Quizás por la cercanía a nuestro vecino del sur o quizás por que en el Perú también sufrimos de violentos terremotos, el reciente sismo en Chile ha hecho que el Perú entero se pregunte ¿qué pasaría si un sismo de esa magnitud nos cayera hoy día? ¿Estamos preparados para afrontar sus consecuencias?
Los pesimistas dicen que dada la tugurización, la precariedad de construcciones antiguas y modernas, (solo los edificios construidos después de 1970 son antisísmicos), la falta de cultura preventiva de la población y la falta de preparación de las autoridades, un terremoto como el ocurrido en Chile la semana pasada, provocaría daños incalculables y miles de muertos. Los optimistas dicen que el Perú empezó a prepararse hace ya muchos años y que solo falta que venga el terremoto para probarlo.
Lo cierto es que los expertos no dudan si un terremoto va a ocurrir o no, sino mas bien cuando va a ocurrir. En ese sentido es importante ayudarse un poco de los estudios que se han hecho sobre el impacto de los terremotos sobre la salud pública.
Los cinco últimos terremotos importantes en el Perú ocurrieron en 1966, 1970, 1974, 2001 y 2007.
El de 1966 ocurrió a las 4:41 de la tarde del lunes 17 de octubre, tuvo una magnitud de 8.1, duró 45 segundos y tuvo su epicentro en el mar del Callao, causando 180 muertos y 3.000 heridos. El tsunami en el Callao produjo olas de tres metros y medio y algunas calles se agrietaron de lado a lado. La ciudad de Huacho fue muy afectada.
El de 1970 ocurrió a las 3:23 de la tarde del domingo 31 de mayo, tuvo una magnitud de 7.9, duró 45 segundos y tuvo su epicentro en el mar de Chimbote. Hubo destrucción desde Chiclayo hasta Lima y en la ciudad de Casma, 90% de las casas se destruyeron. El aluvión que cayó desde la cordillera blanca destruyó completamente la ciudad de Yungay. El cálculo de los muertos varía entre 30,000 a 70.000. Este terremoto hizo que en 1972 se forme el Instituto de Defensa Civil (INDECI) y que se decrete el código de construcción antisísmico de casas y edificios.
El de 1974 ocurrió a las 9:21 de la mañana del jueves 3 de octubre. Tuvo una magnitud de 8.1, duró 90 segundos y su epicentro fue en el mar, a 80 kilómetros al sur de Lima. Debido a que ese día se iba a celebrar el sexto aniversario de la junta militar de Juan Velasco, los colegios estuvieron felizmente cerrados. Los muertos se calculan en 252 y los heridos en 3,600. Solo en Lima, 78 personas murieron y 2.414 quedaron heridas.
El del 2001 ocurrió a las 3:33 de la tarde del sábado 23 de junio y afectó el sur del Perú, especialmente Arequipa. Su magnitud fue de 8.4, duró mas de 60 segundos y tuvo su epicentro en el mar, frente a Camaná. Mas de 100 personas murieron, 2.860 fueron heridas y el tsunami con olas de 7 metros mató 26 personas y desapareció 64. Las casas destruidas fueron 17.510 y 35.549 quedaron severamente dañadas.
El del 2007 ocurrió a las 6:40 de la tarde del miércoles 17 de agosto, su magnitud fue de 8.0, duró 2 minutos con 55 segundos y su epicentro estuvo en el mar de Pisco. Causó 514 muertos, 1.090 heridos, destruyó 35.500 casas o edificios y dañó otros 4.200.
Como se pueden apreciar en esos datos, cada uno de los últimos terremotos en el Perú ha causado cientos de muertos y miles de heridos, por lo que se anticipa que el próximo que venga no tiene porque ser una excepción. Ante esa realidad, creo que es justo y conveniente preguntarse cuan preparado esta el sistema de salud peruano para afrontar el próximo terremoto.
Dos interesantes estudios publicados en los últimos 10 años analizan los efectos de los terremotos sobre la salud publica y coinciden en señalar que la muerte después de un terremoto viene en tres olas.
La primera ola es instantánea y se produce cuando se caen las casas y la gente muere aplastada en su interior. Las lesiones mas frecuentes son aplastamiento de la cabeza y la columna vertebral y en este caso, no hay nada que hacer, la muerte es inmediata.
La segunda ola se produce durante las primeras horas después del terremoto y su número depende de cuan preparado esté el sistema de salud en el lugar en que ocurre el terremoto. Este grupo de muertes incluye los golpes de cabeza que producen sangrados dentro del cerebro (hematomas epi y subdurales), rupturas del hígado, del bazo y de los riñones por severos golpes en el vientre y la cintura y graves fracturas de la pelvis, con compromiso de la vejiga y las grandes venas y arterias de esa región. Cuanto mas se retrasa la atención de esos graves enfermos, mas muertos se producirán.
La tercera ola se produce días y semanas después del terremoto. Aquí están las graves infecciones generalizadas o septicemias de los fracturados y operados, los enfermos con fallas orgánicas multisistémicas (cuando varios órganos dejan de funcionar por lesiones) y los pacientes en quienes se forman coágulos sanguíneos dentro de sus venas y arterias (coagulación intravascular diseminada). Aquí son necesarios hospitales muy bien equipados, que tengan gran capacidad para albergar a las decenas de heridos graves y personal preparado y muy especializado.
La prevención de la primera ola depende del evitar que se caigan las casas y edificios durante el terremoto y eso depende de cuan bien construidos estén esos edificios. Con la precariedad de la mayoría de construcciones en las zonas periféricas de Lima, el daño seria muy importante. Toda casa o edificio construido antes de 1970 esta en mayor peligro pues recordemos que recién después en ese año existen disposiciones para construir edificios antisísmicos.
La prevención de esta primera ola también va a depender de cuan educada esté la población para poder salir ordenadamente de sus casas y que existan las vías de evacuación correspondiente. Con la desidia que se enfrentan los simulacros de sismo en el Perú, hay poca esperanza que la gente sepa como actuar en caso de un terremoto.
La prevención de la segunda ola, el de las muertes que se producen en las primeras horas después del terremoto, merece consideración especial porque esta sí depende de un planeamiento adecuado de INDECI y el MINSA. De acuerdo a datos de terremotos en otros lugares del mundo, solo 3 a 5% de las personas que acuden a un hospital necesitan hospitalización, por lo que este tipo de enfermos debe ser rápida y eficientemente identificado.
El problema es que apenas producido el terremoto, cientos de personas con crisis de nervios, golpes menores, fracturas no complicadas, atiborran los hospitales o centros de salud que están funcionando. En esas enormes colas, los médicos y enfermeros tienen severas limitaciones para poder identificar a los enfermos que realmente necesitan ayuda inmediata porque están muy ocupados cosiendo cabezas o limpiando heridas menores.
En una entrevista radial, me decía un funcionario del MINSA el sábado pasado que en Lima se han identificado y preparado 40 centros periféricos que funcionarían 24 horas y que cinco hospitales han comprado 5 módulos periféricos quirúrgicos que se “armarían en un par de horas” en donde sea necesario. La verdad que dudo mucho que un centro quirúrgico se pueda armar en un par de horas, y me parece que tanto las emergencias de los hospitales que queden en pie, los 40 centros periféricos y los cinco módulos quirúrgicos van a quedar cortos para una población de casi 10 millones de personas. Es probable que las colas sean interminables y que en esas colas se mezclen enfermos con un infarto cardiaco, con una ruptura del hígado y simplemente con un susto o un ojo negro por un golpe.
Quizás sea necesario pensar en un método mas eficiente de triaje o clasificación de heridos en lugares cercanos al lugar de residencia de los damnificados, es decir la respuesta debe ser local. Quizás tener un sistema preparado entre el MINSA y las municipalidades, que incluya decenas o centenares de pequeñas tiendas de campaña, que sí se puedan armar en “un par de horas”, que tengan profesionales de salud voluntarios que residan en el área afectada, que tengan las facilidades mínimas para limpiar heridas, coser cabezas, calmar las crisis de ansiedad y determinar quienes pasan a un centro mas especializado podrían desembalsar la atención en los hospitales y evitar las muertes de la segunda e incluso de la tercera ola.
Es cierto que debido a la mayor experiencia con terremotos en los últimos años, nuestros hermanos chilenos han logrado una eficiencia y un comportamiento ejemplares en este ultimo terremoto. Que la carga de muerte no haya sobrepasado de 12 personas, que mas de un millón de personas hayan sido evacuadas en cuestión de minutos en un terremoto de magnitud 8.4 es remarcable. Creo que nuestros expertos deben viajar a Chile y copiar exactamente lo que ellos han hecho en términos de preparación. Si bien es cierto que solo un verdadero terremoto nos mostrará el grado de preparación que tenemos, aprender de los que ya están preparados nos hará mucho bien.