martes, junio 29, 2010

Que tipo de mono es Usted?

Día 29/06/2010 - 19.19h
Dos hombres están sentados en la recepción de una empresa a la espera de una entrevista de trabajo. El primero es lo que popularmente se denomina un «macho alfa», un hombre competitivo, un ganador. El segundo candidato preferiría encontrarse en cualquier otro lugar más amable, donde no tenga que medir sus fuerzas con ningún otro rival. Al primero, dispuesto por encima de todo a llevarse el puesto, le ha aumentado la testosterona, un componente vinculado a la preparación para la competencia o las interacciones agresivas. Su competidor, sin embargo, acaba de sufrir una subida de cortisol, una hormona relacionada con el estrés y las estrategias sociales más pasivas. Quizás estos procesos hormonales se noten en sus caras, pero lo que ninguno de ellos sabe es que el que parece más seguro acaba de reaccionar como un chimpancé y el otro, como un bonobo.
REUTERS
Tres bonobos se recrean en un santuario del Zaire
Los que se sientan más identificados por el hombre más apocado no tienen por qué preocuparse. Es lo más común. La mayoría de los varones humanos experimenta cambios hormonales parecidos a los bonobos, mientras que los que buscan estatus se aproximan más a los chimpancés. El estudio, realizado por investigadores de las universidades de Duke y Harvard, ha sido publicado en la revistaProceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Según los autores, los cambios rápidos en las hormonas testosterona y cortisol durante la competencia difieren de acuerdo con las respuestas psicológicas y de comportamiento del individuo y de la especie. Los investigadores entregaron a chimpancés (Pan troglodytes) y a bonobos (Pan paniscus) unas bolas de algodón humedecidas en dulces y caramelos. Después, recogieron muestras de saliva de los monos y midieron los niveles hormonales antes y después de que se les presentara una pila de comida a parejas de ejemplares de ambas especies.
Los científicos comprobaron que los machos de ambas especies que eran intolerantes y no querían compartir su comida con sus semejantes mostraban cambios hormonales al anticipar que tenían rivales por la comida. Sin embargo, la forma en que se incrementaron las hormonas fue distinta para los bonobos y para los chimpancés.
Dispuesto a la lucha
A los chimpancés les aumentó la testosterona, que prepara al animal para la lucha o la agresión. Por el contrario, los bonobos mostraron un incremento del cortisol, asociado al estrés y la pasividad. Curiosamente,los chimpancés viven en sociedades dominadas por los machosdonde el estatus es muy importante y se suceden agresiones graves, mientras que los otros primates forman núcleos en los que la hembra siempre es la más dominante del grupo y la tolerancia permite una cooperación más flexible y la distribución de la comida.
«Los chimpancés reaccionan a la competencia como si ésta fuera una amenaza a su estatus, en tanto que los bonobos lo hacen como si fuera una situación estresante», explica Victoria Wobber, de la Universidad de Harvard y autora principal de la investigación.
Los machos humanos suelen reaccionar ante la competencia como los bonobos, como un aumento del cortisol, pero si tienen un «motivo de alto poder» o un fuerte deseo de alcanzar o mantener su estatus, experimentan un incremento de la testosterona. Estos resultados demuestran, como también lo hacen muchos otros experimentos e investigaciones, la cercana relación por descendencia que los humanos tenemos con los simios.

Desapareceremos en 100 años...

Día 29/06/2010 - 12.46h
Apenas cien años. La raza humana no tiene mucho tiempo para enmendar las cosas, según asegura Frank Fenner, un prestigioso científico australiano, quien advierte de que estamos abocados a extinguirnos en un siglo a causa de la superpoblación, la destrucción del medio ambiente y el cambio climático. El investigador, profesor de microbiología en la Universidad Nacional Australiana en Canberra y uno de los científicos que ayudó a erradicar la viruela, asegura que la situación es irreversible.
Fenner cree que la superpoblación y el cambio climático terminarán con nosotros
Fenner expresó en el periódico de su país The Australian sus peores augurios. A su juicio, el homo sapiens no será capaz de sobrevivir a la explosión demográfica -el próximo año la población mundial alcanzará los 7.000 millones, según Naciones Unidas- y al uso indiscriminado de los recursos naturales.
El científico cree que no hay vuelta atrás, ya que los efectos de la actividad humana sobre el Planeta son tan fuertes que pueden rivalizar con los del impacto de un cometa o con los de una glaciación. De la misma forma, apunta que el cambio climático provocará nuestro fin.Habrá «más guerras por alimentos» y «sufriremos la misma suerte que el pueblo de la isla de Pascua», explicó. Al parecer, en la famosa isla de las estatuas de piedra la superpoblación devastó los bosques y terminó con los animales, lo que llevó a la desaparición de esta civilización a mediados del siglo XIX. Para Fenner, sucederá algo parecido a escala mundial.
No todos los científicos son tan pesimistas, pero, al menos, las palabras de Frank Fenner pueden servir como toque de atención para evitar que ocurra un cataclismo causado por nosotros mismos. Si es que todavía estamos a tiempo.

domingo, junio 27, 2010

El enemigo más temido.. el dolor



LUIS M. ARIZA 20/06/2010
Acecha sin descanso. Lo tememos más que a nada. Más incluso que a la muerte. Un 20% de los europeos lo sufren de forma crónica. Está en todas partes, pero apenas se investiga. El Premio Príncipe de Asturias de Investigación de este año acaba de reconocer la labor de tres estudiosos del dolor. Sigue siendo un enigma que nos quita el sueño.
El lamento de una mujer iraquí rasga el seco aire del desierto en un pueblo al sur de Irak. Llora la pérdida de un ser querido por uno de los innumerables actos de violencia que han convertido el país en un baño de sangre durante los últimos siete años. Su explosión pública de dolor le lleva a arañarse las mejillas con las uñas. Para Andrew North, corresponsal de la BBC, testigo de muchos funerales allí, ese acto impresiona: la frustración, la ira, la inseguridad económica alimentan un ritual casi teatral, solo que aquí nadie finge; las mujeres y los hombres gritan y saltan, se infligen heridas y se arrancan el cabello. "Es difícil decir si la guerra ha cambiado las cosas desde 2003, ya que esta tradición entre las mujeres árabes viene de largo", relata North a El País Semanal."Pero si añadimos la guerra del Golfo, el conflicto entre Irán e Irak, la dictadura de Sadam, vemos que los iraquíes tienen mucha experiencia sobre lo que significa el dolor de una pérdida antes de la invasión americana". Bombas y asesinatos contribuyen aquí a que el dolor aflore de esta forma tan notoria. Para North no está claro si les sirve de ayuda. Ha recogido testimonios de algunas otras mujeres críticas ante el daño que estas viudas dolientes se hacen a sí mismas. Pero no valen las comparaciones con otros países, asegura este periodista. Los que vivimos en Occidente no tenemos esa experiencia de dolor a la escala de lo que Irak ha padecido durante las pasadas décadas.
El dolor es una entidad que no se puede medir. Que depende de la resistencia de cada uno, si se es más estoico o sensible. Es físico y también psicológico. Ambos aparecen ligados. Medirlo es poco menos que imposible. No se puede colocar un termómetro que nos diga cuánto nos duele, puesto que es una experiencia subjetiva. Y no hay un lugar único en el cerebro donde se procese. El dolor agudo nos obliga a reaccionar, alejando la mano de la llama, o a huir o luchar. Es un mecanismo de protección. El dolor crónico es continuado. No tiene sentido. Bombardea sin parar nuestro cerebro. Puede que por una artritis, un dolor de espalda que aparece un día se quede durante años. El mecanismo del dolor suele explicarse a partir de un estímulo externo. Calor, una herida, un cambio de presión. Hay determinadas neuronas especializadas que traducen estos estímulos en mensajes químicos que llevan el dolor a la médula espinal. Se genera un impulso eléctrico que se envía, junto con algunas sustancias químicas, al cerebro, que decide ignorarlo, o actuar sobre él, puesto que está tan bien equipado para percibirlo como para modularlo. Cuando en la balanza los circuitos de modulación pesan menos o se vienen abajo, sobreviene el dolor crónico. Eugene Pereira, director del Centro del Tratamiento del Dolor de la Universidad de Saint Louis (EE UU), lo describe como "una tormenta química"; estímulos dolorosos de los que no nos podemos librar mediante el recurso de lucha o huye. "Nuestro nivel de bienestar desciende, y la gente se entristece y deprime". La tormenta se extiende a otras zonas que controlan la ansiedad, la emoción, el sueño y el apetito.
Para el científico israelí Baruch Minke, algo tan intangible y poderoso como el dolor acude a su mente ante obras tan impresionantes como las pinturas negras de Goya o el famoso cuadro de El grito, de Edward Munch, una cara y un paisaje multicolor distorsionado y retorcido. Minke es uno de los tres científicos, junto con los estadounidenses David Julius y Linda Watkins, que han sido galardonados con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica este año por sus hallazgos de capital importancia a la hora de aclarar la complejísima arquitectura molecular del dolor. Hay que imaginar que la sensación dolorosa es captada por unas neuronas sensoriales que poseen en su membrana "compuertas" que se abren cuando una sustancia o un estímulo nos producen dolor. Si colocásemos una lente para ver lo que sucede en detalle, encontraríamos que el dolor provoca un cambio de polaridad que viaja velozmente a lo largo de la neurona. Minke descubrió un tipo de canal, llamado TRP, en el ojo de una mosca diminuta, la drosófila, por el cual, entre otras informaciones, viaja la sensación dolorosa. Algunas sustancias, como la capsaicina, el componente del picante del chile, o el mentol, abren estas compuertas, también llamadas nociceptores, según los trabajos de David Julius, de la Universidad de California en San Francisco, otro de los galardonados. Julius, que declaró "sentirse encantado" de compartir el premio con sus colegas cuyas investigaciones "han ayudado a comprender los mecanismos del dolor crónico y otros desórdenes del sistema nervioso", definió un nuevo canal del dolor, TRPV1. Cuando un tejido se inflama, o hay lesiones, el dolor sigue estas curiosas rutas geográficas por el sistema nervioso. Y Watkins ha descubierto que las células gliales de la médula espinal, que actúan como soporte de las neuronas, son los agentes ocultos. Tienen la culpa de que analgésicos como la morfina pierdan eficacia tras su uso continuado. O de que "necesites más y más opiáceos para aliviar el dolor", según explica a El País Semanal.
En los últimos treinta años, la ciencia viene colocando nuevas armas en nuestras manos. Algunos fármacos para la depresión empujan al cerebro a producir un efecto analgésico inesperado que aplaca el dolor crónico. Hay sistemas de estimulación eléctrica de los nervios a través de la piel que ejercen alivio, al activar endorfinas cerebrales placenteras que modulan y aplacan el dolor.
El cerebro: ahí está una de las claves, nos dice Baruch Minke. "Una de las características más sorprendentes del sistema del dolor es que los estímulos dolorosos que entran en la médula espinal desde la piel pueden ser modulados, e incluso ignorados completamente, por señales de control producidas por el cerebro. Sabemos ahora muy poco de estos mecanismos, pero están ahí". Incluso hay estudios en los que enfermos de dolor crónico visualizan el suyo propio en las pantallas de los escáneres cerebrales –hay una zona del cerebro en medio de la frente denominada corteza cingular anterior que se enciende particularmente cuando el dolor es intenso– y aprenden a pensar en cosas saludables, en distraerse, en actitudes positivas, y comprueban que el dolor se atenúa. A pesar de ello, la gente tiene más miedo al dolor que nunca. Hay varias razones. El Príncipe de Asturias israelí nos explica que el concepto de una vida larga y con calidad es relativamente nuevo en Occidente. Antes, la gente no vivía lo suficiente como para que se preocupara del dolor más que de la muerte. Y frente a los milagros de la medicina en otros campos, hay una exigencia por parte de la gente para que se resuelva el problema del dolor (sin olvidar el emocional). Es un desafío formidable. Watkins dibuja un panorama actual un tanto sombrío. "Las personas se asustan frente a la posibilidad de sufrir dolor debido a que la mayoría de los fármacos disponibles terminan fallando en la mayoría de la gente. Incluso cuando son efectivos, solo alivian en parte". Además, hay efectos secundarios importantes que derivan en experiencias terribles que hacen que las personas abandonen su deseo de vivir (entre ellos, vómitos, náuseas, dificultades respiratorias y sueño, por no mencionar el riesgo de sobredosis). A pesar de ello, Watkins está convencida de que las nuevas terapias no se centrarán en las neuronas, sino en las células gliales de la médula espinal. En su laboratorio se investigan moléculas antiinflamatorias destinadas a estas células que han sido capaces de aplacar el dolor crónico en animales durante tres meses tras una simple inyección. Pero hay que esperar aún a los ensayos clínicos. La revolución está pendiente.
Tememos al dolor. Pero no solo se trata de combatir una sensación física muy desagradable. En los seres humanos, el dolor equivale al sufrimiento, nos dice Frank Vertosick, neurocirujano del Allegheny General Hospital en Pittsburgh (Estados Unidos) y autor de la obra Why we hurt (Houghton). Nuestra habilidad para predecir el futuro y recordar el pasado nos permite "rememorar dolores ocurridos hace mucho, o prever el dolor que sufriremos en el futuro distante". Nos afectan las desdichas de los demás, incluso cuando son fingidas por buenos actores en una buena película. En el Bhagavad Guita, uno de los textos sagrados del hinduismo, la vida "es el lugar del dolor". Y las palabras de Buda sobre la primera verdad sagrada son: "El nacimiento es dolor, envejecer es dolor y la muerte es dolor". El dolor está asociado a la inteligencia. Habría que modificar la máxima de Descartes Cogito ergo sum (Pienso, luego existo):Pensamos, luego nos duele.
La batalla contra el dolor es muy antigua. Hagamos una rápida revisión histórica. Hipócrates (460-377 antes de Cristo) recomendaba masticar hojas de sauce –que contienen ácido salicílico– para los dolores y la fiebre. Los egipcios y los romanos llegaron incluso a usar las sacudidas eléctricas de los peces gato para atajar los dolores de estómago y las migrañas. Pero la primera victoria se logró cuando el dentista norteamericano William G. Morton extrajo un diente de un paciente en 1846 anestesiándolo completamente con éter. El segundo avance descomunal lo constituyeron los opiáceos. Durante el siglo XIX fueron administrados regularmente para tratar los dolores de cabeza y de muelas. Para los dolientes, ese fue el siglo de las maravillas. En 1820 la morfina era moneda común y se producía industrialmente en Alemania, y una década después, en Estados Unidos.
La heroína (un derivado sintético de la morfina) fue sintetizada por la compañía Bayer en 1898. Los trabajadores jóvenes estadounidenses aprendieron a machacar las pastillas de heroína para inhalarla. Estos opiáceos "se expendían detrás de un mostrador y eran asequibles a todo el mundo, pero su uso empezó a ser regulado, especialmente en Estados Unidos", dice Marcia Meldrum, investigadora del departamento de Historia de la Universidad de California de Los Ángeles (UCLA). La adicción empezó a preocupar mucho más que el dolor, y los que tomaban morfina eran estigmatizados como gente de carácter débil, por lo que no importaba si sufrían o no. Los opiáceos fueron prohibidos. Y las terapias en los años veinte del siglo pasado se centraron en la psicoterapia. Los pacientes crónicos pasaron a ser una suerte de enfermos mentales.
¿Qué ocurre ahora? Las cifras están derrumbando prejuicios. El dolor crónico es el nuevo Everest de las enfermedades neurológicas. En España afecta al 11% de la población, según la Sociedad Española del Dolor. Baruch Minke no duda en calificarlo como una epidemia. En Europa golpea a uno de cada cinco adultos. Y en Estados Unidos alcanza a más de 40 millones de personas. No resulta arriesgado sugerir que la mayoría de las personas temen más al dolor que a la muerte.
¿Podemos ganar la guerra? "Sí, podemos", responde este científico israelí acuñando la famosa frase de la campaña electoral de Obama. El problema es que, hasta hace poco, el dolor era el síntoma, no la enfermedad. Una parte muy grande de enfermos de cáncer mueren inmersos en dolor o son fuertemente sedados en los últimos meses, y a pesar de ello, "los oncólogos estudian la carcinogénesis y no el dolor". Lo mismo ocurre con otras disciplinas. En reumatología, ortopedia, dermatología, problemas gástricos… El dolor avisa sobre la enfermedad, pero luego es ignorado. Y cuando las quejas se acumulan, los tratamientos disponibles, fármacos no esteroides, opiáceos como morfina y sus derivados, ya fueron intuidos por los médicos antiguos, mientras que otros fármacos, como los antidepresivos y anticonvulsivantes, vienen rebotados de otras disciplinas, y su efecto analgésico se ha descubierto mucho después. Hay una gran proporción de enfermos crónicos que no obtienen el alivio necesario, asegura Minke. Y si se comparan las cantidades invertidas en investigación del dolor con las que se destinan al cáncer, resultan "minúsculas en Europa y Estados Unidos". Así que es necesario más dinero, más apoyo de los Gobiernos para desarrollar nuevas medicinas específicas. Y es la investigación básica, nos dice este experto, el nicho en el que una inversión modesta tendrá su compensación para la erradicación de un "dolor que no tiene ningún sentido".
La ciencia vencerá. Para Fernando Cervero, director del Centro de Investigación Alan Edwards de la Universidad de McGill en Canadá, resulta afortunado que la mentalidad del tratamiento esté cambiando. Antes se pensaba que el dolor era intrínseco a nuestra vida y que había que aguantarlo. Al fin y al cabo, sigue siendo una herencia cultural de las sociedades católicas y protestantes. "Hace unos años se publicó en Inglaterra un estudio en el que las enfermeras que cuidaban a pacientes de posoperatorios que sufrían bastante dolor administraban menos cantidad de analgésico al que se quejaba mucho, y más al que lo hacía poco".
La percepción y la forma en la que modulamos el dolor también es distinta en cada persona. Nuestro cerebro muestra a veces un poder analgésico desconcertante; por ejemplo, soldados que sufren heridas graves en batalla y que no padecen el dolor hasta que finaliza. El cuerpo es capaz de suprimir el dolor físico durante un tiempo, nos cuenta Irene J. Higginson, directora científica del Instituto Cicely Saunders International y profesora del Kings College de Londres. Sus pacientes sufren dolor a causa de un tumor, o por culpa de miembros amputados hace años que siguen existiendo para sus cerebros. Hay muchos misterios que rodean el dolor de cada uno. Componentes emocionales y espirituales. Incluso en los escáneres, los científicos se sorprenden al encontrar que el dolor por la pérdida de un ser querido se refleja en la misma zona del cerebro –la corteza cingular anterior– que procesa el dolor físico. Un estudio llevado a cabo por esta experta en el sur de Londres descubrió que los pacientes de cáncer avanzado de procedencia caribeña achacaban su dolor a un sentimiento de culpa enraizado en sus creencias religiosas, como una prueba divina por una mala acción, algo que no ocurría en el grupo de enfermos británicos. Y la manifestación pública de este dolor cambia según la cultura. Los espartanos ya entrenaban a sus hijos desde edades tempranas para que ignorasen el dolor. Y muchas sociedades primitivas no permitían que las mujeres se quejasen durante el parto, para no meter miedo a otras a quedarse embarazadas.
"En la cultura norteamericana actual, el dolor es sinónimo de dinero. Nuestro sistema legal está preparado para compensar a la gente por el dolor. Así que, desde el punto de vista legal, no hay razones para permanecer estoico", afirma Frank Vertosick. El dolor es un negocio que conocen muy bien los abogados que se dedican a perseguir las ambulancias para animar a los heridos en un accidente a que demanden una compensación económica. En otras ocasiones no conviene quejarse. En el fútbol americano, o en un partido de hockey sobre hielo, ver a alguien llorar es algo que el público jamás perdonaría, relata este neurocirujano. Si alguien es noqueado y le saltan cinco dientes, lo que se espera de él es que vuelva a la pista a terminar. Si un oficinista se pusiera en la piel del jugador, ¿esperaría que su jefe le exigiese volver al trabajo por la tarde tras perder unos cuantos dientes?
Los acontecimientos traumáticos excepcionales dejan a menudo una huella incurable, un profundo desgarro psicológico, incluso después de que ha desaparecido todo dolor físico; supervivientes de los desastres naturales, como maremotos o terremotos, que han perdido a sus seres queridos, o que han sobrevivido a matanzas étnicas donde han sido testigos de asesinatos inconcebiblemente espantosos. ¿Qué tipo de alivio puede ofrecer la ciencia y el conocimiento del dolor en estos casos? El País Semanal ha querido acercarse al testimonio de dos personas que fueron víctimas de la maldad humana, pero que pudieron recomponer sus vidas. María de los Ángeles Ibáñez conducía su coche junto con su madre y un familiar cuando recibió de lleno la onda expansiva de un coche bomba colocado por ETA en Madrid, en la madrugada del 17 de mayo de 1987. Su madre falleció de inmediato. Ella perdió la visión de un ojo y sufrió graves heridas en el rostro. Recuerda el silencio mientras su coche se elevaba, la primera noche en el hospital. "No puedes pensar ni llorar. Tienes que sobrevivir". Ibáñez pertenece a la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y asegura que nunca ha eludido ninguna pregunta, siempre ha hablado abiertamente de lo que sucedió, recordando cada instante, compartiendo su experiencia con otras víctimas. Han pasado 23 años y no ha tenido ni una sola pesadilla con el atentado. Se define como una mujer profundamente religiosa, y está segura de que su fe y su carácter más extrovertido han contribuido a seguir viviendo sin miedo a mirar hacia atrás.
Los horrores que, por otra parte, son reprimidos suelen emerger de las profundidades de la corteza cerebral, y en cada caso adquieren una manifestación diferente. Una mujer anciana superviviente del horror nazi atiborraba la nevera de alimentos ante el temor de que volviera el hambre; un hombre se despertaba sudoroso cada noche porque nadie le abría la puerta de su casa, tras una salida nocturna en la que le persiguieron agentes de la Gestapo para matarle hace 60 años. Son casos reales (documentados en el libro El trauma del Holocausto, del psiquiatra P. F. Natan Kellerman).
Por su parte, Dori Laub ha contado el suyo a El País Semanal. Tenía cinco años cuando en el verano de 1942 fue deportado, junto con sus padres, a uno de los campos de concentración que los alemanes habían montado en Transnistria, en la parte más occidental de Ucrania, en la frontera con Rumania, su país natal. Los nombres (Akhmetchetka, Domanevka, Bogdanovka) no dicen nada, pero el paisaje es el mismo; alambradas, barracones grises, las torres de vigilancia. Y las matanzas. Centenares de miles fueron asesinados por las fuerzas rumanas o los Einsatzgruppen, los escuadrones de la muerte de las SS. Laub ahora es profesor de Psiquiatría de la Universidad de Yale en Estados Unidos, y a finales de los años setenta decidió recordar. Fundó el primer archivo de vídeo de víctimas del Holocausto. Ráfagas de imágenes e impresiones quedaron prendidas en su cerebro de cinco años. Su padre encontró la muerte en los campos, pero su madre y él se salvaron. "Se lo llevaron y no supe nada más de él. Siempre le recuerdo como un hombre joven, muy cariñoso". En una ocasión, los soldados apuntaron a su padre con las armas y ella se interpuso. La falta de decisión de su padre le resultaba embarazosa. "Estaba muy intimidado por el campo y no tomaba decisiones". Cuando iban a ser trasladados al lado alemán para ser liquidados por los Einsatzgruppen, al otro lado del ríosu madre le cogió de una mano con una maleta, escapándose con otros. Su padre se resistía a ir, pues estaba a cargo de 30 personas, pero cedió ante la determinación de su esposa. Finalmente, los tres lograron alcanzar una casa repleta de refugiados a menos de dos kilómetros del campo, custodiada por oficiales rumanos que habían sido sobornados. Se oían tiros en la distancia. Los alemanes buscaban judíos para matar, y llamaron a la puerta. Y su padre se despidió.
Recordar el dolor ante una cámara de vídeo, asegura ahora Laub, más de medio siglo después de aquello, es una especie de terapia. Este psiquiatra, una leyenda en su campo, entrevistó en 2003 durante varias ocasiones a supervivientes judíos que se volvieron paranoicos. Aún residen en centros de salud mental israelíes, como Beer Yaakov y Lev Hasharon. "Llevan allí décadas tras la guerra". Cinco meses después de la primera entrevista observaron "una poderosa reducción en los síntomas relacionados con el trauma". Sincerarse ante las cámaras no mejoró su enfermedad psicótica, pero estos enfermos encontraron un nuevo apoyo para compartir sus memorias entre ellos y comunicarse mejor con su familia y con los doctores que les trataban. 
© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

La evolución del machismo


La travesía de la masculinidad

El modelo de hombría ha evolucionado pero persisten actitudes 'micromachistas' y algunos núcleos se resisten a la igualdad - El mayor avance es la implicación en la crianza de los hijos

INMACULADA DE LA FUENTE 26/06/2010
"Nadie se define ya como machista", dice Luis Bonino, psiquiatra y psicoterapeuta especializado en varones y relaciones de género. "Pero queda mucho machismo encubierto", añade. "Ha habido cambios, pero en aspectos superficiales", precisa. No le gusta recurrir al tópico de la masculinidad.
"Nadie se define ya como machista", dice Luis Bonino, psiquiatra y psicoterapeuta especializado en varones y relaciones de género. "Pero queda mucho machismo encubierto", añade. "Ha habido cambios, pero en aspectos superficiales", precisa. No le gusta recurrir al tópico de la masculinidad. "Es una especie de esencia masculina donde se mete cualquier cosa. Prefiero hablar de un modelo masculino que se adapta a las condiciones históricas que le toca vivir", desmitifica. En las últimas décadas en España se ha pasado de un machismo en bruto a una igualdad legal en la que perviven prácticas del viejo modelo. Es lo que Bonino denomina micromachismos. "La imagen masculina ha cambiado, sobre todo en el aspecto físico. Y además, los padres se involucran más en el cuidado de los hijos. "Pero en el ocio y lo lúdico. La parte seria y dura queda para la madre", advierte.
Bonino lleva años reflexionado sobre el comportamiento masculino. Es crítico porque él es hombre y sabe de lo que habla. Como lo sabe Mariano Nieto, un madrileño de 52 años, funcionario del Ministerio de Industria y padre de tres hijos, que pertenece a Stopmachismo, Hombres contra la Desigualdad de Género . No es un movimiento como tal. Solo un pequeño grupo que se reúne una vez al mes para combatir desde su propio terreno la desigualdad. "Todos somos machistas. Tenemos bastantes privilegios por ser hombres y pensamos que ya que somos parte del problema, somos también parte de la solución", afirma.
"Estar a favor de la igualdad no basta", opina Nieto. "En ocasiones la idea de la igualdad se pervierte o se utiliza en beneficio propio. Por ejemplo, al defender la custodia compartida de los hijos tras el divorcio, y no por mutuo acuerdo, sino por decisión del juez, se esgrimen razones de igualdad, pero hay hombres que no cuidaban a sus hijos mientras estaban casados y se acuerdan de ellos al separarse", denuncia.
En algún momento de su vida, los hombres de Stopmachismo se encontraron con una pareja, con amigas o compañeras de trabajo que les hicieron ver las desigualdades e injusticias que sufren aún las mujeres solo por serlo. "La violencia de género es solo la punta del iceberg de la desigualdad. Si los hombres no se sintieran con poder para hacerlo, no llegarían al maltrato", señala. Bonino admite que los españoles tienen cada vez una mayor conciencia de igualdad, pero la mayoría ve aún a la mujer como alguien que nutre al hombre. "Me enriquece", dicen. "No hay reciprocidad", explica.
"Lo que ha cambiado es lo social, no la biología, y eso ha puesto en solfa muchos mitos", afirma María Ángeles Durán, catedrática e investigadora del CSIC. "Las mujeres perciben estas transformaciones como un cambio a mejor, mientras que algunos hombres se resienten porque han perdido dominio y exclusividad. Pero han ganado en libertad y en reconocer que la vida personal es importante", prosigue. Unos cambios que aún no han terminado.
Durán hace ver que la maternidad, aún siendo una dedicación permanente, cada vez ocupa menos tiempo en la vida de la mujer como actividad puramente fisiológica. "Teniendo en cuenta que hay 1,4 hijos por mujer, y a tenor de nueve meses, representa un 3% de su vida", señala. La masculinidad ha iniciado también su propia travesía. Tras años de fomentar una imagen de poder, "ahora son sucesivamente fuertes y débiles, solidarios y agresivos... Se les reconoce su individualidad", continúa Durán. Los hijos son otra de sus conquistas. "Es una relación que se hace cada vez más profunda. Conocen y tratan a sus hijos como nunca lo han hecho. Se han engrandecido. La hombría no era solo la agresividad, sino también los afectos y la solidaridad", concluye.
Hubo un tiempo en que el hombre era ante todo eso, género. La masculinidad, y no siempre la individualidad, los definía. Cortados todos por el mismo patrón, atrapados o felices dentro de su papel dominante, destinados a hacerse en algún momento de su vida el nudo de la corbata. Entereza, valor, hombría. Hubo un tiempo en que estas eran palabras intercambiables. Y lo siguen siendo en algunas de sus acepciones. Aunque también se asociaba con la fuerza, la agresividad, o el ejercicio de la guerra. Un conjunto de tópicos que hace tiempo que se tambalearon. "El hombre cambia inducido por la mujer: lo que hace es adaptarse", afirma la socióloga Myriam Fernández Nevado. "La clave ahora es la participación: hay una interrelación personal y social entre hombres y mujeres más participativa. No es tanto un cambio de papel o de modelo como de funciones".
¿Qué queda entonces de la hombría? "En el fondo queda demasiado. Como concepto ha quedado trasnochado. Pero los malos tratos están muy relacionados con la pervivencia de esos supuestos valores", asegura Mercedes Fernández-Martorell, profesora de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Barcelona. "Aunque muchos hombres están modificando sus tradicionales conductas, en la transmisión de valores a los hijos se reproducen los antiguos esquemas. Dentro de las familias no se percibe tanta evolución. Es difícil encontrar padres y madres que vivan una total complicidad, que sean responsables de todo en casa y lo compartan todo", continúa. "Entre los jóvenes las ideas son más igualitarias, pero solo las ideas...", agrega.
"La hombría se ha ido redefiniendo porque no es posible que cambie lo femenino y que no lo haga lo masculino. En el pasado el hombre era el proveedor único. Se le obligaba a aparentar que podía con todo. Ahora ha perdido su carácter dominante por razones demográficas, de esperanza de vida. Ya no puede ser así", argumenta Durán. "A la hombría se vinculaban cualidades consideradas masculinas, como el buen ánimo, la serenidad y la inteligencia, algo que ya no se sostiene desde que las mujeres han llegado a la Universidad y al mundo profesional. La educación ha cambiado las cosas. Muchos de estos valores considerados masculinos lo eran porque las mujeres no tenían ocasión de ejercitarlos. Cuando han tenido posibilidad de hacerlo los han incorporado", precisa.
"Los cambios de modelo se están dando sobre todo en las clases medias y altas. Entre adolescentes hay mucha diversidad. Depende de los valores educativos que sigan. Aún se conservan valores populares ligados a la masculinidad", recuerda. "Hay menos machismo en su conjunto, pero se da cierta polaridad y el residual es recalcitrante. A muchos hombres les cuesta la igualdad: o estamos por arriba o estamos por debajo, parecen decir", sigue Bonino.
"Naturalmente, hay resistencias. Dentro de la sociedad hay núcleos anclados en el pasado, con una especie de liturgia propia y unos patrones de conducta más rígidos, y entonces el cambio es más costoso", asegura Fernández Nevado. "Porque no solo cambia el comportamiento, sino la mentalidad. Pero cambiar no es errar sino buscar nuevas actitudes", agrega.
El machismo es también una losa para algunos. Ser hombre, sin embargo, tiene todavía muchas ventajas. "Por ejemplo, los hombres tienen más tiempo libre. Y sin embargo, algunos se muestran cabreados si ellas ascienden. Y culpan de sus males al feminismo", explica Bonino. "Sin embargo", añade, "los hombres, cuando les pisan sus derechos o perciben que son víctimas chillan, no se quedan con los brazos cruzados, y surgen grupos contraigualitarios". En definitiva, "hay hombres que van a mejor. Pero otros van a peor", sintetiza.
Brad Pitt, Patrick Dempsey, David Bisbal o Antonio Banderas, tan diferentes entre sí, representan al nuevo icono masculino. Siempre con sus niños en sus ratos de ocio unos, sin temor a emocionarse en público otros o de apoyar a su pareja en los malos momentos. Para muchas mujeres lo marcadamente varonil sólo interesa como imagen (y como identidad sexual), pero sin alardes de dominio. Ninguna exhibición de testosterona seduce a estas alturas. "Con todo, no todos los que están a favor de la igualdad lo hacen por las mismas razones: unos quieren corregir esa injusticia. Otros piensan que ir juntos hombres y mujeres también les beneficia", termina Bonino.
Aunque minoritarios, hay grupos de hombres contra la desigualdad en el País Vasco, Madrid, Andalucía... Con frecuencia realizan talleres para analizar su obsesión por el poder. "Hace poco organizamos unos talleres para movimientos sociales y vimos que hasta entre los okupas pervive el machismo", recuerda Nieto. "Salvando las distancias, algunos nos reunimos por lo mismo que los alcohólicos anónimos: recordamos que seguimos siendo machistas, aunque intentamos dejar de serlo", argumenta. Con razón su madre suele decirle a su nuera, es decir, a la mujer de Nieto: "Pero ¿te das cuenta de la maravilla de hombre que tienes...?". Hay tan pocos así...

Maternidad, factor de desigualdad

De tú a tú, mirándose en el espejo de sus relaciones personales, el hombre asume el cambio. De puertas para fuera, en el campo social, su reino permanece prácticamente intacto. El mercado del trabajo empieza a ser un espacio compartido, pero median abismos entre hombres y mujeres. Lo propio del hombre activo es el trabajo remunerado, mientras que su dedicación al hogar roza el voluntarismo o la anécdota. Sin eufemismos: el español adulto dedica el 46,1% de su tiempo al trabajo remunerado y un exiguo 4,8% al hogar y la familia. Por el contrario, la mujer se divide: el 40% lo destina a tareas profesionales y el 24,4% a la familia y la casa.
Traducido a la vida diaria significa que las mujeres trabajan más que los hombres: ellas emplean una media de 62,4 horas a la semana en su doble actividad, mientras que ellos destinan 48,7 de horas semanales al trabajo, como han estudiado la profesora María Teresa López y su equipo para la Fundación Acción Familiar. En la UE la tendencia es la misma pero la desproporción es menor: ellas trabajan 63,6 horas semanales y ellos 53,3. La conclusión es clara: las españolas soportan un 28,1% de trabajo adicional respecto a los hombres. La brecha se acentúa entre hombres y mujeres casados y con hijos. A ellos los hijos les empujan al mercado laboral. A más hijos, mayor tasa de empleo. Las mujeres experimentan el fenómeno opuesto: a más hijos mayor abandono profesional y aumento del trabajo gratuito.
¿Dónde huyeron los talentos, la preparación, las ganas de formar parte del engranaje laboral de esas profesionales que deciden tener uno o más hijos? Probablemente al limbo de los prejuicios sexistas de los empleadores y de la anquilosada organización laboral. "La maternidad es un factor estrechamente unido a la desigualdad", concluye López.
© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40

El estrés de jubilarse


Los expertos aconsejan preparar el retiro con tiempo, en el día a día y en lo económico - No saber separar el 'rol' profesional del personal causa problemas

SEBASTIÁN TOBARRA 25/06/2010
Jubilarse viene de júbilo. Se supone que el jubilado debe estar jubiloso. Pero después de años de trabajo no es fácil cambiar de hábitos. Hay quien está contento y hay quien no, porque la jubilación también trae problemas y estrés. Los expertos dicen que hay que prepararse para la jubilación en dos cosas, sobre todo. La primera, para el día a día, porque hay más tiempo libre y las relaciones cambian.
Jubilarse viene de júbilo. Se supone que el jubilado debe estar jubiloso. Pero después de años de trabajo no es fácil cambiar de hábitos. Hay quien está contento y hay quien no, porque la jubilación también trae problemas y estrés.
Los expertos dicen que hay que prepararse para la jubilación en dos cosas, sobre todo. La primera, para el día a día, porque hay más tiempo libre y las relaciones cambian. Y la segunda, en lo económico, porque dejar de trabajar provoca un descenso de ingresos que hay que afrontar con tiempo. Algunos consejos que dan los expertos son renegociar con la pareja, hacer cosas nuevas teniendo en cuenta que no sean rentables, y no acomodarse.
Habla María José Del Val, jubilada reciente de 62 años: "Cuando me prejubilé no me quedé parada. Empecé a hacer otras cosas inmediatamente y a cambiar los hábitos de vida".
Del Val aprobó el acceso a la Universidad para mayores de 25 años. Se matriculó en Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona y está cerca de acabar la carrera, seguramente el curso que viene. Ha convivido en clase con alumnos muy jóvenes, la mayoría de entre 18 y veintitantos años. "Tuve agobio el primer curso, pero estudiar era una ilusión y después todo fue mucho mejor".
A esta jubilada le gustaría impartir clases "en alguna ONG, por ejemplo, pero sin mucha dedicación: "No quiero quitar ningún puesto a los más jóvenes. Lo que pretendo es aportar algo".
En lo económico, Del Val tiene suerte. En su antigua empresa, Telefónica, hay un plan de pensiones colectivo para los empleados. Tras muchos años de aportar a ese fondo, dispone de un dinero que puede retirar.Pero hay quien lleva mal la jubilación, sobre todo al principio. María Dolores Ortiz es psicóloga de Madrid y está especializada en gerontología. "Cuando alguien se jubila", dice, "al principio suele tener una luna de miel consigo mismo, pero pasados los primeros tiempos pueden venir los problemas. Por eso, hay que prepararse porque jubilarse comporta muchas veces cambios bruscos en lo personal, lo económico y lo social. Hay quien no sabe adaptarse, pero hay oportunidades para hacer nuevas cosas, de seguir activo y abrirse a la experiencia", recalca esta psicóloga.
Ricardo Moragas es sociólogo, profesor universitario jubilado y está especializado en gerontología. "Con la jubilación pueden aparecer problemas gástricos, insomnio, arritmias e infartos, porque se produce un estrés y muchos no están preparados", dice Moragas. "La mayoría de la gente no prepara la jubilación y es un error porque, si preparamos un viaje, ¿cómo no vamos a prepararnos para una etapa tan larga como el retiro? La esperanza de vida tras el retiro puede ser de 20 años", recalca Moragas. ¿Qué consejos seguir? "Hay que tener actividades, pero hay familias que cargan de tareas a los abuelos, y eso no es bueno". Este experto investiga en el Parque Científico de Barcelona y ha dirigido cursos para jubilados para hablar de los hábitos saludables de vida y concienciar de que hay que ocupar el tiempo.
Una de las primeras cosas que nota el jubilado es que la primera pensión supone una mengua de ingresos. El Gobierno ya ha aprobado congelar las pensiones el año que viene, salvo las más bajas. La pensión media de jubilación es de 878 euros al mes (datos de marzo de este año). La mínima sin cónyuge es de 557 euros y la máxima está fijada en 2.466 euros. Hay más de cinco millones de pensiones públicas de jubilación y un total de 8,6 millones (incluidas las de viudedad y invalidez y otras), 900.000 más que diez años atrás.
Para paliar la caída de ingresos, los expertos recomiendan empezar a ahorrar antes del retiro. Una manera de hacerlo es con un plan de pensiones para complementar la pensión pública. Pero muchos sueldos son bajos y a veces cuesta ahorrar. Además, los planes tienen ventajas fiscales, pero no se puede disponer del dinero hasta la jubilación, salvo en algunos casos de fuerza mayor como invalidez o paro de larga duración.
En España ya hay ocho millones de personas que tienen un plan de pensiones privado -individual o a través de su empresa-, dice Mariano Rabadán, presidente de Inverco, la asociación que agrupa a la mayoría de las entidades de inversión colectiva españolas. Estos planes acumulan 85.000 millones de euros.
¿Cuánto dinero tienen de media cada una de las ocho millones de personas con plan de pensiones? Los de empleo o de empresa, 30.000 euros, y los individuales, 6.000, contesta el presidente de Inverco.
"El sistema público de pensiones es sólido. Los que están cerca de la jubilación y los jubilados no tienen ningún problema. Pero cada vez habrá más pensionistas y, si pensamos en alguien que tiene 25 años, lo razonable es que se haga un plan de pensiones para complementar la pensión pública", dice Rabadán.
Hay datos que indican que los españoles son colistas en Europa a la hora de planificar su jubilación. Los países del sur de Europa como España (pero también Grecia, Portugal y Francia) preparan menos la jubilación que los del norte (Suecia y Alemania, por ejemplo), según un sondeo de la firma de estudios de mercado TNS para la gestora de fondos de inversión Fidelity. En los países del sur de Europa, solo una tercera parte de los que reúnen las condiciones para jubilarse han empezado a ahorrar para prepararla. En los del norte, entre la mitad y dos tercios se preparan, según el sondeo de TNS.
El dinero tiene su influencia, pero "lo importante es mantener la actividad y encontrarse bien", recalca el presidente de la Asociación de Jubilados Gambrinus, Antonio García. Esta asociación radicada en Sevilla está formada por jubilados de la antigua empresa Cruz Campo (hoy Heineken) y toma el nombre de Gambrinus, el rey de leyenda de igual nombre, considerado el patrón de la cerveza. "En nuestra asociación buscamos prevenir los casos de personas jubiladas que no se adaptan bien y ayudarles a superarlos", dice el presidente de la asociación. "Somos 516 socios. Aquí se aprende cómo convivir con los nietos, hacemos salidas culturales, viajes, manualidades, pintura. Hemos viajado por casi toda España y también a Portugal. No es preciso tener mucho dinero para hacer cosas", dice el García.
Los últimos datos del Ministerio de Sanidad abundan en lo dicho por otros informes: la vida se alarga. Hay 7,8 millones de personas en España que tienen más de 65 años, el 16,7% de la población. Y de ellos, el 28% tiene más de 80 años. La percepción mayoritaria es que se es mayor a partir de los 70 años.
La media de vida es de 84 años para las mujeres y de 78 para los hombres, según la encuesta sobre personas mayores de 2010 del Ministerio de Sanidad presentada a final de abril. Esta encuesta incluye datos que muestran que los jubilados se preocupan de estar ocupados. Pero hay respuestas distintas. El 30% de los mayores dice estar demasiado ocupados, el 52% no tiene muchas ocupaciones y solo el 15% no tiene nada que hacer, destaca la encuesta del Ministerio de Sanidad. El estudio ta también arroja el resultado de que el 55% de los mayores está satisfecho con su situación, aunque la satisfacción baja con la edad y es mayor en las zonas rurales que en las urbanas.
La psicóloga María Dolores Ortiz recalca que la jubilación produce un cambio de horarios. "No hay que confundir lo que uno es o hace con el empleo que ocupa. Eso les pasa más a los hombres, porque suelen asociar su estatus profesional con su personalidad y cuando dejan de trabajar lo padecen. Pero el puesto que uno ocupa es una cosa y quién es uno, otra", recalca esta psicóloga. "Si se vive en pareja, hay que hablar de las tareas de casa. Vemos a gente a la que le cuesta disponer de su tiempo libre". Y añade: "Hay que ir hacia el envejecimiento con éxito o activo. En varios ámbitos: manteniendo el ejercicio físico y con la alimentación adecuada"; pero también "ejercitando la memoria, trabajando con la mente, leyendo, estudiando y manteniendo la relación social".
Montserrat Fornós, psicóloga psicoterapeuta, abunda en el uso del tiempo libre. "Falta cultura del tiempo libre porque el trabajo suele ocuparlo casi todo, cuando, en realidad, es un tiempo en la vida. Muchas personas son alguien que trabaja en algo, más que ellos mismos. Hay quien se jubila y lo pasa mal al principio hasta que coge la ruta".
Victor Reca es psicólogo. Trabaja con personas mayores. "Hay que preparar la jubilación y hacer una reflexión sobre lo que se va a hacer tanto en lo social como para prever lo económico", dice. Las mujeres "se adaptan mejor a la jubilación que los hombres, quizá porque suelen trabajar más en casa, y muchos hombres solo tienen el trabajo en la empresa y les cuesta más hacer otras cosas".
La formación suele ser una de las actividades por las que optan algunos jubilados. Hay aulas para personas mayores en toda España. Las aulas de extensión universitaria para gente mayor de Barcelona acogen a 4.000 alumnos y a 88 profesores, dice el presidente de la entidad, Francesc Pons. "Empezamos hace 30 años con 13 alumnos. La mitad del coste lo cubre la Administración. El alumno paga 78 euros por curso. Estudian, no una carrera, sino para tener conocimientos de materias. La Universidad de Barcelona nos cede locales para impartir las clases", dice el presidente de esta entidad.

QUE HACRE SI TIENS SINTOMAS, ERES SOSPECHOSO O CONTATO

Aislarse, hacerse la prueba y avisar. Una guía detallada de qué hacer si hay sospecha de COVID-19 Los casos confirmados y las atenciones hos...