Ladillas como venganza
07JUN201001:04
Lo comentamos hace un tiempo:ojo con hacerse fotos subiditas de tono o sexualmente pasadas de vueltas. Como cantaba Rocío Jurado, el invierno llega, se nos rompió el amor, y todas tus amistades pueden acabar conociendo detalles de tu anatomía o habilidades amatorias sorprendentes sin ninguna necesidad. Hay gente despechada que cae en estos extremos. De hecho, hay muchas web que se nutren de fotos y vídeos sexualmente explícitos protagonizados por personas que han dejado a sus parejas o que han sido pilladas en un renuncio. De todas maneras, el envío de estas imágenes chocantes a amigos y familiares suele ser más efectivo, a la hora de querer jorobarle la vida a alguien, que colgar una foto cerda en una página de Wisconsin. Qué duda cabe. En las separaciones o divorcios formato ‘circo’, internet también ha revolucionado las cosas. La gente ya no tira la ropa del ex por la ventana o al contenedor de la basura. No se ven coches destrozados por una sesión de vandalismo ni pintadas recurrentes. No, en la actualidad el cyberespacio es el campo de batalla preferido a la hora de planear una venganza. Más limpio, más silencioso y sin excesivo ‘show’. La última vuelta de tuerca en todo este asunto lo ha dado una empresa inglesa que vende ladillas como venganza. Así como suena.
‘Haz que le pique a la perra. Si quieres un método de venganza que no ocasione daños permanentes o personales o que implique pena de cárcel, has llegado al sitio correcto’, dicen los responsables, por llamarles de alguna manera, de ‘crabrevenge’ (la venganza de la ladilla). Todos los que hayáis sufrido alguna vez la acción de esta liendre convendréis conmigo en que se trata de una forma retorcida y maligna de curar los males de amor. No entiendo cómo aún no han cerrado la web. Por lo pronto, siguen vendiendo por correo huevos de ladilla como si tal cosa, a partir de 20 dólares. Y no son los únicos. También en esta web norteamericana siguen el mismo método de venganza. Cómo está el mundo.
Ya puestos, vamos a hablar un poquito de la ladilla, un parásito sexual que crea estragos en la paciencia de quienes sufren sus picaduras. Y sé de qué hablo, creedme. No en vano, he sufrido a lo largo de mi vida dos episodios de contagio. De todas maneras, es una suerte que sólo haya pillado esto, porque tuve una época muy dispersa y disoluta, sexualmente hablando. Qué menos.
Su proceso de aparición suele ser discreto, pero al cabo de un par de días la colonización suele ser aparatosa, llegando a alojarse en sitios tan distantes de la zona púbica como las axilas, el bigote o las cejas… Un horror. Y pican mucho. ¿Cómo se reconoce una ladilla? Pues, aparte de por su mala leche, por su forma. Son como un cangrejo minúsculo que se alimenta de la sangre y que, como buen parásito, pasa por varias fases hasta llegar a su estado adulto. Las liendres, que son los huevos de la ladilla, suelen tardar en desarrollarse unos cinco días y se fijan firmemente en el tallo del pelo. La siguiente fase, llamada ninfa, es la de la juventud de la criatura. La ladilla empieza a moverse y a chupar sangre, lo que provoca los primeros picores en el portador, que día a día, va notando como el malestar va a más y empieza a aparecer en otros lugares poblados por pelo como el abdomen o el tórax. Si se es especialmente peludito, la colonización es tal que ríete tú del Macdonals’s o el Starbucks.
Para solucionar el problema, antiguamente se recurría a métodos expeditivos como afeitarse todo el cuerpo. Hoy en día la ciencia pone a la disposición de dermatólogos y pacientes una amplia gama de champús que permiten eliminarlas en unos quince días. Aún así, hay que estar muy atentos a posibles recaídas. Los médicos recomiendan lavar en agua caliente todas las prendas que nos hayamos puesto quince días antes de la aparición del molesto parásito, especialmente toallas y ropa de cama y también resulta efectivo planchar toda la ropa, porque el calor se carga las liendres. Un infierno, vamos.
El mundo.es
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