La reducción de la desnutrición infantil se ha estancado en el gobierno de la inclusión social
Algo muy serio está pasando con la reducción de la desnutrición infantil en el país: en los últimos dos años se ha desacelerado hasta volverse casi insignificante. Esto, luego de haberse venido reduciendo de forma acelerada desde el 2007, como lo hizo notar el ex ministro de Economía Luis Carranza en estas páginas hace unos días.
En efecto, si vemos los números del INEI, apreciamos que ese indicador bajó casi diez puntos en cuatro años, de 28,5% de los niños menores de 5 años desnutridos en el 2007 a 19,5% en el 2011. Luego, sin embargo, la disminución ha sido muy pequeña: se llegó a 18,1% en el 2012 y a 17,5% en el 2013. De hecho, en el área rural, donde el problema es más grave, la desnutrición infantil incluso subió en el 2013 en relación con el año anterior (pasó de 31,9% a 32,3%).
Peor aún, en el relacionado tema de la anemia en niños de 6 a 36 meses, lo que apreciamos no es estancamiento sino franco aumento. Después de haber bajado 15 puntos de un altísimo y preocupante 56,8% en el 2007 a un 41,6% en el 2011, el porcentaje de niños con anemia subió en el 2012 a 44,5% y en el 2013 a 46,4%.
Demás está decir que dentro de las injusticias sociales –si se quiere, dentro de lo que viene negativamente decidido por el lugar socioeconómico del nacimiento de uno– la de la desnutrición infantil es de las más aberrantes. Al menos en términos profesionales, no sería exagerado decir que más diferencia hace la desnutrición infantil para quien la padece de niño, que la que, por mucho que se esfuerce, esa persona podrá hacer para sí misma de adulta. La desnutrición infantil y la anemia en los tres primeros años de vida ocasionan daños cerebrales irreversibles, reduciendo severamente diversas capacidades cognitivas y psicológicas.
¿Dónde está el problema? Ciertamente, no parece ser un tema de presupuestos: solo en el 2013 se dobló el presupuesto del programa para el Control de Crecimiento y Desarrollo (CRED) y, sin embargo, la cobertura del mismo no creció un ápice ese año. Más bien parecemos estar ante un problema de mala gestión del sistema de “presupuestos por resultados”; o, para decirlo en buen cristiano, de presupuestos que han dejado de dar resultados.
Y las malas noticias, lamentamos decirlo, no acaban ahí. Lo más preocupante es que tampoco parece vislumbrarse el camino para revertir esta situación. Más concretamente, tanto el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), que fue especialmente creado por este gobierno para combatir estos flagelos, como el Ministerio de Salud, que es el responsable directo de la aplicación del Programa Articulado Nutricional, no tienen una explicación acerca de por qué se ha producido este estancamiento y retroceso. Y, por tanto, tampoco tienen una solución.
Acaso una explicación de lo sucedido sea la que dio el mismo Carranza. Al haber abandonado la metodología que usó el gobierno anterior y que partía de un diagnóstico de las enfermedades broncopulmonares y estomacales como las principales causas de la desnutrición, este gobierno habría dejado de atacar el problema por su raíz. Así, por ejemplo, se habrían reemplazado el énfasis en las vacunas por el énfasis en los desayunos.
Una hipótesis alternativa o complementaria es que, luego de haber disminuido aceleradamente la desnutrición infantil y la anemia entre el 2007 y el 2011, estamos llegando a un núcleo duro de pobreza que es más difícil de tratar y reducir. Si este fuese el caso, quizá la solución esté en atacar la base misma de la pobreza, que es el caldo de cultivo de la desnutrición: la escasa productividad y los consiguientes magros ingresos de las familias en que se produce. Tal vez sea la hora de profundizar en los programas que empoderan a estas familias para producir y salir por sí mismas de la pobreza, como la exitosa Sierra Emprendedora del Foncodes, en lugar de seguir centrándonos en los programas que simplemente tratan de combatir los resultados de esta pobreza.
Sea como fuere, está claro que las entidades a cargo de este tema necesitan sacar su periscopio y ver, por encima de lo que vienen haciendo, lo que no está funcionando, para luego replantear métodos y sus sistemas de monitoreo. La fórmula del más gasto con menos resultado indica que se hemos comenzado a dar palos de ciego en el tema de la desnutrición y ese es un lujo que un gobierno que quiere ser el de la “inclusión social” no debería de poder darse.
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