¿Quieres aprender más rápido? Usa tu cuerpo
Colin Barras
BBC
Miércoles, 2 de abril de 2014
¿Alguna vez te has tratado de "visualizar" un problema? ¿Te has "aferrado" a alguna idea? ¿O has "barajado" diferentes opciones?
El lenguaje del aprendizaje está lleno de referencias a partes del cuerpo distintas al cerebro.
Tal vez esas expresiones sugieran algo más profundo. Los investigadores están descubriendo que el aprendizaje resulta más fácil, rápido y duradero si las lecciones incluyen el cuerpo además de la mente, ya sea gesticulando con los brazos o caminando por una habitación.
¿Pueden estos descubrimientos mejorar la enseñanza y el aprendizaje en el futuro? ¿Deberían afectar al uso de la tecnología en las aulas?
En cierto sentido, la idea de que el cuerpo puede contribuir al aprendizaje no debería ser una sorpresa.
Muchos de nosotros probablemente empezamos a comprender aritmética básica contando con los dedos.
"En el pasado, se ha argumentado que, a medida que aprendemos, mejoramos nuestra capacidad de pensamiento abstracto", explica Andrew Manches, maestro y psicólogo de la Universidad de Edimburgo, en Reino Unido.
"Los niños pequeños se apoyan en objetos físicos, pero si ahora me piden en una reunión que resuelva una operación y yo saco unos bloques para ayudarme, evidentemente parecerá absurdo".
Convencionalmente, podría haber una inclinación a pensar que los profesores deberían ayudar a los niños a abandonar los objetos físicos y la gestualidad para prepararlos para el mundo adulto.
Pero lo cierto es que el mundo físico nunca abandona nuestra mente. Por ejemplo, cuando procesamos verbos como lamer, dar patadas o agarrar, los escáneres médicos muestran que las partes de nuestro cerebro que controlan los músculos de nuestra cara, piernas y manos, respectivamente, se iluminan con la actividad.
Y hasta el concepto más abstracto puede tener una base en el mundo real.
Cuerpo y mente
Esta teoría se llama cognición corpórea, y sugiere que lo que ocurre en nuestras mentes surge de nuestras acciones e interacciones con el mundo que nos rodea.
Esto significa que fomentar modelos de pensamiento y aprendizaje puramente abstractos en los niños puede hacer que las lecciones resulten más difíciles de comprender y recordar.
La ciencia empieza a respaldar la idea de que, en el aula, las acciones dicen más que las palabras.
Spencer Kelly, un psicólogo de la Universidad Colgate de Hamilton, Nueva York, ha descubierto que las personas gesticulan tres veces más cuando consideran que es especialmente importante comunicar su mensaje, lo cual sugiere que, incluso aunque solo sea a nivel subconsciente, apreciamos el valor comunicativo de nuestro lenguaje corporal.
Kelly también ha encontrado pruebas de que a la gente le gustan más los profesores que utilizan movimientos de los brazos y de las manos para dar énfasis.
Pero el movimiento puede lograr mucho más que mejorar la popularidad de un profesor.
Hay estudios que demuestran que los niños pequeños aprenden más si el profesor utiliza gestos al explicar un concepto.
Además, Susan Wagner Cook, una psicóloga de la Universidad de Iowa, ha descubierto que los niños comprenden conceptos nuevos de manera más efectiva si se les enseña a imitar y repetir los gestos que usa su profesor, y que las lecciones con palabras y gestos duran más en la memoria de los alumnos que las que solo incluyen palabras.
Ayuda tecnológica
Hay un lugar para la tecnología en todo esto, especialmente con el ascenso de dispositivos de reconocimiento gestual como el Nintendo Wii, el complemento Kinect de Microsoft para Xbox y las tabletas con pantalla táctil.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Berkeley, en California, convirtió dos mandos para videojuegos Wiimote en un dispositivo que ayuda a los niños a visualizar tasas de equivalencia. Por ejemplo, para comprender cómo, si una planta crece el doble de rápido que la otra, la diferencia entre sus respectivas alturas aumenta con el tiempo.
Este concepto puede resultar difícil de comprender para los niños.
Cuando se les pide que utilicen las manos para representar las distintas tasas de crecimiento, algunos alumnos colocarán una mano ligeramente más alta que la otra, pero luego irán elevando las dos a la misma velocidad.
El dispositivo creado por el equipo de Berkeley proporciona comentarios instantáneos y específicos para los niños, ayudándolos a que los gestos de sus manos representen correctamente lo que ocurriría a medida que crezcan las dos plantas.
Después, hasta los alumnos con dificultades son capaces de explicar con palabras que realmente entienden por qué mover las manos a diferentes velocidades es la respuesta correcta..
El sensor Kinect también se está usando en estudios para ayudar a los niños a aprender a distribuir números de forma más precisa en un espacio físico: una habilidad simple, pero fundamental para la comprensión matemática.
La mayoría de la gente sabría, por ejemplo, que debe colocar el número 50 exactamente en la mitad de una línea con un 0 en un extremo y un 100 en el otro.
Un grupo de investigadores de la Universidad Eberhard Karls de Tübingen, Alemania, descubrió que los niños de siete años eran capaces de colocar los números en esa línea con mayor precisión si se les permitía caminar a lo largo de la línea situada en el suelo (con sus movimientos capturados y analizados por el sensor Kinect) que si usaban un ratón para utilizar una representación de la línea en una pantalla.
Manches ha empezado a explorar si Kinect ofrece una forma de reimaginar los clásicos bloques infantiles.
La tecnología permite que los niños agarren y manipulen bloques virtuales en la pantalla usando los mismos gestos que usarían para jugar con los bloques reales, pero los bloques virtuales ofrecen nuevas posibilidades, como cambiar de color al ser separados en unidades menores, lo que proporciona ideas frescas a los niños sobre cómo se pueden subdividir los números.
Más gestos
A la luz de todo esto, resulta tentador concluir que los profesores y sus alumnos deberían ponerse a saltar o a girar los brazos como aspas de molino durante las lecciones.
No obstante, Manches recomienda cautela.
El problema es que la ciencia todavía no ha descifrado exactamente cómo funciona la relación entre cuerpo y mente.
"No se puede pasar a la fase de predicción e intervención demasiado pronto", afirma.
Eso no quiere decir que no haya teorías sobre lo que ocurre, especialmente cuando se trata de entender por qué los gestos ayudan a almacenar información en la mente de forma más duradera, explica Cook.
Las lecciones que aprendemos en la escuela suelen exigir memoria declarativa, es decir, datos que somos capaces de recordar o "recitar" conscientemente en una fecha posterior.
Pero algunos de nuestros recuerdos son no declarativos: cosas que somos capaces de recordar sin poder explicar por qué.
El ejemplo clásico es que nunca se olvida por completo cómo montar en bicicleta.
Los movimientos físicos parecen ser especialmente adecuados para crear recuerdos no declarativos, por lo que, al gesticular a la vez que se habla, hacemos que nuestro cerebro cree dos recuerdos independientes de un acontecimiento, mejorando las posibilidades de recordarlo posteriormente.
Aunque investigadores como Manches y Cook siguen siendo reticentes a fijar directrices prescriptivas para los profesores, su cautela comienza a disminuir.
"Hace cinco años podría haber dicho que darles instrucciones a los profesores basándose en estas investigaciones podría resultar perjudicial", afirma Cook.
Hoy le preocupa menos esa posibilidad, en parte porque ninguno de sus estudios hasta la fecha ha revelado ningún efecto secundario negativo.
"En todos los estudios en los que hemos puesto a prueba la importancia de los gestos, hemos descubierto que funcionan", asegura.
"Incluso en entornos experimentales en los que pensamos que los gestos no funcionarían".
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