De todos es sabido que las enfermedades cardiovasculares (ECV) son el resultado de una combinación de factores genéticos, hábitos y entorno. Por la parte que le toca, la Federación Mundial del Corazón (WHF) se ha propuesto incluir en la agenda política la prevención de estas enfermedades, ha afirmado Helen Alderson, su presidenta, en el recién concluido en Barcelona Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC).
No obstante, preguntada por la aparente falta de resultados concretos de algunas de las estrategias ya implantadas, Alderson explica que ya se ha podido observar que “los planes fragmentados, como los que sólo implican a los ministerios de Sanidad, son insuficientes para abordar la enfermedad en su conjunto. La prevención implica abordar esos factores al margen de lo estrictamente sanitario e incluso de la información a la población: educación, urbanismo e incluso marco laboral son cruciales para marcar la diferencia. Si los planes de prevención tienen un punto débil, probablemente sea ése”, señala la presidenta de la WHF.
Pero, ¿cómo prevenir?
En la reunión convocada bajo la ‘pregunta del millón’: “¿Podemos cambiar la sociedad?”, también se hizo hincapié en la responsabilidad de los gobiernos, que incluye sectores con una influencia enorme sobre la salud, tales como la agricultura, la educación o el transporte. Los determinantes sociales de la salud están también mediados por la política fiscal y las oportunidades de empleo, planteamiento que remite de nuevo al problema apuntado por la WHF.
La propia OMS asegura también que la sociedad civil ha de exigir a sus gobiernos el apoyo necesario para mejorar los estilos de vida y a la industria de la alimentación que comercialice productos saludables. La sociedad civil es, desde ese punto de vista, una plataforma clave para obligar a los representantes del sector económico a unirse en este esfuerzo, a proponer soluciones y a ponerlas en práctica, “porque una fuerza de trabajo sana es imprescindible para la buena marcha de la actividad económica”.
Por su parte, Alderson adelantaba que la próxima reunión de la Federación va a tener como tema central el bienestar en el lugar de trabajo, incluyendo la definición de éste como “buena salud física y mental, especialmente cuando ésta se mantiene con una dieta adecuada, ejercicio y un ambiente libre de tabaco”.
La importancia del lugar de trabajo
En Barcelona, se recordó que las ECV tienen un gran impacto en las personas durante los años que permanecen activas, reduciendo la productividad e incrementando los costes. Las compañías tienen la oportunidad de usar el lugar de trabajo como foro para la promoción de cambios de conducta a largo plazo que redundarán en beneficio de los empresarios, los trabajadores y las comunidades en las que viven.
Centrándose en los aspectos laborales y su relación con el estado de salud, la WHF también señala el lugar de trabajo como el foco principal de la adopción de hábitos nocivos, marcados por “el estrés, la depresión, los problemas crónicos de espalda, el consumo de alimentos poco saludables por falta de tiempo y las escasas oportunidades para encontrar tiempo para realizar actividad física”. Según los análisis de la organización, está comprobado que los programas de bienestar laboral mejoran la salud de los empleados, reducen el estrés y la carga laboral, el absentismo y los conflictos, y crean una cultura organizativa saludable.
¿Prevención genética?
Al ritmo actual de la investigación, cada mes se publican nuevos trabajos con hallazgos de nuevas variantes genéticas que afectan al riesgo de cardiopatías. Estas líneas son una gran oportunidad para conocer las bases genéticas de las ECV y apuntan el camino para la obtención de nuevos tratamientos, pero muchos de los asistentes al encuentro de Barcelona se preguntaban si la información genética será útil para prevenir los infartos de miocardio (IAM) y, de ser así, cómo se produciría ese cambio. En la reunión dedicada a la genética y la prevención, las ideas claves fueron 3: hay muchas variantes genéticas relacionadas con el IAM (hasta el momento se conocen 13, pero su número aumentará); cada variante incrementa el riesgo entre un 10 y un 30% (más o menos lo mismo que fumar varios cigarrillos al día) y esas variantes genéticas son muy comunes.
La prevención basada en la genética, apuntaban los asistentes, puede contemplarse como herramienta para la población o para individuos aislados. Para la población, el riesgo asociado a cada variante y el hecho de que éstas sean comunes podrían ser “parte importante de los algoritmos preventivos. Se puede tener en cuenta la frecuencia de las variantes para evaluar el riesgo y adoptar decisiones en materia de prevención primaria”, aseguraban en Barcelona. A su entender, hay una necesidad urgente de ensayos clínicos que examinen ese potencial beneficio.
En el plano individual, matizaron, “la cosa se complica”. Si un portador conoce su situación por efecto de un gen o un conjunto de ellos, esta información no basta para definir su riesgo. El riesgo genético general está determinado por la proporción de variantes de riesgo respecto a todos los genes que afectan al IAM. Saberlo y hacérselo entender a los pacientes es parte del trabajo por hacer.
Jano.es
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