien que ver con que ella también es de natural pausado...
En fin, mi amiga Eva es la madre que yo creía que sería cuando aún no sabía lo que era ser madre. Una madre paciente, con buen humor, que no se preocupara por naderías, capaz de crear un clima de diálogo con mis hijos y de pasar horas jugando o haciendo manualidades con ellos... Pero la realidad me ha puesto en mi sitio, y me ha descubierto que pese a que quiero ser así, la mayoría de las veces no me sale ser así: me enfado cuando a los niños se les caen las cosas, aunque yo soy bastante pato y tiro vasos, me mancho al comer y rompo cosas. Me enfado cuando tardan en hacer lo que les digo. Me enfado de tener que repetirles todo hasta la extenuación. Me enfado de que me pidan cosas sin parar. Me enfado cuando gritan. Me enfado cuando se pelean. Me enfado cuando no saben gestionar sus frustraciones y ellos también se enfadan. Resumiendo, me enfado cuando son niños, lo que es muy habitual ya que son tres y son, desde luego, muy muy niños (casi seis, cuatro y dos años).
Y a veces no solo me enfado. A veces grito. A veces me convierto en mi vecina Alfonsa, a la que cuando yo era niña oía cómo gritaba a sus tres hijos a través del descansillo. No llego al punto de la Manoli, una antigua vecina de Eduardo que, en la vanguardia de la pedagogía, gritaba a sus hijos "Como te pille te voy a chocar contra la pared!!!!", pero hay días que debo de parecer una verdadera loca, a mis propios vecinos y lo que es peor, a mis propios hijos. Y no me gusta. No me gusto. Pero no consigo evitarlo.
Y a esto le doy vueltas de forma recurrente, cuando me entero de la existencia, a través de una recomendación en Facebook, de una cosa llamada "The orange rhino challenge", es decir, el desafío del rinoceronte naranja. En resumen, se trata de la web creada por una madre estadounidense con cuatro hijos de edades similares a los míos, que se planteó como reto estar 365 días del tirón sin gritarles! Se lo planteó muy en serio cuando un día se dio cuenta de que conseguía controlarse y no gritar delante de desconocidos por el qué dirán, mientras que sí gritaba a sus hijos, que al fin y al cabo eran su público más preciado y cuya opinión sobre ella era la que más le importaba.
Su desafío, que empezó en enero de 2012, tiene como lema "gritar menos, amar más". Os resumo los puntos principales:
1. Reconocer la necesidad de cambiar y planteártelo seriamente, como una prioridad en tu vida.
2. Fijar un objetivo claro -que no tiene por qué ser un año: puede ser una semana, todas las horas del baño durante 10 días, un mes, etcétera.
3. Hacerlo público a familiares y amigos, para que nos sintamos más obligados a cumplir.
4. Crear una red de apoyo, tanto entre familiares y conocidos como virtualmente, a través de su propia página de Facebook. La pareja o un amigo al que poder mandar un mensaje o llamar cuando estemos a punto de perder el control, una comunidad con el mismo objetivo para apoyarnos y compartir avances, e incluso los propios niños, que nos tienen que avisar cuando vean que estamos a punto de reventar.
5. Identificar las situaciones en las que solemos gritar, para evitar las que se pueden fácilmente (por ejemplo, dejar preparado el desayuno si sabemos que las prisas por la mañana nos ponen nerviosos), además de crearnos un estado de alerta mental que nos ayude a controlarnos más. Para ello, propone anotar durante unos días en un formulariocuándo hemos gritado y los detalles de la situación.
6. Practicar lentamente. La autora reconoce que los primeros días gritaba en mil sitios (armarios, cuartos de baño, dentro de jarrones, zapatos, etc) con tal de no hacerlo delante de sus hijos. Después pasó a aprender a apartarse y a no decirles palabras hirientes, sino a sustituirlas por simples ruidos, como rugidos tipo ahrggggggg, hasta que al cabo de unos días consiguió controlar el impulso de gritar. Aquí tiene otro lema: "No puedo controlar siempre las acciones de mis hijos, pero PUEDO controlar siempre mi reacción".
La página está en inglés, y contiene muchos consejos útiles, como 100 alternativas a gritar a tus hijos, lo que ha aprendido después de los primeros 365 días sin gritar (ella ya va por el segundo año; en este enlace, una traducción al español), 12 pasos para empezar, y su propia experiencia de este último año y medio contada en forma de blog anónimo (se puso como alias Rinoceronte naranja porque es un color que le evoca energía y determinación, y el animal es fuerte, tenaz y en apariencia pacífico, aunque con un comportamiento agresivo si es provocado).
Si estáis en la misma situación que yo, gritáis, perdéis los nervios con frecuencia, tenéis la sensación de que a veces la crianza se hace cuesta arriba y en vez de depararos días de felicidad consiste en días de malhumor y agobio; si luego os sentís fatal, culpables, tristes, decepcionados, pero al día siguiente no conseguís evitar caer de nuevo, os recomiendo que le echéis un vistazo a la web. En este enlace tenéis un resumen en español.
Así que he aceptado el desafío, y el viernes pasado empecé, con el objetivo de un mes. Aunque hoy tengo que volver a empezar a contar porque... ups, sorpresa, he vuelto a gritar. Una buena noticia es que, rebuscando por la web, he descubierto a otra madre bloguera, La mamá vaca (@mamavaca), que también ha iniciado su propio reto de pasar una semana sin gritar a su hija. Y como dice la creadora de la iniciativa, es fundamental crear una red de apoyo. ¿Os apetece uniros a nosotras en este desafío? Os invito a seguir mis avances (y retrocesos) en twitter y a contar los vuestros con los hashtags #rinonaranja y#yanogrito
Mucho ánimo a todos los que os suméis a este reto. Os volveré a contar a la vuelta de vacaciones!
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