Lo que el sector educativo puede aprender de las empresas
La historia de las empresas en las
avanzadas economías del siglo XXI es una historia de innovación y
creatividad explosivas. Desde corazones artificiales y autos eléctricos
hasta la computación en la nube y los iPhones, las compañías han
concebido una deslumbrante variedad de nuevos productos y procesos que
han ayudado a incrementar el valor para los accionistas, a impulsar la
productividad y a elevar los estándares de vida. La educación, en
cambio, está prácticamente estancada. De los ocho países
latinoamericanos evaluados por el Programa para la Evaluación
Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), solo dos
muestran mejoras significativas en el desempeño matemático de los
estudiantes de entre 15 y 16 años, durante el periodo de 2003 a 2012.
Los resultados en ciencias han sido igual de preocupantes.
Como lo señala Samuel Berlinski en una incisiva TEDx Talk sobre
educación, la mayor diferencia entre los dos sectores yace en los
recursos e incentivos dedicados a la innovación. Mientras que las
compañías más exitosas invierten entre el 2 y el 20% de sus ingresos en
investigación y desarrollo, la mayor parte de los presupuestos
educativos en Latinoamérica y el Caribe se usa para pagarles a los
maestros y mantener la infraestructura. Esto deja muy poco dinero para
estudios controlados aleatorios que determinen lo que funciona y lo que
no funciona en las prácticas y políticas educativas. Las ideas abundan.
Pero es necesario tener mejores maneras de inspirar a los maestros y
rectores creativos de la región. Si invirtieran una fracción del uno
porciento de su PIB, Latinoamérica y el Caribe tendrían miles de
millones de dólares para financiar a sus mentes más brillantes, para
hacer las investigaciones necesarias y mejorar la enseñanza y el
aprendizaje. No es necesario que el sector educativo se maneje igual que
el sector empresarial, pero sin lugar a dudas podría actuar como este.
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