miércoles, mayo 13, 2015

¿Por qué las chinas no tienen cáncer de mama?

Lácteos y Cáncer: ¿Por qué las chinas no tienen cáncer de mama?

Jane Plant, científica y víctima del cáncer de mama, ideó una dieta revolucionaria y un estilo de vida que, ella y sus médicos creen- le salvaron del cáncer de mama, del que se recuperó tras 5 tumores diferentes.
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La Profesora Jane Plant es una reconocida y respetada científica geoquímica. Cuando en 1987, a la edad de 42 años, descubrió que tenia cáncer, su mundo se vino abajo. Pero, a pesar de haber desarrollado cuatro tumores diferentes, Jane se negó a rendirse. Escribió un libro sobre la experimentación que hizo sobre su dieta y su enfermedad: “Your Life in your Hands” (Tu vida en tus manos). Ideó una dieta revolucionaria y un estilo de vida, que ella cree le ha salvado la vida, y que puede ayudar a otras mujeres a no caer presas de la enfermedad.
Su teoría sigue siendo polémica – pero cada mujer debería leerla y decidir por sí misma – He aquí su experiencia:
Extracto del libro “Your life in your hands” de la Prof. Jane Plant. Editado por Virgin (UK)
“Sufrí la amputación de una mama y me sometieron a radioterapia. Y ahora estaba recibiendo una quimioterapia dolorosa. Me vieron las especialistas más eminentes del país. Pero en mi fuero interno, estaba segura que me estaba enfrentando a la muerte. Tenía un marido maravilloso, una casa preciosa, y dos hijos jovencitos para cuidar. Afortunadamente esto me llevó a descubrir hechos, algunos que sólo unos cuantos científicos conocían en aquella época.”
“Cualquiera que haya estado en contacto con el cáncer de mama, sabrá que hay ciertos factores de riesgo, como el aumento de la edad, una temprana menarquia (primera menstruación, antes de la edad habitual), una menopausia tardía, un historial familiar de cáncer de mama. Todos estos factores están fuera de nuestro control. Pero hay muchos factores de riesgo que podemos controlar fácilmente. Estos riesgos controlables se traducen en simples cambios que todos podemos hacer en el día a día de nuestras vidas, para ayudar a prevenir o a tratar el cáncer de mama.
La primera pista para comprender lo que estaba causando mi cáncer de mama, vino de mi marido Peter, que también era un científico, cuando volvió de China y me empezaron a dar quimioterapia. Me trajo postales y cartas, como también unos asombrosos supositorios herbales, que mis amigos y colegas chinos me enviaban como tratamiento para el cáncer. A pesar de la terrible situación, los dos nos echamos a reír mucho, y recuerdo haber dicho que si esto era el tratamiento del cáncer de mama en China, entonces no había que extrañarse que las mujeres chinas evitaran contraer la enfermedad!
Esas palabras hicieron eco en mi mente: ¿Por qué las mujeres de China casi no contraen cáncer de mama? La enfermedad era virtualmente inexistente en toda China. Sólo una de 10.000 mujeres moría de cáncer de mama, comparado con esa terrible cifra de 1 de 12 en el Reino Unido y aún peor, la medía de 1 de 10 mujeres en la mayoría de los países occidentales.
La cuestión no es que China sea un país más rural y con menor polución urbana. En Hong-Kong, que es altamente urbano, la tasa sube a 34 mujeres de 10.000, pero sigue siendo mucho menor que en Occidente. Las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, tienen tasas similares a las de la de China, y hay que recodar que estas dos ciudades fueron atacadas en 1945 con armas nucleares, así que además de los cánceres relacionados con la polución, uno se esperaba encontrar casos relacionados con la radiación. Pues no, la conclusión que se puede sacar de estas estadísticas impacta. Si una mujer occidental tuviera que ir a vivir a la industrializada e irradiada Hiroshima, reduciría a la mitad su riesgo de contraer cáncer de mama.
Obviamente esto es absurdo: Me parecía obvio que algún factor del estilo de vida no relacionado ni con la polución, ni con la industrialización o medio ambiente, estaba incrementando seriamente las probabilidades de contraer cáncer de mama.
Entonces descubrí lo que causaba la gran diferencia de las distintas tasas del cáncer de mama entre países orientales y occidentales. NO ES UNA CAUSA GENETICA. La investigación científica mostró que cuando chinas o japonesas se trasladan a Occidente, en una o dos generaciones, su tasa de contraer cáncer de mama, se acerca a las tasas de la comunidad que les acoge. Lo mismo ocurre cuando orientales adoptan un estilo de vida completamente occidental en Hong-Kong. Para los chinos toda la comida occidental, incluyendo todo desde el helado, el chocolate hasta los espaguetis y queso, es “Comida de Hong-Kong” porque allí en la antigua colonia británica se podían encontrar todos esos alimentos, que escaseaban en la antigua China continental.
Por lo tanto me parecía lógico que lo que fuera que estaba causando mi cáncer de mama, y su gran incidencia en este país (Gran Bretaña) en general, tenía que ver con seguridad con el estilo de vida occidental. Aquí hay un punto importante para los hombres también. He observado en mi investigación que mucho de los datos relacionados con el cáncer de próstata conducen a similares conclusiones.
Según los datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) el numero de hombres contrayente de cáncer de próstata en la China rural es insignificante, pues el 0.5 de hombres de 10.000. Cuando en Inglaterra, Escocia y Gales, sin embargo, esta cifra es 70 veces más elevada.
Como el cáncer de mama, es una enfermedad de la clase media, que ataca a los más ricos y a las clases socio-económicas más altas, aquellos que se pueden permitir comer alimentos ricos en calorías y en diversas sustancias.
Recuerdo haber dicho a mi marido: “Venga, Peter, acabas de volver de China ¿en que diferencia el estilo de vida de China con relación al nuestro? ¿Por qué no contraen cáncer de mama? Decidimos utilizar nuestro saber científico y utilizarlo con lógica. Estudiamos los datos científicos con relación a las grasas de la dieta. Investigadores descubrieron, en los años 1980, que sólo un promedio del 14% de las calorías de la dieta de los chinos eran de grasa, comparado al 36% en la dieta occidental. Pero la dieta que yo había seguido durante años antes de tener el cáncer de mama era baja en grasa y alta en fibra. Además, como científica, sabia que una dieta alta en grasa consumida por adultos no ha sido probado que aumente el riesgo de tener cáncer de mama. Entonces un día ocurrió algo especial. Peter y yo hemos trabajado tanto tiempo juntos a lo largo de los años que no estoy segura quién de los dos dijo primero: “¡Los chinos no consumen productos lácteos!”.
De repente recordé cuantos chinos eran físicamente incapaces de tolerar la leche. Como los chinos con quién había trabajado decían siempre que la leche era sólo para bebés, y como uno de mis buenos amigos siempre, con mucha educación, se negaba a comer queso en las cenas a las cuales estaba invitado. No conocía ningún chino que llevando una vida tradicional china utilizara vaca ni productos lácteos para alimentar a sus bebés. La tradición era de utilizar una ama nodriza, pero jamás productos lácteos.
Culturalmente, los chinos encuentran muy extraña nuestra preocupación occidental por la leche. Recuerdo haberme ocupado de una gran delegación china de científicos poco después del final de la Revolución Cultural en los años 1980. El Foreign Office (Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido) nos aconsejó encargar un pudding que tuviera mucho helado. Después de haberse informado en que consistía, todos los chinos, incluido el intérprete, con muy buenos modales, pero muy firmemente, rehusaron tomarlo, y no hubo manera de convencerlos de lo contrario. En aquel entonces nos alegramos todos pues pudimos tomar doble ración!
Descubrí que la leche es una de las causas de las alergias alimenticias. Más de 70% de la población mundial es incapaz de digerir el azúcar de la leche: la lactosa lo cual ha llevado a los nutricionistas a pensar que esto es la condición normal de los adultos, y no una deficiencia. Quizás la naturaleza está intentando decirnos que estamos comiendo un alimento equivocado.
Antes de tener cáncer de mama la primera vez, había comido muchos productos lácteos, como leche desnatada, queso y yogur bajos en grasa. Los había utilizado como mi principal fuente de proteínas. Para soportar la quimioterapia que recibí por mi quinto cáncer, había estado comiendo yogur orgánico para ayudar a mi sistema digestivo a recuperarse y repoblar mi tubo digestivo con “buenas” bacterias. Recientemente descubrí que allá por los años 1989 el yogur fue implicado en el cáncer de ovario. El Dr. Daniel Cramer de la Universidad de Harvard (USA) estudió a centenares de mujeres con cáncer de ovarios y les hizo detallar lo que comían. ¡Ojalá hubiese sabido de sus descubrimientos antes!
Siguiendo lo que yo y Peter habíamos descubierto con relación a la dieta china, yo decidí suprimir no sólo el yogur sino todos los productos lácteos inmediatamente. El queso, la mantequilla, la leche y todo aquello que llevaba productos lácteos los tire a la basura. Es increíble cuántos productos, incluyendo sopas, galletas, pasteles comerciales contienen productos lácteos. Incluso algunas margarinas supuestamente de soja, girasol, o de aceite de oliva, para untar, llevan productos lácteos. Entonces empecé a leer con atención todas las etiquetas y la letra pequeña.
Llegados a este punto, estaba observando el progreso de mi quinto tumor canceroso con un compás, anotando los resultados. A pesar del aliento y ánimo que me daban mis médicos y enfermeras, mis propias observaciones me decían la amarga verdad.
Mis primeras sesiones de quimioterapia no tuvieron ningún efecto. El tumor seguía del mismo tamaño. Entonces suprimí los productos lácteos. En sólo días el tumor empezó a encogerse Dos semanas después de mi segunda sesión de quimioterapia y una semana después de haber suprimido los productos lácteos, el tumor de mi cuello empezó a picarme. Luego empezó a ablandarse y a reducirse de tamaño. El tumor se hacia cada ve más pequeño.
Un sábado por la tarde, unas 6 semanas después de haber suprimido los productos lácteos de mi dieta, palpé lo que quedaba del tumor. Ya no quedaba nada. Sí, estaba muy acostumbrada a detectar los tumores cancerosos. Había descubierto mis 5 tumores yo misma. Le pedí a mi marido que palpara mi cuello. El tampoco encontró ningún tumor.
El jueves siguiente tenía hora con mi oncólogo en Charing Cross Hospital de Londres. Me examinó a fondo, sobre todo mi cuello donde estaba el bulto. Se maravilló:”¡No lo encuentro!”, dijo. Ningún médico, por lo visto, se esperaba que nadie con mi tipo de cáncer al nivel que estaba (ya había invadido el sistema linfático) que sobreviviera!
Mi especialista estaba tan feliz como yo. Cuando al principio discutí mis ideas con él, estaba comprensiblemente escéptico. Pero ahora utiliza mapas de China mostrando la mortandad por cáncer en China en sus conferencias y recomienda una dieta sin productos lácteos a sus pacientes!
Ahora pienso que la relación entre los productos lácteos y el cáncer de mama, es similar a la relación entre el fumar y el cáncer de pulmón. Creo que identificando la relación entre el cáncer de mama y los productos lácteos y siguiendo una dieta especifica para mantener la salud de mi mama y de mi sistema hormonal, me curó.
Fue difícil para mi, como lo podría ser para vosotras, el aceptar que una sustancia tan “natural” como la leche, pueda tener implicaciones tan tremendas para la salud. Revelaré los secretos de mi plan de acción revolucionario.”
La convicción de Jane Plant de que los productos lácteos pueden causar cáncer viene del complejo químico de la leche. Toda la leche de mama humana o de mamíferos, es un medio de transporte de cientos de componentes químicos. Es una poderosa solución bioquímica, especialmente para proveer las necesidades individuales del joven mamífero de la misma especie. Jane dice: “No es que la leche de vaca sea un alimento malo. Es un gran alimento, pero para terneros. No está destinado por la naturaleza para ser consumido por ninguna otra especie que no sea un ternero. Nutricionalmente es distinto de la leche materna humana y contiene tres veces más de proteína y mucho más calcio”.
La leche materna como la leche de vaca, contiene productos químicos destinados a jugar un papel importante en el desarrollo del bebé. Uno de estos productos -insulina factor de crecimiento: IGF-1- hace que las células se dividan y se reproduzcan. IGF-1 es biológicamente activo en humanos, sobre todo en la pubertad, cuando el crecimiento es rápido. En chicas jóvenes, estimula el tejido de la mama para que crezca y mientras sus niveles son altos durante el embarazo, las hormonas prolactinas y estrógenos son también activas, ensanchando los tejidos de la mama y aumentando los conductos de la leche preparándola para amamantar.
Aunque la concentración y secreción de estas hormonas en la sangre son bajas, ejercen un efecto poderoso sobre el cuerpo. Todas estas hormonas están presentes en la leche de vaca. La composición del IGF-1 es idéntica ya sea en la leche humana o en la leche de vaca, pero sus niveles son naturalmente más altos en la leche de vaca. También se encuentran en la carne de vaca. Altos niveles de IGF-1 en humanos son considerados un factor de riesgo para el cáncer de mama y la próstata. Un estudio de 1998 de mujeres pre-menopáusicas, revela que aquellas que tienen los niveles más altos de IGF-1 en sangre, corrían casi tres veces más riesgo para desarrollar un cáncer de mama, comparadas con las mujeres con niveles bajos. Entre mujeres por debajo de los 50, el riesgo se multiplica por dos.
Otros estudios demuestran que altos niveles de IGF-1 en sangre en los hombres son un indicador importante de cáncer de próstata. Es interesante saber que, recientes medidas para mejorar la producción de leche ha aumentado los niveles del IGF-1 en las vacas. El IGF-1 en la leche y en la carne ¿podría causar su reforzamiento en humanos, sobre todo a lo largo de una vida, llevando a una división celular inapropiada?… Aunque producimos nuestro IGF-1, ¿podría ser que las cantidades en demasía que ingerimos de los productos lácteos producirían cáncer?
Jane Plant ya sabía que el medicamento tamoxifeno, de alto perfil, utilizado en el tratamiento del cáncer de mama, está pensado para reducir los niveles de IGF-1 que circulan en sangre.
El IGF-1 no es destruido por la pasteurización, pero críticos argumentan que es destruido por la digestión, volviéndolo inofensivo. Jane piensa que la proteína principal de la leche, la caseína, evita que esto ocurra y que la homogenización, que evita que la leche se separe en leche y crema, podría aumentar aún más el riesgo de hormonas que provocan el cáncer así como otros productos químicos que alcanzarían la circulación sanguínea. Ella también piensa que otros productos químicos de la leche de vaca pueden ser responsables de enviar señales equivocadas a los tejidos adultos.
¿Podría la prolactina liberada estimular la producción de leche en vacas, tener un efecto similar en tejidos de mama humana, provocando la misma respuesta y causando que las células se volvieran confusas, estresadas y empezar cometiendo errores, replicando su propio DNA? Estudios han confirmado que la prolactina favorece el crecimiento de las células de cáncer de próstata en cultivo.
Otra hormona, el estrógeno, considerada uno de los principales factores de riesgo para el cáncer de mama, está presente en la leche en pequeñas cantidades. Pero aún niveles bajos de hormonas son conocidos por causar serios daños biológicos. Cantidades microscópicas de estrógenos en nuestros ríos, son suficientemente poderosas como para causar la feminización de muchos machos de diferentes especies de peces. Mientras los estrógenos en la leche no plantean un problema directo en los tejidos, pueden estimular la expresión del IGF-1 de donde resulta el crecimiento de un tumor a largo plazo.
Jane que ha encontrado cada vez más apoyo a sus teorías de parte de los especialistas, dice que ella no ataca a las teorías más ortodoxas. Ella intenta que su dieta sea un complemento de las mejores terapias que se puedan encontrar en la medicina convencional, y no una sustitución.
Ahora que estamos convencidos ¿qué debemos de comer en lugar de los productos lácteos? Plant recomienda:
• té de hierbas, semilla de sésamo, tofu, nueces, pescado, huevos orgánicos.
• mucha fruta y verduras frescas, orgánicas (ensaladas, zumos o ligeramente al vapor)
Aconseja además un auto-examen de la mama, a fondo y con frecuencia.

Algunos datos de interés sobre el cáncer y la dieta vegetariana:
1. La célula cancerosa es anaeróbica, es decir, que no puede sobrevivir en presencia de altos niveles de oxígeno. Existe un tratamiento con oxígeno, pero particularmente, en casa, es importante respirar a fondo y bien en un ambiente exterior sin polución. También hacer ejercicio si se puede.
2. Los tejidos cancerosos son ácidos. Los tejidos sanos son alcalinos. De donde la ventaja de una dieta vegetariana.
3. Es importante tomar antioxidantes: MAK, Vitamina C y E, coenzima Q10, selenium, germinación orgánica.
4. Purificación de toxinas por hipertermia (sauna, elevación de la fiebre etc.). La célula cancerosa muere a temperaturas alrededor de los 40º y 41º.
5. Las enzimas disuelven la capa de proteína de la célula cancerosa haciéndola vulnerable al ataque de los glóbulos blancos. Las enzimas más importantes son la tripsina y la quimotripsina. Comer demasiadas proteínas y alimentos refinados como azúcar blanca, harina blanca, arroz blanco, etc. vacía el organismo de las enzimas pancreáticas, abriendo camino al cáncer. De donde el interés de los alimentos integrales.
6. Vitaminas para luchar contra el cáncer:
La vitamina B17 mata las células cancerosas sin dañar las células sanas. Se encuentra en: la semillas de albaricoque, manzana, cereza, nectarina, ciruela, melocotón, endrina; almendras amargas, grano de lino, cebada, garbanzo, lentejas, maíz. Sin embargo, sin el suficiente zinc en el organismo, la vitamina B17 no funciona. Los resultados son también mejores si se toma con nutrientes como la vitamina C, las otras vitaminas B, vitamina A, manganeso, magnesio y selenium. Los médicos que recetan la vitamina B17 en general, lo utilizan como parte de un programa total consistiendo en una dieta, vitaminas, minerales, enzimas y ácidos grasos esenciales. Los nombres alternativos de la vitamina B17 son amygdalin y laetril.
La vitamina F es la omega-3 ácido graso. Se encuentra en: granos de lino, semillas de sésamo, semillas de girasol, semillas de calabaza, germen de trigo, germen de maíz, nueces.
La vitamina C estimula la formación de los linfocitos (hasta 10 g diarios, pueden triplicarlos).
La vitaminas E (antioxidante), A + D (para el metabolismo del calcio).
7. Los minerales que ayudan incluyen el yodo para la función tiroidea, selenium (antioxidante) 12- coenzima Q10 (antioxidante, estimula el sistema inmunológico, fortalece el corazón, lo protege de los efectos tóxicos de la quimio, equilibra la tensión arterial, ayuda a prevenir los efectos secundarios de la quimioterapia. Una buena fuente de CoQ10 es el aceite de sésamo, de germen de trigo, de maíz; cereales integrales, semilla de soja, tofu, cacahuetes, semillas de sésamo…)

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