Agrandando la casa, por Richard Webb
"El requisito para acceder a los beneficios de una vida más asegurada, y con menores riesgos, es estar en planilla".
- Richard Webb
- Director del Instituto del Perú de la USMP
Ciertamente, hemos avanzado en algo. Hace medio siglo apenas uno de diez adultos mayores contaba con pensión. Hoy la mitad tiene ese socorro. En ese período el seguro de salud ha dado un salto aún mayor, de apenas 13% de la población a dos tercios. Pero en ambos casos hay una dosis de exageración; el aumento en números se ha logrado en parte con una reducción en los beneficios. En realidad, la mayor parte de la población sigue viviendo afuera.
El obstáculo principal para acoger a una mayor proporción de la población radica en el precio de entrada. El requisito para acceder a los beneficios de una vida más asegurada, y con menores riesgos, es estar en planilla, o sea, ser formal. Esta vinculación obligada entre las formas del mercado de trabajo y el acceso a diversos seguros tiene su origen en la viveza política del canciller del Imperio Alemán, Otto von Bismarck. En 1889, Bismarck inventó una forma de repartir beneficios a la clase trabajadora sin costo para el Estado a través de una contribución que se deducía en la planilla. Además, una parte de la contribución sería pagada por la empresa, creando la ilusión para el trabajador de que solo estaba pagando una parte del costo de esos beneficios. El inteligente mecanismo de Bismarck, que parecía más bondadoso de lo que realmente era, fue replicado después en gran parte del mundo, incluyendo el Perú.
Hoy estamos descubriendo el costo de ese mecanismo. El avance del aseguramiento para algunos se ha logrado a expensas de reforzar la informalidad laboral y empresarial, haciendo más difícil incorporar al resto de la población. Si bien las deducciones en planilla tienen una contraparte en el acceso a los seguros, una gran parte de la población opta por no pagar el precio del beneficio del aseguramiento. Desde ahora, agrandar la casa pasará necesariamente por un cambio en la fórmula de la transacción, sea reduciendo los beneficios que recibiría el nuevo asegurado, sea trasladando una parte del costo al presupuesto del Estado. El avance de la protección social ahora estará ligado a una reducción en los costos de la formalidad laboral.
Es hora para que el Estado adopte la práctica empresarial del estudio de mercado. Para el Estado se acaba la era del cliente atrapado, y en ese cambio radica la esencia de la dificultad para reducir la informalidad. Como proveedor de beneficios, el Estado debería abocarse a tener una mejor idea de las preferencias de sus clientes, y de su disposición para “comprar” las varias ofertas del Estado. El futuro de la formalización, así como el logro de una sociedad plenamente inclusiva, dependerán en gran parte de la aplicación de esa lógica empresarial
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