El desafío de seguir bajando la pobreza
El Perú es un caso exitoso de
reducción sostenida de la pobreza. Ya sea midiendo la pobreza de manera
multidimensional o monetaria, es claro que se ha avanzado de modo
importante, y sobre todo de forma sostenida en su reducción. Incluso
ante la desaceleración y el contexto externo adverso que afecta nuestra
economía, la pobreza siguió bajando, a diferencia de lo que se ha
observado en otros países de la región. 1
Ya sea midiendo la pobreza de manera multidimensional o monetaria, es claro que se ha avanzado de modo importante, y sobre todo de forma sostenida en su reducción.
En la última década, la pobreza
monetaria pasó de 55.6 % en 2005 a 21.77 % en el 2015. La pobreza
extrema pasó de 15.8 % en 2005 a 4.1 % en 2015. 2 Pero
además, la brecha y severidad de la pobreza bajaron, haciendo que los
pobres hoy estén más cerca de superar dicha condición. Hoy el Perú es un
país con una mayoritaria clase media nueva, vulnerable y emergente que
requiere oportunidades para consolidarse y la certeza de no volver a
caer en situación de pobreza.
Utilizando indicadores como el Índice de
Pobreza Multidimensional desarrollado por OPHI (Oxford Poverty &
Human Development Initiative) encontramos una tendencia similar. Entre
2008 y 2012 el porcentaje de hogares en situación de pobreza habría
bajado de 16 % a 10 %. Este índice es bastante limitado porque ha
privilegiado encontrar una medida que pueda calcularse para casi todos
los países, al sofisticarlo, los resultados cambian. 3
Sin embargo, para los fines de este texto cumple con el rol de mostrar
una significativa reducción de la pobreza en años recientes.
La mejora en las cifras de pobreza se
condice con mejoras en la provisión de servicios públicos (sobre todo en
cuanto a cobertura y acceso) para toda la distribución del ingreso,
pero principalmente para los segmentos sociales que enfrentan los
mayores niveles de pobreza. Las brechas se van cerrando. Queda mucho por
hacer, pero en términos de acceso a servicios se registran mejoras
significativas, pero aún insuficientes. Por ejemplo, el porcentaje de
hogares en situación de pobreza extrema con acceso a electrificación,
prácticamente se duplicó en la última década, pasando de 44 % a 82 %. Es
además en las zonas rurales donde la cobertura creció más. En esta
década vimos cómo muchos servicios públicos ampliaron su cobertura hacia
los estratos de menores recursos. Sin embargo, aún el porcentaje de
hogares en situación de pobreza que accede al paquete completo de
infraestructura –agua, saneamiento, electricidad y comunicaciones– sigue
siendo bajo, pero ha crecido considerablemente, pasando de 11 % en 2005
a 50 % en 2015.
La mejora en las cifras de pobreza se condice con mejoras en la provisión de servicios públicos, principalmente para los segmentos sociales que enfrentan los mayores niveles de pobreza.
La reducción de la pobreza ha traído
cambios sustantivos en la distribución de los hogares peruanos con
respecto a sus niveles de consumo. En el gráfico N.° 1 se muestra cómo
en una década el número de hogares en situación de pobreza (tomando los
indicadores de pobreza monetaria) se han reducido para pasar a engrosar
nuestra nueva y reciente clase media, la emergente y también la más
consolidada.
Gráfico 1: Gasto per cápita y número de hogares (en miles). Perú 2005 y 2015
Fuente: ENAHO, elaboración propia.
Estos cambios reflejan que las políticas
sostenidas entre 2005 y 2015 se han traducido en lo que puede
calificarse como crecimiento inclusivo. A pesar de estos positivos
cambios, las realidades urbanas y rurales siguen siendo muy distintas y
por ende los esfuerzos para atender los problemas de uno u otro ámbito
han de ser también distintos.
Como se muestra en los gráficos N.° 2 y
N.° 3, los cambios en la distribución han sido significativos en los dos
ámbitos, a pesar de ello, la situación actual aún se caracteriza por
una amplia brecha urbano-rural. De hecho, el número de hogares urbanos
en situación de pobreza se redujo a la mitad entre 2005 y 2015, mientras
que los hogares rurales solo se redujo en 25 %.
Gráfico 2: Gasto per cápita y número de hogares (en miles) en ámbito rural. Perú 2005 y 2015
Fuente: ENAHO, elaboración propia.
Gráfico 3: Gasto per cápita y número de hogares (en miles) en ámbito urbano. Perú 2005 y 2015.
Fuente: ENAHO, elaboración propia.
Como se muestra en los gráficos, en la
zonas urbanas reside un tercio de los hogares en situación de pobreza y
los que se encuentran en pobreza extrema representan menos del 10 % del
total de hogares en pobreza, mientras que en la zona rural, cerca de un
tercio de los hogares en pobreza se encuentra por debajo de la línea de
pobreza extrema, es decir, aún viven en situación de indigencia. En lo
rural vemos en la última década un tránsito importante desde la
situación de pobreza extrema a pobreza no extrema y de ahí uno hacia la
clase media emergente, mientras que en lo urbano el movimiento típico es
entre la condición de pobreza y el ingreso a la clase media emergente.
Junto con esta reducción en la pobreza,
la desigualdad también habría venido cayendo. Si comparamos el ingreso
del 10 % más rico con el del 40 % más pobre vemos una tendencia
positiva. En el 2005 dicho ratio era 2.62, cifra que al 2015 baja a
1.75. Esta reducción es relevante. Sin embargo, es útil en tanto muestra
un tendencia a la baja en el ratio medido. En términos absolutos dice
poco, pues debemos recordar que las encuestas de hogares no miden
adecuadamente los ingresos de los más ricos, de hecho los subestiman.
Con este nuevo mapa de pobreza hay que
discutir nuevamente las estrategias del sector público para continuar en
una senda de reducción de pobreza y desigualdad, tanto de ingresos como
entre lo urbano y lo rural.
El gobierno de PPK, a través de la
presentación del ministro Zavala ante el Congreso, acertadamente ha
fijado los esfuerzos en la erradicación de la pobreza extrema. Hoy, a
pesar de los grandes avances, tenemos algo más de 400 mil hogares en
pobreza extrema, la mayor parte de ellos en el ámbito rural. Acabar con
la indigencia es una obligación.
En cuanto a reducción de pobreza, la
meta propuesta es llegar al Bicentenario con 15 % de pobreza monetaria.
Más de un congresista ha comentado que es una meta poco ambiciosa. No lo
es. Bajar la pobreza en 7 puntos porcentuales cuando esta ya está cerca
al 20 % es complejo y exige un gran esfuerzo conjunto del sector
público y privado.
Dado que, como vimos en los gráficos 2 y
3, cerca del 65 % de los pobres viven en zona rural, cumplir la meta
propuesta exige un mundo rural económicamente más dinámico, con mayor
infraestructura y servicios de calidad. Todo ello implica una acción
concertada de las políticas de reducción de pobreza con las
intervenciones del Ministerio de Agricultura, los ministerios encargados
de la provisión de infraestructura, los sectores de Salud y Educación,
el Poder Judicial y los gobiernos regionales.
Releyendo el mapa de la pobreza en el Perú, resulta evidente por qué el gobierno también ha incluido en sus preocupaciones a las zonas urbanas.
Además, releyendo el mapa de la pobreza
en el Perú, resulta evidente por qué el gobierno también ha incluido en
sus preocupaciones a las zonas urbanas. Ahí el desafío es lograr que
quienes aún están en situación de pobreza puedan continuar su tránsito
hacia la clase media emergente, y consolidar su nueva situación,
asegurando que no volverán a caer en la pobreza. Hoy, cerca de 700 mil
hogares en situación de pobreza viven en zona urbana.
En concreto, la ministra Aljovín ha
centrado sus prioridades en tres asuntos: programas productivos y mayor
eficiencia en la implementación de programas sociales; más y mejor
infraestructura básica, pero sobre todo, promover acceso al paquete
completo, en “combo” de infraestructura básica y nuevas intervenciones
para atender la pobreza urbana.
Los desafíos para el MIDIS: hacer más y sumar esfuerzos con otros
La tarea no es solo reducir la pobreza
sino, sobre todo, insertar a los pobres en una senda sostenida y
sostenible de superación de la pobreza, sea en zona urbana o rural.
Reducir la pobreza de manera sostenida y definitiva requiere que se den
al menos cinco condiciones: crecimiento, programas de protección social,
programas de desarrollo de capacidades y de generación de ingresos
autónomos, 4 infraestructura
y servicios públicos de calidad y nuevas formas de llevar más y mejores
servicios a la población vulnerable. Pero además, y este es
probablemente el desafío central, se requiere que estos cinco factores
se den de manera articulada: en el mismo lugar, al mismo tiempo y para
los mismos usuarios.
Necesitamos que se sostenga el
crecimiento económico. Eso es central para que el empleo y las
oportunidades de generación de ingresos se expandan y para que el
presupuesto público pueda invertir en mejorar la situación de los más
pobres. Eso lo tenemos seguro, por lo menos hasta el 2018. Mientras más
descentralizado el crecimiento, mayor el impacto en la pobreza. Un
crecimiento centrado en Lima tiene más efecto en consolidar la clase
media, que también es muy importante para nuestra economía, pero hay que
tener en cuenta que la pobreza en Lima ya es relativamente baja (11 %).
En cambio, un crecimiento más descentralizado nos ayuda tanto a la
reducción de la pobreza como a mejorar la equidad entre regiones. Y
precisamente, reducir las desigualdades regionales en materia de
oportunidades económicas es parte central del desafío para mantener un
crecimiento inclusivo.
Necesitamos que se sostenga el crecimiento económico. Eso es central para que el empleo y las oportunidades de generación de ingresos se expandan y para que el presupuesto público pueda invertir en mejorar la situación de los más pobres.
Lo segundo que se requiere es un esquema
de programas sociales que “proteja” a los más pobres y nos asegure, al
menos, dos cosas: que ante situaciones adversas (una enfermedad, un
problema climático, la pérdida de un familiar, un despido) los pobres no
empeorarán su situación, no dejarán de enviar a los niños a la escuela,
ni pasarán hambre, y que reduzcan la incertidumbre en la que viven; los
pobres sufren tanto por la falta de recursos como por la falta de
certeza de si mañana tendrán o no estos pocos recursos. Por ellos es que
los programas sociales de transferencias son claves para estabilizar el
consumo de los pobres y para permitirles decidir mejor sobre sus
inversiones y proyectos.
En esto se ha avanzado mucho en Perú,
con programas como Juntos, Pensión 65 y Qali Warma, en los cuales se ha
priorizado lograr niveles de cobertura, orientados a eliminar la
subcobertura. Incluso, en momentos de menor crecimiento, como en el
2014, los más pobres no han empeorado su situación, están protegidos. Es
importante tener en cuenta que estos programas tienen especial impacto
ahí donde operan de manera conjunta, como es en el grueso de las zonas
rurales más pobres.
Sin embargo, crecimiento y programas
sociales no son suficientes para lograr procesos sostenidos que generen o
permitan la superación de la pobreza. Son necesarias además otras
intervenciones. Por ello, lo tercero que se requiere es que existan
programas habilitadores y promotores, es decir programas productivos y
de desarrollo de capacidades que permitan a las personas en situación de
pobreza aprovechar las oportunidades que les brinda el crecimiento
económico y la protección que tienen gracias a las políticas sociales.
Programas productivos que exigen diseños complejos y flexibles,
específicos para cada zona, adecuados a las oportunidades de cada
mercado, territorio y grupo social. Necesitamos un conjunto de programas
productivos que apoyen el desarrollo de pequeños emprendimientos
ganaderos, agrícolas, artesanos y de servicios rurales (turismo rural,
servicios de procesamiento de productos agropecuarios y forestales,
etc.).
Se requiere es que existan programas habilitadores y promotores, es decir programas productivos y de desarrollo de capacidades.
De estos programas tenemos pocos, Haku
Wiñay de Foncodes, algo desde Agrorural y varios programas desde el
sector privado y social (sierra productiva, iniciativas para las cadenas
de cacao y café, emprendimientos ganaderos en la sierra sur, promoción
de producción de frutas y productos orgánicos). Pero aún no tenemos
programas productivos en la escala que se requiere, ni con la cobertura
ni la continuidad que hace falta. Aquí hay mucho por hacer. Más escala,
nuevos programas, articulación de programas públicos y privados, etc.
Esto para lo rural o peri urbano. En lo urbano se requieren programas de
formación para el trabajo, de inserción laboral, de capacitación, etc.
Es clave asegurar una transición exitosa entre la escuela y el mundo
laboral, que puede o no incluir el paso por la educación superior, pero
una que mejore las oportunidades de la población urbana e inserte a los
jóvenes en una senda positiva.
Lo cuarto que se requiere es una
dotación de infraestructura y servicios básicos de calidad. Necesitamos
un paquete básico completo que permita a las personas en situación de
pobreza tener éxito en sus emprendimientos y acceder a una vida sana y
digna (evitando que sus niños se enfermen por falta de salubridad o para
asegurar que las gestantes puedan acudir a sus controles prenatales
oportunamente). Las personas necesitan un camino para sacar sus
productos al mercado y para que vengan a su negocio o chacra los
proveedores que se requieran. Comunicaciones para obtener a tiempo
información de precios y oportunidades comerciales. Energía para poder
transformar sus productos y con ello incrementar su valor agregado. Pero
también es imprescindible agua limpia para que sus hijos no se enfermen
y acceso a educación, justicia y seguridad. Estos dos asuntos,
infraestructura y servicios, tienen más impacto en la reducción de
pobreza si llegan juntos y con calidad.
Tener agua limpia de vez en cuando o una
escuela sin maestro no sirve; un camino sin mantenimiento o una señal
de telefonía móvil sin energía eléctrica para cargar la batería del
teléfono no ayuda. Este es un desafío de cobertura y de calidad en los
servicios, pero también de innovación para generar intervenciones que
logren llevar servicios básicos a zonas rurales o distantes (en la selva
por ejemplo) con nuevos esquemas. Ejemplos de este tipo de innovaciones
tenemos varios, las empresas comunitarias de mantenimiento de caminos
rurales, las plataformas de acción social (PIAS) que recorren los ríos
de la selva llevando el Estado de manera regular a las comunidades
nativas de la zona, entre otras. Sin embargo, aún hay mucho espacio para
seguir buscando soluciones a fin de asegurar una provisión efectiva de
servicios clave como agua limpia y desagües en zonas rurales (y con
costos razonables) o energías alternativas ahí donde no llega la red
interconectada (paneles solares por ejemplo).
Tener agua limpia de vez en cuando o una escuela sin maestro no sirve; un camino sin mantenimiento o una señal de telefonía móvil sin energía eléctrica para cargar la batería del teléfono no ayuda.
Finalmente, hay que aprovechar las
ventajas que nos ofrecen las nuevas tecnologías. No necesitamos llevarlo
todo a todos lados, hoy hay telemedicina, hay servicios digitales,
teletrabajo y mucho más que debería permitir a una persona en situación
de pobreza hacer trámites frente al Estado desde cualquier cabina de
internet o desde cualquier teléfono (en particular desde equipos prepago
de baja gama). Hoy ya podemos acceder a servicios financieros desde un
teléfono simple. Tenemos que lograr que estas innovaciones lleguen
preferentemente a los más pobres, es ahí donde harán la mayor
diferencia. Pero ello no debe pasar por azar, debe pasar
intencionalmente. El Estado debe liderar y apuntalar estos procesos y
sumar esfuerzos con el sector privado a fin de lograr una provisión
sostenible de recursos y servicios para los hogares en situación de
pobreza.
Ahora, hay que tener claro que este
paquete cuesta. Cuesta en recursos públicos, en esfuerzos privados y
sobre todo cuesta en gestión. Necesitamos pensar distinto desde el
sector público, dejar la entrada sectorial o por niveles de gobierno y
pensar en el resultado que se quiere lograr. La superación de la
condición de pobreza no es un asunto sectorial, requiere una entrada
compleja y diversa. Necesitamos más articulación al interior del Poder
Ejecutivo, entre este y los niveles subnacionales y entre lo que hace el
sector público y lo que hace el sector privado. Fácil decirlo y difícil
hacerlo, pero es ahí donde debe venir la innovación en gestión que
necesitamos para lograr un cambio real en las oportunidades de los más
pobres.
Lograr mayor articulación exige nuevos
instrumentos, o usar algunos recientemente creados que abren
oportunidades de articulación. Por ejemplo, los sistemas de
planificación y presupuesto deben permitir y promover programas
presupuestales multisectoriales para acceder a resultados desde
intervenciones articuladas. Los nuevos sistemas burocráticos tienen que
contar también con sistemas de seguimiento que nos permitan monitorear
las intervenciones en el ámbito territorial. En esa línea hay que poner
en práctica el SINADIS, Sistema Nacional de Desarrollo e Inclusión
Social, que está creado y reglamentado, pero aún no opera. Es una
oportunidad para que el MIDIS ejerza la rectoría que le corresponde en
materia social.
Los sistemas de planificación y presupuesto deben permitir y promover programas presupuestales multisectoriales para acceder a resultados desde intervenciones articuladas.
Otro ejemplo, de fácil implementación,
es la puesta en acción del SINAFO (Sistema Nacional de Focalización)
para mejorar la gestión y eficiencia de los programas focalizados, que
permitan reducir las filtraciones y que permitan crear y llevar nuevos
servicios a distintos grupos de peruanos en situación de pobreza y
vulnerabilidad. Un buen SINAFO es la clave para lograr una intervención
efectiva que permita la reducción de la pobreza urbana.
Todo lo mencionado aquí, si sucede, no
será más que un pequeño segundo paso en la estrategia de lograr mayor
desarrollo e inclusión social. El primer paso fue crear y poner en
marcha el MIDIS. Por ello no debemos perder de vista que seguimos en las
etapas iniciales de cualquier estrategia de desarrollo e inclusión
social y que dentro de ella, el desafío de lucha contra la pobreza es un
paso obligado, pero no un punto de llegada.
Si el MIDIS logra mantener y mejorar sus
programas, y con ellos mantener los niveles de protección social
alcanzados, a la vez que logra avanzar en los temas propuestos por la
actual administración (desarrollo productivo, pobreza urbana e
infraestructura completa) y se activan acciones coordinadas que reduzcan
problemas sociales cruciales (anemia, desnutrición crónica, embarazo
adolescente, jóvenes que no estudian ni trabajan – NiNis) estaremos en
una mejor condición y veremos menores niveles de pobreza. Pero, ahí no
debemos conformarnos. Estos avances constituirán solo el nuevo piso
mínimo en lo social que como país requerimos y que recién hemos
comenzado a construir.
Este nuevo piso mínimo deberá abrir una
renovada y amplia agenda de desarrollo e inclusión social que nos lleve a
un tercer momento, más complejo donde, desde una perspectiva
relacional, se sumen a los objetivos de erradicación de la pobreza
extrema, y reducción de la pobreza y la desigualdad, asuntos como
eliminar la discriminación (étnica, género, territorial, discapacidad,
etc.), valorar la diversidad cultural de nuestro país, asegurar derechos
iguales para todo peruano, promover modelos de administración de
justicia pertinentes y efectivos, y lograr un efectivo ejercicio de
derechos y una activa participación ciudadana.
El desafío mayor sigue siendo lograr que los ciudadanos puedan acceder a los servicios a los que tienen derecho y ejercer todos sus derechos ciudadanos.
El desafío mayor sigue siendo lograr que
los ciudadanos puedan acceder a los servicios a los que tienen derecho y
ejercer todos sus derechos ciudadanos. Se trata de que toda peruana,
sin importar donde vive, donde nació, que idioma hablan en su casa o si
sus padres tuvieron educación o dinero, acceda a los servicios públicos
de calidad a los que tiene derecho, tenga oportunidades que le permitan
elegir su futuro y pueda desarrollarse plenamente. Lograr esta meta está
aún varios pasos más adelante. Ya dimos el primero paso, y esta gestión
debería permitirnos dar el segundo paso y con ello crear el espacio
para ampliar nuestra agenda social a fin de seguir en la ruta hacia una
mayor inclusión social.
- La CEPAL reporta que “Por su parte, en la República Bolivariana de Venezuela, Honduras y México se registró un aumento de la tasa de pobreza, acompañado de un incremento de la brecha y la intensidad de la pobreza. En los dos primeros, además, la situación relativa de las personas más pobres al final del período desmejoró, debido a que la brecha (FGT) creció a una tasa superior a la tasa de recuento (H). En México hubo un aumento de la pobreza, pero sin crecimiento de la brecha ni de la intensidad.” (CEPAL 2015). ↩
- INEI, informes técnicos, varios años. Datos basados en los resultados oficiales de la estimación de la pobreza. ↩
- Alkire, Jindra, Robles y Vaz (2016). ↩
- Los llamados también programas habilitadores y promotores. ↩
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