Hay
consenso acerca de que la innovación es la clave del futuro, pero no
sabemos bien en qué consiste y cuáles serán sus consecuencias. Lo que es
seguro es que habrá mucho menos trabajo
Autor
Fecha
Una
de las mayores certezas en el mundo de los negocios es que el cambio ya
ha llegado, que estamos inmersos en un momento de grandes
transformaciones que se llevarán por delante a quienes no sean capaces
de adaptarse y que hará ricos a quienes tengan la capacidad de aportar
nuevas ideas y nuevas visiones a los viejos procesos. Andrés Oppenheimer, columnista de Miami Herald, presentador en la CNN y uno de los 50 intelectuales latinoamericanos más prestigiosos, según la revista Foreign Policy, explora el nuevo contexto en Crear o morir
(Ed. Debate), un libro en el que recorre la carrera profesional de
famosos innovadores en un intento de encontrar pistas para
desenvolvernos en el nuevo mundo. En el texto se habla, entre otros, del
científico español Rafael Yuste, del chef peruano Gastón Acurio, del mexicano Jordi Muñoz, presidente de una empresa de drones a los 26 años, del hombre de moda en la educación, Salman Khan, o de Pep Guardiola.
PREGUNTA. ¿Por qué hay tan pocos innovadores exitosos fuera de Silicon Valley?
RESPUESTA. Los países hispanoamericanos no producimos ningún Bill Gates o Steve Jobs,
y quería saber por qué. Fui a Silicon Valley, empecé a hablar con la
gente y aquellos con quienes me encontraba me decían. “Estoy empezando
una start up. En los últimos cuatro proyectos fracasé, pero en este me
va a ir bien por estos motivos. Me llamó la atención, porque en Miami
nadie te habla del fracaso. Y esa es una de las razones principales por
las que no producimos un Gates, porque les crucificamos cuando fracasan.
Jobs fracasó 20 veces, lo echaron de Apple a los 30 años y las revistas
decían que estaba quemado. La etapa siguiente fue la más productiva de
su vida. El éxito es el último eslabón de una larga cadena de fracasos.
Necesitamos una cultura de tolerancia social con el el fracaso
individual, porque si no aniquilamos la innovación.
P.
Desde esa perspectiva, ¿qué hacemos con Grecia? Porque siguiendo esa
teoría, a las personas que han fracasado en la gestión de Grecia se les
debería dejar que siguieran al frente. ¿Les dejamos fracasar hasta que
triunfen?
R. No sé si Grecia
puede ser catalogada como un fracaso. Creo que es más una tragedia.
Desde luego no lo pondría en la misma bolsa, y no tendría tanta
tolerancia con Tsipras, porque su cadena de fracasos me puede llevar a
la ruina a mí.
La
innovación es una cadena de eventos que no se inician con el capital
riesgo, sino con la cultura, con esas personas que quieren ser muy
innovadoras
P. Quizá,
entonces, eso a lo que llama fracaso no sea más que una serie de
experimentos fallidos, que a veces alcanzan su objetivo y a veces no.
Uno puede querer inventar el coche volador, y seguro que no sale a la
primera, pero quizá tampoco al enésimo intento. La diferencia con
Silicon Valley a lo mejor no es la cultura del fracaso, sino que hay
mucho capital destinado a buscar nuevas soluciones y nuevos modelos de
negocio.
R. Es una combinación de
muchas cosas. Además de capital riesgo, necesitamos otra cultura, que
es la principal traba. La falta de tolerancia social con el fracaso
individual y la falta de veneración y admiración por los innovadores van
unidas. En nuestros países los chicos crecen queriendo ser futbolistas o
cantantes de rock. Me encantaría que admirásemos a los innovadores del
mismo modo que contemplamos a los futbolistas. Necesitamos un Iker Casillas de la ciencia y un Pujol
de la tecnología. Además de conocernos de memoria las alineaciones de
los equipos de fútbol y de tenerlos siempre en la primera página de los
diarios, deberíamos conocer al español que inventó el fósforo. La
innovación es una cadena de eventos que no se inician con el capital
riesgo, sino con la cultura, con esa masa crítica de personas que
quieren ser innovadoras y que aspiran a convertirse en el próximo premio
Nobel de física.
Lo que tendríamos que hacer es ofrecer al talento que se ha marchado la posibilidad de trabajar en una 'selección nacional'
P.
Eso no nos falta en España. No vanagloriamos a los innovadores, desde
luego, pero hay muchos investigadores jóvenes que desean llegar muy
lejos en su profesión. Lo que falta es trabajo.
R.
Eso no me quita el sueño. El concepto de la fuga de cerebros está
siendo sustituido po la circulación de cerebros. No es una tragedia que
un colombiano o un español se vayan a EEUU, porque tarde o temprano o
participan en proyectos españoles o regresan a España. Los grandes
éxitos de la innovación en países como India se produjeron porque los
ingenieros de Bangalore se iban a trabajar a Microsoft y luego se salían
de la empresa y montaban su start up y fichaban a gente de su países,
que eran buenos y mucho más baratos. Eso terminó siendo el motor de
crecimiento de India. Messi juega en el Barça, pero después va a
defender los colores de su selección nacional. Esto tendríamos que
hacer, ofrecer al talento que se ha marchado la posibilidad de trabajar
en su selección nacional.
La
nube te va a diagnosticar con más precisión que cualquier médico y te
recetará la pastilla que mejor le fue a 5000 millones de personas
P.
Messi va a jugar con Argentina pero juega mucho peor que con el Barça,
quizá no sea el mejor ejemplo. Muchos de los que se van ya no vuelven,
precisamente porque aquí no hay nada para ellos. Tampoco hay grandes
incentivos para que regresen... Además, las últimas tendencias no tienen
que ver con inventar un nuevo producto, sino con poner en marcha nuevos
procesos y nuevos modelos de negocios, y para eso necesitamos menos
ingenieros y más estrategas.
R.
Está clarísimo que hemos entrado en un nuevo mundo en el que el trabajo
mental va a valer cada vez más y el manual cada vez menos, ya sea por la
invención de un nuevo producto o de un nuevo proceso para llegar a un
producto existente, pero en todo caso estamos ya de lleno en la economía
del conocimiento. Cada vez va a haber más trabajo automatizado, el 47%
de los empleos van a desaparecer en los próximos veinte años,
y este es el terremoto económico más grande que vamos a vivir. Hace
cinco años hacía mi programa de televisión con cámaras, iluminadores, y
demás técnicos, mientras que hoy simplemente hablo a una cámara en
Miami, y lo manejan todo desde Atlanta. Estoy solo en el set. Las
traducciones las hace Google Translate, las noticias deportivas de
segunda y tercera división las escribe un algoritmo, al igual que las
referidas a las ganancias trimestrales de las empresas, y pronto harán
los algoritmos el trabajo de abogados o médicos. Nuestro Apple Watch
mandará la información a la nube y se nos diagnosticará con muchísima
más precisión que cualquier médico. La nube te va a recetar con base en
tu historia médica y con cuál fue la pastilla que mejor le fue a 5000
millones de personas. Estamos viviendo una revolución económica que nos
va a afectar a todos. Por eso en el libro hablo de reinventarnos y de
progresar en esta era de la innovación.
P.
Dice que han ido desapareciendo los cámaras y los iluminadores de su
programa de televisión. A lo mejor el siguiente en desaparecer es el
presentador…
R. Ahí el mundo está
dividido entre los tecnoutópicos y los tecnopesimistas. Estos te van a
decir que vamos hacia un mundo de desempleo masivo y donde habrá mucha
más desigualdad, mientras que los utópicos te dirán todo lo contrario.
Nuestros abuelos trabajaban ochenta horas por semana y nosotros
trabajamos cuarenta. Dentro de veinte años trabajaremos veinte. De todos
modos, yo no me alineo ni con uno ni con otros, estoy un poco en el
medio. Pero es cierto que cada vez vivimos mejor y más tiempo,
conquistamos el dolor y estamos mejor en general. Cada vez que entro en
un debate con un tecnopesimista le hago la misma pregunta: ¿qué
prefieres, que te saquen la muela con una tenaza o que lo hagan como
ocurre hoy con anestesia con sabor a fresa, mientras te ponen una
musiquita y sin sentir nada? Hace 20 años, todo el mundo decía que los
cajeros automáticos terminarían con los empleados bancarios, y hoy hay
muchos más que entonces. Lo que ocurre es que hacen trabajos más
sofisticados que contar billetes.
P.
En todo caso, parece que la innovación no proviene de nuevas máquinas,
sino de nuevos modelos de negocio. Uber es un buen ejemplo.
R.
Hace poco estuve en Nueva York, y tomé Uber todo el tiempo, nada de
taxis. Son carros último modelo, te ofrecen agua, te tratan como al
Duque de Windsor. Hay ya 16000 Ubers y sólo 11000 taxis. Uber tiene hoy
un enorme valor de mercado sin contar con un solo auto propio, ni un
empleado. American Airlines tiene miles y miles de empleados y miles y
miles de aviones. Uber demuestra que estamos entrando en una época en la
que el trabajo mental se cotiza más que el manual. Kodak se fue a la
quiebra por no innovar, por no creer en la fotografía digital.
Instagram, con sólo 13 empleados, se vendió por mil millones de dólares.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario