REPORTAJES
Etiquetas: facilitador de partos, Jorge Odón, Organización Mundial de la Salud, partos fáciles
28 ENERO, 2014
EL FACILITADOR DE PARTOS
Después de ver cómo un amigo sacaba un corcho del interior de una botella con una bolsa inflada, al mecánico argentino Jorge Odón se le ocurrió aplicar el mismo principio para crear un dispositivo que facilita los partos. Su prototipo está a punto de masificarse de la mano de la Organización Mundial de la Salud, que ve en él un invento revolucionario para evitar muertes por partos en zonas empobrecidas y ayudar a que baje el número de cesáreas. Esta es la historia.
Por Daniel Riera / Fotografía: Félix Busso
Paula 1140. Sábado 1 de febrero de 2014.
Para Jorge Nicolás Odón, el hábito de compartir un asado con los empleados de su taller mecánico no tenía mucho que ver con la gastronomía. Si de él hubiera dependido, aquella tarde de 2006 habría elegido otro menú: vegetariano como es, no tiene más remedio que conformarse con las ensaladas y la bebida.
Lo importante no era la comida, sino el rato que pasaba con sus empleados: la conversación, la sobremesa. Y vaya si fue importante aquella sobremesa ese día en su taller de alineación y balanceo en Lanús Este, provincia de Buenos Aires, Argentina, ya que la vida de Odón cambió para siempre. Y vaya si fue importante aquella sobremesa, que terminó revolucionando la historia de la medicina. Un momento: ¿no dijimos que Odón era mecánico? Lo era, sí, hasta que le hicieron el truco.
Uno de los comensales toma una botella vacía de vino, le coloca el corcho, hace presión hasta que el corcho cae dentro. Luego le juega una apuesta al resto: les dice que es capaz de sacar el corcho sin romper la botella. Odón se ríe. ¿Qué apostás?, lo torean. Otro asado, dice Odón. El comensal toma una bolsa de polietileno, la introduce despacio por el cuello de la botella, deja una parte fuera, infla la bolsa, cuando considera que está suficientemente inflada, inclina la botella y comienza a tirar hacia fuera y en su salida la bolsa inflada arrastra el corcho. El truco está en internet, pero ninguno de los comensales lo había visto jamás. Odón queda deslumbrado, como si hubiera visto magia. Lo que vio es física pura: la combinación de los mecanismos de pinza (el aire contenido en la bolsa abraza al corcho) y cinta transportadora (la bolsa lo arrastra hacia fuera). Apenas llega a su casa, en la ciudad de Banfield, le cuenta a su esposa lo que vio. Se duerme pensando en la botella, el corcho, la bolsa. Despierta con una especie de epifanía.
-Marcela, lo de la botella… Sirve para los partos.
-¿Qué..? -respondió su esposa, aún semidormida.
-Lo de la botella, el corcho, la bolsa… ¡Sirve para los partos! insistió Odón, triunfal.
-No digas -respondió ella. Y siguió durmiendo.
SALVAR VIDAS, EVITAR CESÁREAS
Siete años después, el “Dispositivo Odón” es prioridad absoluta entre los experimentos médicos que promueve la Organización Mundial de la Salud. Imaginemos, como lo hizo Odón, que el corcho es un feto, que el cuello de la botella es la vagina de la madre y que la botella es un cuerpo en un trabajo de parto prolongado. Imaginemos lo mismo que Odón y obtendremos el primer dispositivo para facilitar un parto que se inventa desde la creación del vacuum en el siglo XVIII. Se trata de salvar vidas, de ganar tiempo precioso cuando el parto es problemático. Se trata, también, de evitar cesáreas.
Siete años después, el “Dispositivo Odón” es prioridad absoluta entre los experimentos médicos que promueve la Organización Mundial de la Salud. Imaginemos, como lo hizo Odón, que el corcho es un feto, que el cuello de la botella es la vagina de la madre y que la botella es un cuerpo en un trabajo de parto prolongado. Imaginemos lo mismo que Odón y obtendremos el primer dispositivo para facilitar un parto que se inventa desde la creación del vacuum en el siglo XVIII. Se trata de salvar vidas, de ganar tiempo precioso cuando el parto es problemático. Se trata, también, de evitar cesáreas.
Odón me recibe en su casa. Me sorprendí cuando me dijo que vivía en Banfield porque yo mismo vivo allí. Me sorprendí cuando me dio su dirección exacta porque todos los días paso a una cuadra. Tendemos a pensar que los grandes inventores viven lejos, en barrios de inventores. Cuando toco el timbre, me abre la puerta una jovencita de 15 años: es la menor de sus cinco hijos. Jade Odón ya no juega con muñecas: se las regaló a su padre. Por el bien de la humanidad, Jorge Odón las coloca en recipientes de acrílico que hacen las veces de útero y luego las extrae con su dispositivo: una bolsa para sacar bebés. En el escritorio de su estudio tiene un útero de acrílico: al principio diseñó úteros de vidrio y en los “trabajos de parto” se le rompían. Odón atesora inventos anteriores, todos en el rubro automotor.
-Hice una barra tensora para el Dodge 1500. Cuando usted frenaba de golpe, se rompía el chasis. La barra evitaba que se rompiera. Después modificaron el modelo en la fábrica y ya no hizo falta. En los 80, diseñé un soporte que se podía adaptar a cualquier rótula. Cuando se abrió la importación, el repuesto pasó a costar carísimo y tuve que dejar de hacerlo. Aprendí a inventar cosas, a testearlas hasta que funcionaran, a patentarlas. Soy perseverante. Cuando tengo una idea, para sacármela de la cabeza hay que convencerme de que es una locura.
Antes de casarse Odón le contó a Marcela que tenía tres sueños: si ella no los aceptaba, era difícil que la relación prosperara. Jorge quería hacerles una casa a sus padres antes de tener la suya, quería correr una carrera de automovilismo y quería tener seis hijos con ella. Su novia no tuvo inconvenientes con ninguno de los sueños de Odón y se convirtió en su esposa. Jorge les hizo una casa a sus padres, corrió una carrera y tuvo seis hijos con Marcela.
-El más grande tiene 31; la más chica, 15. Ahora tengo cinco hijos, porque perdimos una. Al cuarto mes de embarazo sabíamos que no tenía riñón. Teníamos la ilusión de algún error de los médicos, y aguantamos hasta el octavo mes, que fue el parto y vivió dos horas y falleció. Se llamaba Jazmín. Era imposible que viviera así, pero uno espera un milagro de Dios…
-Usted es creyente…
-Sí, muy creyente. Por eso pensé que quizás… Y ahora le agradezco a Dios que me haya puesto una idea en la cabeza, justo a mí, que no tengo nada que ver con la medicina, que me sacan sangre y me desmayo.
-Bueno, pero los partos no son un tema nada ajeno a su vida. Tiene una familia numerosa…
-Sí, pero presencié solo el primero. Los demás fueron por cesárea.
-Fíjese que su invento justamente puede ayudar a evitar cesáreas.
-Sí, es cierto- dice, sorprendido, como si no hubiera pensado antes en la relación entre su invento y las cesáreas que padeció Marcela.
UNA IDEA PATENTADA
El mismo día que tuvo la idea, Odón llamó a su socio, Carlos Modena, que había estado en el asado del taller allá por 2006.
El mismo día que tuvo la idea, Odón llamó a su socio, Carlos Modena, que había estado en el asado del taller allá por 2006.
-Carlos, lo del corcho sirve para facilitar al parto.
-Jorge, yo soy ingeniero, vos sos mecánico, ¿de qué me estás hablando?
Acordaron visitar al obstetra de la esposa de Modena, Eduardo Lever. Se sintieron extraños, observados por toda la sala de espera, cuando entraron juntos al consultorio. Modena le presentó a su socio. Odón abrió una valija, sacó una botella de vino con un corcho dentro y una bolsa. Hizo el mismo truco que había visto en el asado, mientras su socio se sentaba en la otra punta del consultorio, tomaba distancia de lo que creía un papelón. Cuando terminó su demostración, Odón le dijo al doctor que creía que los mismos principios podían utilizarse para asistir partos.
-¡Qué buena idea!- dijo Lever.
Era exactamente lo que Odón necesitaba escuchar.
Antes de seguir adelante patentó su idea. Odón sabía que para desarrollar su dispositivo iba a necesitar el aval y la compañía de obstetras de primer nivel, el trabajo según protocolos científicos. Un amigo lo puso en contacto con el doctor Enrique Gadow, directivo del Cemic (Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires). Gadow lo derivó a los obstetras Javier Schvartzman y Hugo Krupitzki. Siete años después, en el intervalo de una jornada sobre el dispositivo Odón, a las que acuden muchos de los más importantes especialistas en salud reproductiva del mundo, Schvartzman admite que al principio creyó que el mecánico inventor no estaba en sus cabales.
-Lo llevé a mi consultorio, un día que estaba tapado de trabajo, abrió la valija, sacó la botella y me hizo el truco del corcho. Lo primero que pensé fue: ¿dónde está la cámara oculta?, ¿qué broma es esta? Sin embargo, el truco parece mágico. Impresiona. Jorge me contó que ya había estado trabajando con un simulador primitivo con un útero de vidrio, y una muñeca que simulaba el feto: trabajaba con el mismo mecanismo físico del corcho y la botella, y la muñeca salía. Su primer modelo no era aplicable, pero como el principio estaba bien me despertó curiosidad y le dije: ‘Bueno, es medio loco el tema, pero veamos…
El doctor Hugo Krupitzki era tan o más escéptico que Schvartzman. Por un lado, porque es muy inusual este tipo de investigaciones heterodoxas, donde alguien ajeno a la ciencia médica crea un dispositivo y un equipo de médicos crea el marco científico para que el proyecto se desarrolle. Por otro lado, porque la idea de Odón, si servía, era una revolución en el campo de la obstetricia.
-La primera herramienta que conocimos los obstetras para asistir el parto es el fórceps, que fue inventado en 1600. La siguiente es el vacuum o ventosa, que fue inventado en 1700. Desde ese entonces no se inventó nada más. Con lo cual, la idea de una nueva alternativa segura, que sirva sobre todo para las poblaciones más vulnerables, es revolucionaria.
El mecánico automotriz Jorge Odón sostiene la bolsa de polietileno de su dispositivo, que cumple la función de abrazar la cabeza del bebé.
UN INVENTO DIGNO DE EINSTEIN
En 2008, en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, el dispositivo Odón ganó su primera batalla ante un simulador de partos: una “mujer” de plástico que tiene un “bebé” de plástico dentro, que “puja”, a la cual le late el “corazón”, que tiene ataques de presión si el “parto” se complica. Era la fase cero del proyecto. El propio Odón asistió el simulado parto y el “bebé” nació. Luego empezó la fase uno: partos de verdad con mujeres de verdad, que ya habían tenido hijos, que no presentaban complicaciones, pero se prestaban al experimento para colaborar con la ciencia. Hasta ahora se realizaron 30 partos, todos en el Cemic, todos con la presencia de Schvartzman y Krupitzki como obstetras y Odón tomando nota a fin de mejorar su invento.
En 2008, en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, el dispositivo Odón ganó su primera batalla ante un simulador de partos: una “mujer” de plástico que tiene un “bebé” de plástico dentro, que “puja”, a la cual le late el “corazón”, que tiene ataques de presión si el “parto” se complica. Era la fase cero del proyecto. El propio Odón asistió el simulado parto y el “bebé” nació. Luego empezó la fase uno: partos de verdad con mujeres de verdad, que ya habían tenido hijos, que no presentaban complicaciones, pero se prestaban al experimento para colaborar con la ciencia. Hasta ahora se realizaron 30 partos, todos en el Cemic, todos con la presencia de Schvartzman y Krupitzki como obstetras y Odón tomando nota a fin de mejorar su invento.
-El dispositivo fue variando. Las variaciones apuntaron a que sea más seguro y fácil de colocar -explica Krupitzki-. La idea es que pueda ser colocado sin demasiado entrenamiento, que no requiera mucho tiempo y que pueda ser colocado por otros proveedores de salud que no sean obstetras.
-La versión más reciente tiene dos componentes -precisa Schvartzman-: una manga de polietileno y un insertor que nos ayuda a guiarla alrededor de la cabeza del feto. Es una técnica de fácil aprendizaje y comprensión, rápida colocación, bajo costo y descartable.
Estamos en la sala de reuniones de una de las sedes del Cemic. Uno de los más entusiastas defensores del dispositivo Odón es el director del departamento de salud reproductiva de la OMS, el italiano Mario Merialdi. Hace un rato, en su discurso, Merialdi relacionó a Jorge Odón con Albert Einstein, con Henry Ford y con Martin Luther King. Einstein dijo que la imaginación es más importante que el conocimiento; Ford dijo que si hubiera escuchado a la gente en lugar de guiarse por su imaginación habría tenido que inventar un caballo más veloz y no el automóvil; Luther King dijo que la falta de acceso a la salud era la mayor de las injusticias que un ser humano podía padecer. Según Merialdi, Odón no tiene conocimientos médicos, pero tiene imaginación, lo que lo relaciona con la frase de Einstein. Y si los médicos se hubieran puesto a pensar qué herramienta nueva podían idear para facilitar el parto, habrían pensado en un fórceps que hiciera menos daño, y no en la idea que tuvo Odón, lo que la relaciona con la frase de Ford. Y finalmente, Merialdi dijo que el dispositivo Odón será especialmente útil para salvar vidas en los países africanos, donde la injusticia social es mayor y los centros de salud a menudo brillan por su ausencia, lo que lo relaciona con la frase de Luther King.
En línea con las ideas de Merialdi, Schvartzman traza un panorama sobre los problemas que el dispositivo Odón podría ayudar a resolver.
–En el mundo se mueren entre 350 y 400 personas por día por hemorragias, infecciones, partos obstruidos, es un Boeing 747 lleno de madres embarazadas que se cae todos los días. Nadie se entera porque ocurre sobre todo en países pobres: África subsahariana y el sudeste asiático. En los países desarrollados el dispositivo es una alternativa más para hacer el parto. Una cesárea es más costosa que un parto: si esto funciona es muy probable que las políticas de salud mundiales estipulen que se aplique el dispositivo porque de este modo se ahorra mucho dinero que se puede destinar a otra causa. El proyecto importa a los dos mundos, al rico y al pobre: la diferencia es que en el mundo rico, si no se aplica el dispositivo, la madre no se va a morir, mientras que en el mundo pobre se muere.
En el Cemic los encargados del proyecto anuncian que comenzarán una nueva etapa, en la cual aspiran a concretar alrededor de 100 nuevos partos –todos en pacientes que han tenido partos anteriores y que no aparentan tener complicaciones–, que se llevarán a cabo en centros de salud argentinos, cuyos obstetras serán capacitados por Schvartzman y Krupitzki. Si todo marcha bien, la experimentación entrará en la fase dos, donde se atienden partos con complicaciones, se trabaja en varios países diferentes y se forman dos grupos de pacientes: en uno se utiliza el dispositivo Odón; en el otro, fórceps, vacuum o cesáreas. Luego se comparan los resultados. Y si todo marcha bien, el proyecto entra en la fase tres, donde se vuelve a hacer lo mismo, pero en un mucho mayor número de mujeres. Una vez finalizado ese proceso, el dispositivo puede ser aprobado para su utilización mundial. Un laboratorio norteamericano le compró a Odón la licencia para producirlo, con la condición de que se vendiera a precio de costo en los países donde su utilización es prioritaria para salvar vidas, y en la Argentina, el país donde fue creado.
Desde el siglo XVIII que no se inventaba un dispositivo para facilitar partos. El que patentó jorge odón busca salvar vidas y evitar cesáreas.
¿MI BEBÉ CON UNA BOLSA EN LA CABEZA?
–Él es el hombre de la bolsa –bromea Luciana Valle, 33, maestra jardinera, mientras me presenta a un niño que corretea por su casa: Mateo Alonso, dos años y medio, su hijo menor. Valle es habitual paciente del doctor Krupitzki, quien la convenció de que participara del experimento y le garantizó que no correría riesgos.
–Él es el hombre de la bolsa –bromea Luciana Valle, 33, maestra jardinera, mientras me presenta a un niño que corretea por su casa: Mateo Alonso, dos años y medio, su hijo menor. Valle es habitual paciente del doctor Krupitzki, quien la convenció de que participara del experimento y le garantizó que no correría riesgos.
–Cuando estaba de siete meses, Hugo me pidió que fuera al Cemic a hacerme el monitoreo. Y ahí me estaba esperando con su equipo para mostrarme de qué se trataba el experimento. Nos preguntó si estábamos dispuestos a participar. Hugo había asistido el parto de mi hijo mayor, Joaquín, y tanto mi marido como yo le tenemos mucha confianza. Nunca habíamos tenido la posibilidad de hacer un aporte a la humanidad.
–¿Tuvieron alguna duda?
–Bueno… Yo le pregunté cómo iba a respirar mi bebé si tenía una bolsa en la cabeza, él me dijo “Mirá, tranquila, no respira, respira por el cordón…”. En el parto estaba Odón, estaban Hugo y Javier, el anestesista, la partera, un equipo de residentes… Nos sentimos contenidos, apoyados. Siempre confiábamos en que si había algún problema, él iba a usar su sentido común. Hugo estaba muy concentrado en su trabajo, la partera ayudaba con su tarea. Mateo era muy grande de hombros, así que me tuvieron que hacer una episiotomía y terminó de salir. Si no fuera porque tiene hombros tan grandes, en el segundo pujo salía todo su cuerpito. Lo que más cuesta pasar generalmente es la cabeza, pero él se trabó en los hombros.
Desbordado por los acontecimientos que su propio invento generó, Jorge Odón ya no trabaja en su taller mecánico, que ahora administra su hijo mayor. A los 59 años, Odón dice que parece que estuviera viviendo una película, que esto le estuviera pasando a otro: reconocimientos, premios, viajes por el mundo… y un invento que puede salvar vidas. Todo empezó con un corcho, una botella y una bolsa de polietileno. Todo parece indicar que continuará con miles de niños de todo el mundo.
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