1 de cada 22 adolescentes en el mundo queda embarazada, ¿cuál crees que es el promedio para América Latina y el Caribe?
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Autor invitado -
10 AGO 2015
Por Xiomara Alemán y Sebastián Insfrán.
Cada año, el 12 de agosto, se conmemora el Día internacional de la juventud. Hablemos entonces de uno de los retos más importantes para la juventud latinoamericana, el embarazo adolescente.
Las diferencias entre los países de ingresos bajos y los países de ingresos altos no se encuentran, exclusivamente, en esa palabra, en los ingresos, sino que transcienden y llegan a muchos otros ámbitos. Una de las diferencias más preocupantes es la incidencia de embarazo a edad temprana y adolescente, 2,7 veces superior a la de los países ricos en 2013.
El balance desde 1990 ha sido positivo, se redujo un 32% la fertilidad adolescente en países de regiones de ingresos medianos y bajos, gran parte de esta mejora provino de regiones como Asia Meridional donde la reducción alcanzó un 66%.
En América Latina y el Caribe, sin embargo, solamente se redujo un 21%. Durante el 2013, los datos reflejan que en la región se dieron aproximadamente 67 nacimientos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 19 años, mientras que el promedio mundial fue de 45 nacimientos por cada 1.000 mujeres en dicho rango de edad. Es decir, el promedio mundial es que 1 de cada 22 adolescentes queda embarazada mientras que en la Región, es una de cada 15.
Esto es altamente preocupante, ya que en la Región se ha invertido mucho en prevención y en atención. A su vez, el embarazo entre los 10 y los 19 años se encuentra relacionado con la perpetuación de la pobreza dentro del hogar y la violencia doméstica, además de estar ligado con menores niveles de educación para las madres y sus hijos y mayores probabilidades de que hijas de madres adolescentes también procreen antes de los 19 años, lo que influencia la persistencia de este ciclo de pobreza intergeneracional. En términos de salud, las complicaciones dentro del embarazo son una de las principales causas de muertes, ya sea por complicaciones en el propio parto, por abortos inseguros o por la falta de acceso a servicios de salud.
Con el fin de profundizar el conocimiento de qué ha funcionado para reducir estas cifras, en el Banco Interamericano de Desarrollo elaboramos un análisis bibliográfico donde se examinaron estudios de evaluaciones de impacto publicados durante el periodo 2005-2015 (la publicación estará próximamente disponible en www.iadb.org/salud ). Específicamente, se analizaron 17 evaluaciones de impacto sobre intervenciones relacionadas con la prevención del embarazo adolescente y a edad temprana, implementadas en países en vías de desarrollo (donde la documentación de la evidencia aún viene siendo menor en comparación con intervenciones implementadas en países más desarrollados como Estados Unidos y el Reino Unido).
Las intervenciones analizadas varían en su enfoque, desde la promoción de los derechos sexuales y la prevención de la violencia y la coacción sexual, hasta la mejora de las oportunidades y la capacidad de tomar decisiones, el uso de anticonceptivos, la prevención del VIH y el establecimiento de oportunidades laborables para jóvenes, entre otros. La gran mayoría de las mismas se orientaban en acciones que promovían una mejora de la información sobre salud sexual y reproductiva en los colegios.
Algunas experiencias exitosas
1. El programa “TeenStar” basado en educación sobre salud sexual y reproductiva, con énfasis en la promoción de la abstinencia sexual. Este programa se implementó en colegios públicos chilenos y mostró resultados positivos en la reducción de embarazos adolescentes no deseados.
2. Una intervención en Kenia cuyo propósito era mejorar un vacío en el currículo escolar sobre salud sexual y reproductiva y prevención de VIH en el país también reportó mejoras en la incidencia de la maternidad adolescente. El programa ofrecía información sobre la distribución de las infecciones de VIH por edad y sexo para crear conciencia en niñas sobre los riesgos de contraer relaciones sexuales con parejas de mayor edad.
3. También se observan algunas intervenciones que siguen caminos menos ortodoxos como la oferta de cursos online sobre salud sexual y reproductiva en Colombia, la implementación de transferencias monetarias en Malawi y microcréditos en Etiopía, y la oferta de programas de capacitación laboral en República Dominicana.
4 conclusiones importantes del análisis
No hay una única receta: Una de las conclusiones recogidas de este análisis es que, dada la complejidad de la problemática que se analiza y los diferentes factores que intervienen, no existe una única forma sobre cómo reducir la incidencia del embarazo adolescente. Quizá esto insta a sugerir que las intervenciones que se fueran a implementar en el futuro deberían contar con un estudio diagnóstico sobre sus causas en el territorio que se desea implementar. Esto facilitaría un mayor entendimiento de la problemática en dicho lugar para poder así desarrollar políticas a medida.
Abordaje integral: se debe considerar intervenciones que combinen varios componentes que interactúan entre sí como la educación sexual, la capacitación en habilidades para la vida, el acceso a los servicios de salud y el suministro de anticonceptivos, entre otros.
Perspectiva a largo plazo: cualquier intervención a ser implementada deba tener una perspectiva de mediano y largo plazo, especialmente teniendo en cuenta que muchas de las causas del embarazo adolescente corresponden a causas estructurales muy arraigadas en la cultura de los países en vías de desarrollo (p. ej.: la tradición del matrimonio a edad temprana, valores de masculinidad, feminidad, etc.).
Más monitoreo y evaluación: es necesario destacar que aún existe un vacío en evidencias de evaluaciones de programas que permitan conocer qué funcionó o no en términos a la prevención del embarazo de entre los 10 y los 19 años. Por lo tanto, es importante que los gobiernos que implementan estos tipos de programas se comprometan en agregar un componente de monitoreo y evaluación cuando se planifican las mismas, lo que les permita por un lado introducir a tiempo los ajustes necesarios y por otro, a mediano plazo, conocer sus impactos.
En conclusión, ¿qué se debe cambiar en nuestra región? Todo parece dirigirnos a la planificación de políticas y programas de largo plazo intersectoriales que desde una perspectiva integral incorporen estrategias que permitan superar la pobreza, basados en diagnósticos focalizados y cuya ejecución sea monitoreada y evaluada.
¿Conoces la tasa de embarazo adolescente de tu país? ¿Qué medidas y soluciones aportarías para reducir este alto porcentaje que existe en América Latina y el Caribe? Escríbenos un comentario con tu opinión aquí, en el blog, o en twitter en @BIDgente.
Xiomara Alemán trabaja como especialista en protección social en las oficinas del BID en Estados Unidos. Está especializada en temas relacionados con desarrollo infantil temprano y adolescentes en situación de vulnerabilidad y riesgo social.
Sebastián Insfrán es un economista graduado de la Universidad de Asunción (Paraguay), con una maestría en desarrollo internacional de la American University (Washington, D.C.). Actualmente es consultor en la División de Salud y Protección Social del BID.
Cada año, el 12 de agosto, se conmemora el Día internacional de la juventud. Hablemos entonces de uno de los retos más importantes para la juventud latinoamericana, el embarazo adolescente.
Las diferencias entre los países de ingresos bajos y los países de ingresos altos no se encuentran, exclusivamente, en esa palabra, en los ingresos, sino que transcienden y llegan a muchos otros ámbitos. Una de las diferencias más preocupantes es la incidencia de embarazo a edad temprana y adolescente, 2,7 veces superior a la de los países ricos en 2013.
El balance desde 1990 ha sido positivo, se redujo un 32% la fertilidad adolescente en países de regiones de ingresos medianos y bajos, gran parte de esta mejora provino de regiones como Asia Meridional donde la reducción alcanzó un 66%.
En América Latina y el Caribe, sin embargo, solamente se redujo un 21%. Durante el 2013, los datos reflejan que en la región se dieron aproximadamente 67 nacimientos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 19 años, mientras que el promedio mundial fue de 45 nacimientos por cada 1.000 mujeres en dicho rango de edad. Es decir, el promedio mundial es que 1 de cada 22 adolescentes queda embarazada mientras que en la Región, es una de cada 15.
Esto es altamente preocupante, ya que en la Región se ha invertido mucho en prevención y en atención. A su vez, el embarazo entre los 10 y los 19 años se encuentra relacionado con la perpetuación de la pobreza dentro del hogar y la violencia doméstica, además de estar ligado con menores niveles de educación para las madres y sus hijos y mayores probabilidades de que hijas de madres adolescentes también procreen antes de los 19 años, lo que influencia la persistencia de este ciclo de pobreza intergeneracional. En términos de salud, las complicaciones dentro del embarazo son una de las principales causas de muertes, ya sea por complicaciones en el propio parto, por abortos inseguros o por la falta de acceso a servicios de salud.
Con el fin de profundizar el conocimiento de qué ha funcionado para reducir estas cifras, en el Banco Interamericano de Desarrollo elaboramos un análisis bibliográfico donde se examinaron estudios de evaluaciones de impacto publicados durante el periodo 2005-2015 (la publicación estará próximamente disponible en www.iadb.org/salud ). Específicamente, se analizaron 17 evaluaciones de impacto sobre intervenciones relacionadas con la prevención del embarazo adolescente y a edad temprana, implementadas en países en vías de desarrollo (donde la documentación de la evidencia aún viene siendo menor en comparación con intervenciones implementadas en países más desarrollados como Estados Unidos y el Reino Unido).
Las intervenciones analizadas varían en su enfoque, desde la promoción de los derechos sexuales y la prevención de la violencia y la coacción sexual, hasta la mejora de las oportunidades y la capacidad de tomar decisiones, el uso de anticonceptivos, la prevención del VIH y el establecimiento de oportunidades laborables para jóvenes, entre otros. La gran mayoría de las mismas se orientaban en acciones que promovían una mejora de la información sobre salud sexual y reproductiva en los colegios.
Algunas experiencias exitosas
1. El programa “TeenStar” basado en educación sobre salud sexual y reproductiva, con énfasis en la promoción de la abstinencia sexual. Este programa se implementó en colegios públicos chilenos y mostró resultados positivos en la reducción de embarazos adolescentes no deseados.
2. Una intervención en Kenia cuyo propósito era mejorar un vacío en el currículo escolar sobre salud sexual y reproductiva y prevención de VIH en el país también reportó mejoras en la incidencia de la maternidad adolescente. El programa ofrecía información sobre la distribución de las infecciones de VIH por edad y sexo para crear conciencia en niñas sobre los riesgos de contraer relaciones sexuales con parejas de mayor edad.
3. También se observan algunas intervenciones que siguen caminos menos ortodoxos como la oferta de cursos online sobre salud sexual y reproductiva en Colombia, la implementación de transferencias monetarias en Malawi y microcréditos en Etiopía, y la oferta de programas de capacitación laboral en República Dominicana.
4 conclusiones importantes del análisis
No hay una única receta: Una de las conclusiones recogidas de este análisis es que, dada la complejidad de la problemática que se analiza y los diferentes factores que intervienen, no existe una única forma sobre cómo reducir la incidencia del embarazo adolescente. Quizá esto insta a sugerir que las intervenciones que se fueran a implementar en el futuro deberían contar con un estudio diagnóstico sobre sus causas en el territorio que se desea implementar. Esto facilitaría un mayor entendimiento de la problemática en dicho lugar para poder así desarrollar políticas a medida.
Abordaje integral: se debe considerar intervenciones que combinen varios componentes que interactúan entre sí como la educación sexual, la capacitación en habilidades para la vida, el acceso a los servicios de salud y el suministro de anticonceptivos, entre otros.
Perspectiva a largo plazo: cualquier intervención a ser implementada deba tener una perspectiva de mediano y largo plazo, especialmente teniendo en cuenta que muchas de las causas del embarazo adolescente corresponden a causas estructurales muy arraigadas en la cultura de los países en vías de desarrollo (p. ej.: la tradición del matrimonio a edad temprana, valores de masculinidad, feminidad, etc.).
Más monitoreo y evaluación: es necesario destacar que aún existe un vacío en evidencias de evaluaciones de programas que permitan conocer qué funcionó o no en términos a la prevención del embarazo de entre los 10 y los 19 años. Por lo tanto, es importante que los gobiernos que implementan estos tipos de programas se comprometan en agregar un componente de monitoreo y evaluación cuando se planifican las mismas, lo que les permita por un lado introducir a tiempo los ajustes necesarios y por otro, a mediano plazo, conocer sus impactos.
En conclusión, ¿qué se debe cambiar en nuestra región? Todo parece dirigirnos a la planificación de políticas y programas de largo plazo intersectoriales que desde una perspectiva integral incorporen estrategias que permitan superar la pobreza, basados en diagnósticos focalizados y cuya ejecución sea monitoreada y evaluada.
¿Conoces la tasa de embarazo adolescente de tu país? ¿Qué medidas y soluciones aportarías para reducir este alto porcentaje que existe en América Latina y el Caribe? Escríbenos un comentario con tu opinión aquí, en el blog, o en twitter en @BIDgente.
Xiomara Alemán trabaja como especialista en protección social en las oficinas del BID en Estados Unidos. Está especializada en temas relacionados con desarrollo infantil temprano y adolescentes en situación de vulnerabilidad y riesgo social.
Sebastián Insfrán es un economista graduado de la Universidad de Asunción (Paraguay), con una maestría en desarrollo internacional de la American University (Washington, D.C.). Actualmente es consultor en la División de Salud y Protección Social del BID.
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